Fundada en 1923 por José Ortega y Gasset, la Revista de Occidente se presentó, desde sus primeros números, como una publicación moderna y vanguardista, al tanto de las corrientes más innovadoras del pensamiento y de la creación artística y literaria. Aunque en sus 13 años de existencia –en esta primera etapa dirigida por el filósofo español que se vio interrumpida por el estallido de la Guerra Civil en 1936–, tan solo 64 colaboraciones estuvieran firmadas por mujeres. Lo hicieron en forma de viñetas, artículos, relatos o notas críticas sobre obras literarias y artísticas.
De entre todos los nombres, el más repetido fue el de la artista Maruja Mallo, seguido por la filósofa María Zambrano y por la escritora Rosa Chacel.
Los números, claro, son la anécdota. A lo largo de esta primera etapa, la Revista de Occidente contribuyó, además, a construir la imagen e identidad femenina. Lo hizo, eso sí, con un discurso marcadamente masculino, nutrido de ideas más bien tradicionales y conservadoras, que se alejaba del pensamiento reformista y transgresor con el que había nacido.
Para llegar a esta conclusión, la docente e investigadora especializada en las vanguardias y los estudios de género Alba Martín Santaella realiza un pormenorizado estudio en Desde la otra orilla. Las mujeres en la Revista de Occidente (1923-1936). Editado por la Universidad de Almería, el libro aborda, a partir de los textos publicados en la revista, los discursos de intelectuales como Gregorio Marañón, Georg Simmel, Ramón Gómez de la Serna o del propio Ortega y Gasset sobre la condición femenina y la réplica, o no, de sus homólogas como Victoria Ocampo, o las ya citadas, Mallo, Chacel y Zambrano.
Título: Desde la otra orilla. Las mujeres en la Revista de Occidente (1923-1936)
Autor: Alba Martín Santaella
Editorial: Universidad de Almería
Año de edición: 2021
Antes de entrar de lleno en el análisis, la autora se pregunta “¿cómo eran las mujeres de primera mitad del siglo XX?”. Martín Santaella describe a una mujer nueva que había sido capaz de conquistar espacios públicos y desafiar el modelo tradicional de lo femenino.
Eran “las primeras universitarias, mujeres con clara vocación profesional; muchas de ellas, incluso, subsistieron de su trabajo, desestimando así la tutela del padre o el marido”, cuenta la autora.
Pero a pesar de este lento despertar en comparación con sus coetáneas europeas o norteamericanas, pronto se empezará a cuestionar este nuevo rol que se aleja del ámbito familiar e irrumpe en el dominio público.
Así, Martín Santaella traza un amplio recorrido que va desde lo meramente estético –donde nombres como Simmel, Corpus Barga, Benjamín Jarnés y José Moreno Villa se plantean la importancia de la moda para encasillar a la mujer–, hasta lo filosófico, biológico e intelectual, donde analiza cómo los intelectuales que colaboran en la Revista de Occidente siguen cuestionando las diferencias entre hombres y mujeres, relegándolas a un papel principalmente reproductivo en la mayoría de los casos.
Juicio a escritoras y artistas
Pero, lejos de quedarse en la esencia de la mujer en general, las escritoras y artistas fueron también sometidas a un duro juicio por los colaboradores de la publicación de Ortega y Gasset, apunta Martín Santaella. “En muy pocos casos sus obras fueron bien valoradas y, por regla general, tampoco fueron merecedoras de los exhaustivos análisis a los que sí sometieron la escritura masculina”. Poetas como Anna de Noailles fueron tachadas de irracionales y superficiales por componer sobre el amor, escritoras como Colette, “la mujer de su casa”, o mujeres históricas como Juana de Arco o María Estuardo, son cuestionadas sin pudor en las páginas de la Revista de Occidente.
También, claro, artistas como Maruja Mallo, la ilustradora que más dibujos realizó para la publicación, un total de 39, a quien Manuel Abril llega a referirse en un artículo como “el pintor”, emulando aquella otra frase de Antonio Espina cuando escribió en otra publicación que “cuando las pintoras pintan bien ya no son pintoras, sino pintores”.
Nadar a contracorriente
Especialmente interesantes resultan los últimos capítulos, donde la autora aborda el estudio de los textos narrativos que escritoras como Rosa Chacel, Katherine Mansfield o Virginia Woolf publicaron en las páginas de la revista y cómo las propias mujeres utilizaron el espacio que el filósofo español les cedía en su revista para escribir sus alegatos, reseñas o estudios, planteándose hasta qué punto ellas mismas pudieron o no desprenderse de la mentalidad machista de la época.
“No sabemos cómo de fácil les resultó a ellas publicar en la Revista de Occidente, pero sí es cierto que el porcentaje de mujeres en relación con el de hombres es bajísimo, y que en los primeros años no hay prácticamente publicaciones con autoría femenina –apunta la experta–. Lo que sí resulta indiscutible es que estas mujeres, junto a tantas otras, emprendieron una lucha que cuestionó la definición masculina del poder”.
Se refiere, claro está, a la participación de mujeres como Victoria Ocampo, Amparo Parrilla o Rosa Chacel, “la única persona del grupo que se mantuvo fiel al desafío propuesto por Ortega en 1925 y que continuó con los presupuestos estéticos del arte deshumanizado”, cuya posición en cuanto al feminismo resultó siempre muy ambigua, llegando incluso a rechazarlo, aunque en sus novelas “realizó un gran esfuerzo por construir y poner en el centro de sus obras personajes femeninos que escapaban a los roles más tradicionales”.
“El contacto intelectual de Chacel con Ortega no solo se restringió a novelar sus ideas estéticas y filosóficas, y plasmarlas en sus textos narrativos”, explica la autora de este libro, “sino que también tuvo la audacia de contestar a las ideas que el filósofo y otros grandes intelectuales y pensadores de la época habían vertido sobre la condición femenina”.
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Así en Esquema de los problemas prácticos y actuales del amor (1931), analiza Martín Santaella, la artista “supo responderles, levantando ante ellos una crítica feroz a las teorías contemporáneas de la diferencia sexual que servían para marginar a las mujeres de la cultura. […] De hecho, fue de las primeras autoras españolas en realizar una verdadera teoría sobre la construcción del género. Este ensayo le servirá como principio para lo que después sería su libro Saturnal y para una serie de artículos sobre el tema”.
Al igual que Chacel, también María Zambrano sostuvo una postura ambigua con respecto a las reivindicaciones feministas, llegando a referirse a sí misma como “autor”. Su discurso en la Revista de Occidente, sin embargo, “supuso un fuerte apoyo para la visualización de las mujeres en la historia y las reivindicaciones a favor de una cultura que incluyera de una vez a los dos sexos de la humanidad en ella y fuera rompiendo con su carácter tradicionalmente androcéntrico”.
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Con un afán claramente reivindicativo, como recuerda Martín Santaella, “fueron muchas las mujeres que en la época se atrevieron a transgredir las normas impuestas por la sociedad, normas que las relegaban a un segundo plano, al cumplimiento de las labores de esposas y madres. Se trata de grandes artistas sin las cuales su generación o grupo poético habría sido radicalmente distinto”.