¿Qué libro está leyendo estos días?
El peso de vivir en la tierra, una novela del escritor mexicano David Toscana que, para mí, es una de las voces mayores de la actual narrativa latinoamericana.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
La estupidez. Cuando ves que el autor es incapaz de ser fiel a su propia propuesta literaria y se traiciona a sí mismo y a ti como lector.
¿Con qué personaje le gustaría tomarse un café mañana?
Con alguno de mis amigos fallecidos, con Luis Sepúlveda, Antonio Sarabia, Ana María Matute o Enrique de Hériz, por ejemplo. Les echo de menos, mucho.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Sí, fue una pequeña enciclopedia para niños con resúmenes de obras y biografías, titulada Mi libro encantado, editado en México, por cierto, y que mi padre vendía a domicilio. En ella descubrí al Quijote, a Julio Verne, a José Martí, a Stevenson, a Amundsen y Scott…
¿Cuáles son sus hábitos de lectura? ¿es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?
Literatura, en papel. Prensa, en internet. Leo todo el día.
Cuéntenos una experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
La lectura del Primer manifiesto surrealista, de André Breton, cuando yo tenía 16 años. Ese manifiesto termina con una frase que fue un deslumbramiento para mí: “La existencia está en otra parte”. Eso era lo que yo sentía, que la vida no podía ser aquella miseria gris y cutre del franquismo. La vida tenía que ser otra cosa y estar en otro lugar. Esa frase me volvió escritor.
Como les ocurre a los protagonistas de Odio, ¿todos escondemos a un monstruo?
Todos. Eso es algo que Stevenson vio muy claramente en su Doctor Jekyll y míster Hyde. Llevamos el infierno y el cielo dentro. Y ser consciente de ello es la única manera de evitar que nuestros demonios dominen nuestra vida y arrastren a otros a su infierno.
¿Qué es necesario para que el odio se imponga al miedo?
El odio no se impone al miedo sino que es hijo del miedo. Para que el odio prospere hace falta una buena dosis de miedo y otra de frustración. Y una enorme cobardía para, en vez de enfrentarse a las verdaderas causas de nuestros miedos y frustraciones, dirigir la ira que estos nos producen contra quienes no son responsables de ellos, sino simplemente diferentes de nosotros.
La acción transcurre en dos tiempos muy distintos: ¿en cuál y por qué le hubiera gustado escribir a usted?
Me gusta escribir en el tiempo de la narración de París, que es 2015, porque es mi propio tiempo. No soy una persona añorante. Soy feliz siendo quien soy, aquí y ahora. No cambiaría esta época por ninguna otra.
¿Entiende, le emociona el arte contemporáneo?
Me emociona el arte de la primera mitad del siglo XX. Respecto del arte de finales del XX y principios del XXI, hay obras que me conmueven, pero al arte VIP (Video Instalaciones Performance), que cada vez tiene más protagonismo, le aplico el mismo criterio que a las obras literarias y las personas: no soporto la estupidez. Cuando una obra necesita 4 párrafos de explicaciones, me parece una estafa.
¿Qué película ha visto más veces?
Notorious (Encadenados, en español), de Alfred Hitchcock. Me parece una lección magistral de narración.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
No creo que se pueda hablar de España, en singular. Por desgracia, sigue habiendo dos, como en tiempos de Machado. Y una de ellas, la intolerante, reaccionaria, chulesca y brutal heredera del franquismo, sigue helándome el corazón. La otra, la tolerante, abierta, democrática, creativa y respetuosa de las diferencias, me encanta.
Una medida para mejorar nuestra situación cultural.
Que los medios de comunicación dejen de tratar la cultura como si fuera un circo, buscando siempre “lo espectacular” en ella, para volver a dar información cultural en función del propio valor de lo que se informa.