Olvidada durante décadas, Luisa Carnés (Madrid, 1905 - México D.F., 1964) fue una de esas grandes narradoras del 27 castigadas por el exilio y la desmemoria. De origen humildísimo y formación autodidacta –a los once años tuvo que dejar los estudios para entrar de aprendiza en una sombrerería y así ayudar a su numerosa familia–, Carnés retrató en Tea Rooms. Mujeres obreras el Madrid mísero de los años 30, el de los que buscaban desesperadamente trabajo para poder comprar al fin “batas para todos y ropa de abrigo, y botas, y quizás alguna tarde de domingo una sesión de cine”.
De firmes principios que le impiden aceptar las proposiciones de quienes no buscan empleadas sino “chicas para todo”, Matilde, la protagonista del relato, acaba encontrando un trabajo miserable en un salón de té de la Puerta del Sol.
Un narrador omnisciente pone acotaciones a la acción en ese local en el que también trabajan (“diez horas, cansancio, tres pesetas”) Antonia, Laurita o Teresa, la encargada.
La trama descubre los secretos de sus respectivas vidas al tiempo que refleja los acontecimientos políticos del país y esas secretas cuestiones de fondo que las condicionan (desigualdad de las mujeres, necesidad de emanciparse, aborto ilegal, prostitución, vida cotidiana,) con un estilo delicado pero contundente que apela al presente más inmediato en su denuncia de la precariedad laboral y sentimental.