Eugenio Fuentes (Montehermoso, 1958) ha creado con la serie del detective Ricardo Cupido una suerte de radiografía de los diversos estados de ánimo que sacuden nuestro mundo en las últimas décadas. Sus novelas ponen el foco en los personajes, y en los sentimientos y emociones que los mueven, a través de una mirada y apuesta estilística que, si bien puede partir de rasgos o estructuras de género negro, tiende a saltárselas o ampliar la visual sobre las debilidades humanas y el entorno social en el que las sitúa. Un caso ejemplar es Perros mirando al cielo, su última novela, que testimonia la tensión de la pandemia en una historia de sufrimiento y venganza.
El eje principal del libro es el asesinato de Santiago, un médico del Hospital Gregorio Marañón que se toma unas vacaciones con su mujer y su hijo después de la primera ola de la Covid. Los tres viajan a Breda, donde Santiago ejerció la medicina por primera vez nada más licenciarse. Este caso se relacionará con un accidente de meses atrás en el que murió una mujer, que el detective no pudo solucionar y no se le quita de la cabeza.
Más allá de la intriga o los casos, Perros mirando al cielo sobresale por la maestría de Fuentes para captar la atmósfera y atestiguar las sensaciones de la pandemia en una novela sobre pasados que regresan para vengarse y que funciona como un incómodo e intrépido instrumento de denuncia de esa violencia del sistema que cada vez de forma menos sutil se va colando en las vidas cotidianas de la gente.
Sin énfasis, el autor despliega sabiduría a través del detective Cupido. Un personaje que observa los detalles en los que nadie parece reparar; un personaje reflexivo y calmado llevado por el sentido común, que con su manera de ser y estar en el mundo se torna alguien revolucionario, en extinción. A la vez, destaca el retrato de esta sociedad mucho menos sólida de lo que parece. Una sociedad atada por el miedo, que parece resquebrajarse azotada por la pandemia y a la que Fuentes hace aflorar por medio de las acciones de sus personajes. Y en Perros mirando al cielo el catálogo de personajes es variado y se mueve por una de las líneas de diálogo que puede leerse como una regla no escrita: “No estoy seguro de que nadie conozca bien a nadie”.
Fuentes elude el 'thriller' frenético tan en boga, pero no por esto carece de ritmo y suspense
Como las anteriores entregas protagonizadas por Ricardo Cupido, esta vuelve a eludir el thriller frenético tan en boga en la actualidad. Pero esto no significa que carezca de ritmo y suspense, porque los hay y se despliega con primorosa agudeza desde las circunstancias de cada uno de los personajes, no desde la trama propiamente, aunque, claro, unos y otra son indisolubles.
Narrada con un tono naturalista y, en ocasiones, costumbrista, el nuevo caso de este detective alto y observador cuestiona el funcionamiento de nuestra sociedad en la manera de retratar el aquí y el ahora, el cómo vivimos, se trate de los pudientes y poderosos o del resto de la población. Y también esas violencias de todos los días, violencias de baja intensidad que pasan desapercibidas y que obligan a la parte más débil a someterse si quiere salir adelante.
Y lo hace con una estructura meditada y una prosa que mima en su aparente simplicidad. Porque para Eugenio Fuentes el estilo y el lenguaje son los que definen la historia. O dicho de otra forma, este escritor hace bueno aquello que decía Henry James de que el arte hace la vida al mirar el mundo de un modo único. Una buena dosis de literatura que refleja en cada página la vulnerabilidad de cualquier vida.