Según William Faulkner, la temprana muerte de Thomas Wolfe (Ashville, 1900 - Baltimore, 1938) privó a las letras norteamericanas del “escritor más talentoso de su generación, muy por encima de cualquier otro”. Look Homeward, Angel (El ángel que nos mira, 1929), su primera novela, fue un título referencial e influyente para autores de la talla de Philip Roth.
En esta primera obra encontramos un singular recurso narrativo consistente en dirigirse al lector sintetizando el significante de la novela: “Esta es una obra primeriza —confesaba— y en ella el autor ha escrito de su experiencia que ahora resulta lejana y perdida, pero que en un momento le ayudó a estructurar su vida”.
En la que ahora se acaba de publicar, La red y la roca, actúa de forma similar: “Esta novela trata del descubrimiento de la vida y del mundo por parte de un hombre [y]… representa no solo un distanciamiento de los libros que he escrito con anterioridad, sino también un genuino cambio espiritual y artístico” (p. 7).
El ejemplo más claro de esta evolución es la sustitución de Eugene Gant, que también reaparece en Del tiempo y el río (1935), su segunda novela, por George “Mico” Webber, un protagonista mucho más maduro y reflexivo: “…cuando dicen que un joven todavía ‘no se ha encontrado a sí mismo’, en realidad están diciendo que no se ha perdido a sí mismo como ellos” (p. 205).
A diferencia de la primera, genuino bildungsroman o novela de iniciación, esta segunda es un künstlerroman en la que el protagonista se convierte en escritor; eso sí, ambas están basadas en la biografía del propio autor.
Estructurada en 7 libros que contienen 50 capítulos, el argumento va más allá del proceso de madurez artística, situando al protagonista por encima del resto de los mortales: “… sabían lo que sabían con mucha más seguridad que la mayoría de los hombres vivos […] Sabía que los que somos hombres somos más que hombres, y menos que espíritus” (p. 595).
El argumento tiene dos partes bien definidas; en la primera, Webber se libera de la “red” familiar en su pequeño pueblo sureño y viaja a Nueva York (la “roca”), pues “en ninguna otra parte del mundo un joven pueda sentir una esperanza mayor que la que siente aquí” (p. 207). Su esperanza, su sueño, es convertirse en escritor. En Nueva York comienza una compleja relación amorosa con una mujer casada de gustos refinados.
'La red y la roca' es una excelente novela, a la altura de las mejores de Wolfe, pues es el nexo que da sentido al corpus
La segunda parte tiene que ver con la desafección consigo mismo del propio Webber por la forma en que está conduciendo su vida y viaja a Europa, donde Hitler se está convirtiendo en un personaje popular e influyente. Desencantado con el mundo, tiene intención de regresar a sus orígenes, pero lamentablemente “… no puedes volver a casa” (p. 597).
Esta es la última frase del libro y título para la popular secuela You Can’t Go Home Again (1940), publicada póstumamente, como la propia La red y la roca, en la que Webber se ha convertido en un autor de éxito. También póstumamente fue publicada The Hills Beyond (1941, expurgada de La red y la roca por el editor Edward Aswell —algunos especialistas afirman que sus tres novelas póstumas son obra tanto del editor como del propio autor—.
Profesores y críticos literarios muestran una cierta ambivalencia respecto a Wolfe. Se le reprocha su sentimentalismo y también cuestionan su obsesión por tomarse como modelo narrativo, lo que se traduce en una narrativa excesivamente afectada. No comparto tal opinión. La red y la roca es una excelente novela a la altura de El ángel que nos mira y No puedes volver a casa. Incluso iría más allá, pues se trata del nexo, del nudo gordiano que da sentido al corpus literario de este autor imprescindible en la narrativa norteamericana del siglo XX.