La escritora Siri Hustvedt (Minnesota, 1955), especialista en neurociencia y psicoanálisis, regresa a la literatura con un libro personal donde se ocupa menos de las disciplinas técnicas para profundizar en la historia de su familia. Su militancia feminista le lleva a analizar la evolución de las perspectivas de género desde su nacimiento en Madres, padres y demás. Apuntes sobre mi familia real y literaria (Seix Barral).

A través de la memoria, que “se afianza con recuerdos que encarnamos y no comprendemos” según apunta en uno de los textos, las referencias de Jane Austen, Emily Brontë y Louise Bourgeois, entre otras, se entrelazan con los apuntes biográficos a partir de los orígenes humildes de sus antepasados. Desde la maternidad, “una camisa de fuerza cultural”, la autora de La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres desgrana las distintas relaciones que a lo largo de su vida ha mantenido con su madre, su abuela y su hija.



Dado que el útero es “un territorio que la cultura occidental ha reprimido o evitado”, según señala en un pasaje, “la cultura se aterroriza ante la realidad de que procedemos de un cuerpo femenino”, advertía la escritora en rueda de prensa, al tiempo que alentaba a “reconocer la realidad de nuestra dependencia” porque de ella nacen “la crueldad y la misoginia”.



Madres, padres y demás evoca los silencios de la infancia que resuenan en la vida adulta. También los traumas infantiles de escenas que no presenció, como cuando un inspector del gobierno ordenó sacrificar todas las vacas en la granja de su abuelo, que supuestamente estaban infectadas con fiebre actosa, aunque después se supo que no era cierto.



“Esas conexiones de las que somos dependientes son las que darán pie a la resiliencia”, insiste Hustvedt. Una resiliencia para sobrellevar situaciones como la que contó en rueda de prensa, a propósito de un seguidor del historiador ruso Mijaíl Bajtín. Convencido de que el esposo de la escritora, el novelista Paul Auster, era el precursor del acercamiento a Bajtín, quedó profundamente decepcionado de que fuera ella quien se lo hubiera dado a conocer a su marido. Y se marchó.



“Se supone que la mujer no ha de saber más que el hombre”, lamentaba Hustved, pero “yo soy una bofetada en la jerarquía social preestablecida”. Por fortuna, ahora se siente “libre para reaccionar” ante situaciones como aquella, pero confiesa que le llevó “mucho tiempo” y “me hizo mucho daño este tipo de hostilidad”.

“La cultura se aterroriza ante la realidad de que procedemos de un cuerpo femenino”

Fiel a su actitud transgresora, Madres, padres y demás presenta una alusión al feminismo que fricciona con el racismo: “feministas blancas que habían cerrado los ojos antes verdades odiosas y desagradables”, se dice en uno de los artículos. No en vano, declaró que “el fascismo y la ultraderecha generan misoginia” y esto no es más que “una respuesta ante el ascenso de la mujer en el mundo, que ha conquistado posiciones de poder”. Ellos piensan: “¿cómo se atreven?”, porque “lo perciben como una humillación”.

En la línea de los nacionalismos, era previsible que la autora de Los espejismos de la certeza, el siguiente libro que publicó en nuestro país tras recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019, se pronunciara sobre la guerra de Ucrania. “Es el ejemplo más claro de lo que es una agresión”, ha asegurado en referencia a la invasión rusa, y explica “el deterioro de la democracia”. En definitiva, “lo que hagamos ahora será muy importante porque dará forma a lo que sea que venga”, concluía.

En Padres, madres y demás, la autora cuestiona postulados conforme a la idea de la ira, “un privilegio de los poderosos, de los hombres blancos en Estados Unidos”. Hustvedt lo propone como instrumento para sobrevivir y critica teorías como la de Barbara Cage acerca del sentimentalismo que transmite la figura de la abuela: dice sentirse “aburrida” de “los tópicos y las historias sobre la calidez”.

Los ensayos desvelan datos biográficos que la autora utilizó para algunas de sus obras de ficción anteriores, y están dispuestos de manera que el conjunto tenga una cohesión narrativa. Un criterio acertado, por cuanto los hechos que desconocemos se revelan dosificados a partir del primer texto, desde el que se desovilla esta monumental historia.

“El feminismo siempre ha estado dividido”

Por otro lado, los artículos datan desde 2017 hasta la actualidad: algunos de los textos están escritos cuando su madre aún vivía y otros no. El escenario sentimental genera una sensación curiosa en el lector, que imagina a una escritora y a otra: antes y después del acontecimiento mortal.

La muerte, por cierto, impregna toda su escritura como una realidad de la que Hustvedt es perfectamente consciente. Por ejemplo, sabemos por este libro que “la necrópolis fue antes que la metrópolis” o, como dijo Lewis Mumford, referenciado en el interior, “la ciudad de los muertos es anterior a la ciudad de los vivos”. La propuesta final es “hacerse cargo de los muertos de una manera u otra”.

Preguntada por la reciente disputa entre feministas por cuestiones como la identidad de género o la prostitución el último 8 de marzo en España, Hustved considera que “el feminismo siempre ha estado dividido”. En cualquier caso, “¿quiénes somos para cuestionar cómo se siente cada persona por su identidad o atracción sexual?”, se preguntaba para acabar resolviendo que “el feminismo debería respetar todas las posiciones en favor de la causa común”.