“Estoy que me ahogo en deudas”, le escribió Rosa Chacel a su amiga María Zambrano en una carta fechada en junio de 1958. Exiliada en Brasil desde 1939, la escritora permaneció tres décadas alejada de nuestras fronteras, silenciada por sus compañeros de la Generación del 27 y olvidada después como el resto de las artistas y mujeres intelectuales que, nacidas entre 1898 y 1914, transformaron el panorama cultural de España junto a sus homólogos varones.
La misiva se exhibe en el Teatro Fernán Gómez cedida por el Archivo de la Fundación Jorge Guillén del fondo documental Rosa Chacel. Forma parte de las 400 piezas, entre obras de arte, fotografías, documentos y objetos personales, que podrán contemplarse hasta el próximo 15 de enero en la exposición Las Sinsombrero. Así las nombró simbólicamente hace ya trece años Tània Balló, que busca, precisamente, reivindicar y dar a conocer la obra de estas creadoras.
Fue en 2009, cuenta la directora y productora de cine, comisaria de la exposición, cuando inició este proyecto con el deseo de realizar varias acciones para “recuperar y reivindicar a este grupo maravilloso de artistas”. Trece años después todo se ha ido cumpliendo. Directora de un documental, ha escrito varios libros —Las Sinsombrero, Ocultas e impecables y el último, que acaba de publicar, No quiero olvidar todo lo que sé (Espasa)—, además de poner en marcha varios proyectos educativos y campañas en redes. “Pero faltaba la exposición”, reconoce sobre este último homenaje.
Una generación de artistas
Con obras de arte, fotografías, documentos y objetos originales pertenecientes a Maruja Mallo, Margarita Manso, Marga Gil Roësset, Delhy Tejero, Rosario de Velasco, Ruth Velázquez, Norah Borges, María Zambrano, Rosa Chacel, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, María Teresa León o Carmen Conde, entre otras, la muestra que lleva fraguándose desde hace año y medio, busca homenajear a “unas artistas que no podemos olvidar, que no podemos permitir que vuelvan a pasar por eso —afirma Balló—. Ni a ellas, ni a las que vienen, ni a las que fueron”. Y es que, como recuerda, “es necesario incluir a las mujeres dentro del relato hegemónico de nuestra historia cultural y social, porque si no es una historia fragmentada”.
No obstante, recuerda la comisaria, no se trata solamente de una exposición “de reivindicación, de memoria y de justicia”, que lo es, sino que “también es una muestra de arte contemporáneo porque es ahí donde ellas tienen que estar dentro de nuestra historia artística y cultural. Principalmente porque se lo merecen”.
Integrantes de la Generación del 27, todas ellas formaron parte activa de los acontecimientos sociopolíticos del siglo XX español y fueron testigo y dieron testimonio de aquellos años convulsos a partir de sus trabajos. Reconocidas en su tiempo, Las Sinsombrero gozaron además de éxito y de la admiración de sus coetáneos y pertenecieron al grupo integrado por Cernuda, Salinas, Buñuel, Alberti, Dalí o Lorca, influenciándose mutuamente.
Es por eso que toda la narración de la exposición está basada en tres grandes objetivos. Se pretende, por un lado, reivindicar y dar a conocer la importancia de estas figuras, pero también revisitar la historia del siglo XX español a partir de ellas y de su obra. “Siempre he dicho y siempre reivindicaré que si hay una historia que no ha sido contado es aquella en la que ellas están en el centro del relato”, comenta Balló al respecto. Así como evidenciar la causa de su olvido y su invisibilidad y cómo eso nos afecta hoy.
Pero además de estos tres ejes, el recorrido de la muestra pone énfasis en los fuertes vínculos de amistad que trazaron estas mujeres entre sí, que llegaron incluso a sobrepasar lo meramente artístico, con carácter reivindicativo y de resistencia común. Por ejemplo, como curiosidad, la exposición desvela cómo contribuyeron estas mujeres a la renovación teatral de los años 20 y 30.
El exilio, última parada
Combativas, muchas de ellas participaron activamente en la guerra de 1936 mediante la creación de contenido propagandístico y testimonial. Tras el conflicto, muchas de ellas permanecieron y otras muchas, como la propia Chacel, se exiliaron. Sin embargo, como cuenta Balló en el prólogo de No quiero olvidar todo lo sé, el último de sus tres libros sobre Las Sinsombrero, durante años, el exilio “se simbolizaba únicamente con un sólo nombre y apellido: Rafael Alberti”.
“No sé si se dan cuenta los que quedaron allá, o nacieron después, de quiénes somos los desterrados de España —escribió María Teresa León al respecto en Memoria de la melancolía—. Nosotros somos ellos, lo que ellos serán cuando se restablezca la verdad de la libertad. Nosotros somos la aurora que están esperando”. Y, “como siempre —tercia Balló—, cuánta razón tenía. Como sociedad les hemos dado la espalda a los exiliados durante mucho tiempo. Avanzamos como si esa comunidad y el relato de su existencia no nos pertenecieran. Y cuando por fin se dieron los primeros pasos para recuperar parte de esa raíz, se hizo de forma selectiva. Y perdimos de nuevo”.
No quiero olvidar todo lo que sé es el cierre de Balló a un proyecto que empezó en 2009 y que, en 2016, se decidió convertir en una trilogía documental y editorial. A Las Sinsombrero —nombre que se les dio por el desafiante gesto que tuvieron Margarita Manso y Maruja Mallo cuando pasearon, junto a Dalí y Lorca, sin sombrero por la Puerta del Sol, algo que en aquella época era entendido como descarado— siguió Ocultas e impecables, dedicado a las mujeres de la Generación del 27 que vivieron en la España franquista.
Y en su último título, Balló centra la atención en el exilio. “En esta nueva entrega, las escritoras tratadas justamente por su condición de exiliadas son, en su gran mayoría, muy desconocidas. Demasiado. El tiempo pasado me pesa”, reconoce la autora. Nombres como los de María Dolores Arana, Luisa Carnés, Mada Carreño, Magda Donato, Cecilia G. de Guilarte, Concha Méndez, Silvia Mistral, Carlota O’Neill y Ruth Velázquez, de quien, por cierto, se exhiben algunos trabajos por primera vez en el Fernán Gómez, recorren estas páginas de la historia española que jamás debieron ser borradas.
“Sé que este es el último libro que voy a escribir sobre las Sinsombrero. Es el último de la trilogía. Quién me lo iba a decir hace seis años. La escritura del primer volumen, Las Sinsombrero. Sin ellas la historia no está completa, supuso un reto para mí. No me veía capaz, pero lo hice, y después se sucedieron más libros, más historias, más hallazgos, más alegrías. Ellas ya son parte de mí, de una forma inexplicable. Me siento una enorme privilegiada”, se despide Balló en el epílogo de esta obra que, junto con la exposición, y toda una programación paralela que incluirá lecturas dramatizadas, conciertos y visitas guiadas, pone el acento en este importante y olvidado grupo de escritoras y artistas, para que nunca vuelvan a quedar atrás.