La autora, en un momento de esta documentada, seria y amena crónica de los 17 años de gobierno de la canciller de la República Federal alemana, afirma que no es el relato ni a favor ni en contra de Angela Merkel. Quizás, porque además de las muchas luces también deja traslucir alguna de sus sombras. Más bien pocas, y con razón. Pues tras su lectura se entiende mejor la altura humana y política de esta mujer que deja un legado monumental, no solo en Alemania sino, lo que es más importante, en Europa. O sea, que no hace falta estar a favor o en contra de ella, porque sea cual sea nuestra postura, no deja de admirarnos lo que ha sido capaz de hacer esta persona salida de una pequeña ciudad de la Alemania del Este, Templin.
Ana Carbajosa, autora de esta fiel y bien articulada crónica política, ha sido corresponsal de El País en Berlín durante la última legislatura de la Canciller, la más dura, ya que ha coincidido con la explosión de la COVID-19. Merkel es canciller de Alemania desde 2005 e hizo posible lo que parecía imposible: suceder en la CDU a Helmut Kohl y mandar al burladero de la política a Gerhard Schröder, el canciller que dejó la república alemana con cinco millones de parados.
Su política ha estado marcada, en cambio, por la austeridad, la misma con la que vive ella, que solo se ha roto con su aceptación del endeudamiento europeo por una causa exógena: la pandemia provocada por el coronavirus. Y ha sido capaz de cambiar de opinión en casi todos los temas fundamentales, porque como resalta Carbajosa, sabe leer como nadie los labios de sus compatriotas. Era defensora de la energía nuclear y cambió de opinión tras el accidente de Fukushima. Estaba en contra del matrimonio gay y terminó por aceptar la libertad de voto. Se oponía a las cuotas de mujeres en los consejos y terminó por ceder. Sus opositores dicen que es una política desideologizada, que parece un somnífero político e incluso que es un peligro para la democracia (Martin Schulz). Sin embargo, para Schäuble, uno de los intelectuales más importantes de la CDU, ministro de finanzas y actual presidente del parlamento, “in der ruhe liegt die kraft” (en la calma radica su fuerza).
Tras la lectura de esta obra amena y rigurosa se entiende mejor la altura humana y política de Merkel, una mujer que deja un legado monumental en Alemania y en Europa
Merkel es odiada por los líderes populistas que han dirigido importantes partes del planeta. Y lo han manifestado de forma infantil ante la impotencia de saber que carecían de argumentos para oponerse a sus políticas. Berlusconi la denominó “culona no follable”. Putin, el exagente del KGB, le lanzó a su perro para amedrentarla. Erdogan la comparó con los nazis. Y Trump la llamó “estúpida”.
Ella escucha los improperios sin inmutarse. Es la líder tranquila que aparenta ser y despierta grandes simpatías en políticos también tranquilos como Obama o Rajoy. Es austera, pero, como todas las personas austeras, disfruta de la vida buena, algo distinto a la buena vida. Todo ello lo aprendió de su padre, un pastor protestante, seguidor de la teología de la liberación, que optó por vivir el cristianismo junto a su familia en la Alemania del Este en lugar de la comodidad de la Alemania occidental.
Merkel aprendió una serie de virtudes que le fueron de gran importancia para su carrera política: aprendió a escuchar —y su segunda lengua extranjera fue el ruso—, a ser ambigua y a leer entre líneas. En una palabra, a no tener prisa y saber esperar. Y algo importante en un político: a rendir cuentas en el parlamento las veces que han sido necesarias. Porque el parlamento, para los alemanes, que no tolerarían otra cosa, es el templo de la democracia, ese parlamento que tantas veces pretenden eludir algunos líderes democráticos. Además, los alemanes no soportarían, como tantas veces ocurre en España, que su parlamento se convierta en un circo. Una biografía política, en suma, la de Ana Carbajosa, esencial para conocer a esta política que ha dirigido los destinos de Alemania y de Europa durante más de tres lustros.