Poeta y guionista, Beatriz Russo (Madrid, 1971) retrata en su primera novela a una ejecutiva solitaria marcada por el estrés y la insatisfacción. Desde las primeras páginas, la protagonista se planta ante el lector como una mujer complicada, agresiva y casi hostil, capaz de rayar el ataúd del vecino que le hizo la vida imposible o de juguetear por teléfono con un acosador, mientras devora la serie Sexo en Nueva York sin descanso o participa en un foro de puteros en busca de compañía, consejo y de sucedáneos de amor. Al tiempo, se castiga en el gimnasio, víctima de la vigorexia más feroz, y liga en la sauna.
Irónica, desinhibida y sensual, siempre excesiva, Bruna sabe que en vez de atesorar los mejores instantes vividos “va amontonando aquellos que le quedaron por vivir”, así que sigue buscando la perfecta relación sentimental para boicotearla tan pronto como comienza a dibujarse, “ya sea por amor o por soberbia”.
Desesperada, sólo el humor y el vigoroso ritmo narrativo de esta descarnada novela compensan muchos excesos hasta trazar el perfil irremediablemente triste de una mujer vulnerable, y, quizás, demasiado real.