José Antonio Marina. Foto: Antonio Heredia
El ensayista publica El talento de los adolescentes (Ariel), en donde advierte, apoyándose en los últimos avances de la neurociencia, de la importancia de la motivación durante el periodo de la adolescencia. "Creíamos que la infancia era clave, pero ahora sabemos que una mala adolescencia puede anular los progresos obtenidos durante la etapa anterior", nos dice.
La adolescencia no es, como se cree, una etapa biológica, sino más bien social, un "invento" que nace fruto de la necesidad, cierta, de retrasar la edad de incorporación al trabajo en las sociedades libres. Este invento se torna "peligroso" si los educadores se empeñan en atormentar a los adolescentes diciéndoles que todo lo que hacen, o proponen, es producto de su desorientación. Robert Epstein, experto en temas de creatividad y adolescencia, ha señalado -por esto mismo- que la adolescencia es "una invención perjudicial para todos". Marina, más optimista, dice que la solución está en apoyar un Nuevo Paradigma. La neurociencia ya está en ello: "Ahora sabemos, para gran sorpresa de todos, que no solo hay una época de oro del aprendizaje (la infancia), sino que hay otra entre los trece y los diecisiete años en la que el cerebro se rediseña por completo". Los neurocientíficos han destapado la falacia de que los lóbulos frontales -vinculados a la conducta y, por tanto, a la toma de decisiones responsables- no maduran hasta los veintiún años: "Se ha demostrado que precisamente la maduración de esos lóbulos frontales se produce solamente a base de dar responsabilidades. Como el habla, necesita ser desarrollada".
Sostiene el investigador que la forja del carácter y el desarrollo del talento se da, a partes iguales, en la infancia y en la adolescencia. "Creíamos que la infancia era clave, pero la neurociencia ha descubierto que una mala adolescencia puede anular los progresos de la infancia", apunta. Y compara el cerebro de un adolescente con una gran esponja que todo lo absorbe, desde las adicciones o los traumas a cualquier tipo de enseñanza. Conviene aclarar que cuando Marina habla de talento, no habla exactamente -ni siquiera, quizás, aproximadamente- de capacidades innatas. "La inteligencia tiene más que ver con las capacidades; el talento con tu habilidad para utilizarlas y conducirlas de un modo adecuado". Sartre, que desconocía, evidentemente, esta especificación, ya dijo que no existían los genios ocultos; pero Marina precisa aún más: "No existen los talentos ocultos, pero sí las inteligencias ocultas".
Y en este escenario, ¿qué hacer? "Observar, observar y observar", recomienda el autor de Pequeño tratado de los grandes vicios. "Los padres y los profesores han de observar a los chicos y averiguar cuáles son sus habilidades. Se nota bastante bien. Cuando un adolescente tiene una afición dedica mucho tiempo a ella y entonces se genera un círculo de retroalimentación: el chico va mejorando y le va dedicando cada vez más tiempo. En esos casos hay que esperar; pero cuando esa práctica se extiende en el tiempo, cuando se observa que el niño se luce mucho cuando ha de hacer esa actividad por obligación, eso quiere decir que se trata de una vocación o, si se quiere, de una inclinación verdadera, y conviene fomentarla".
Marina insiste en su intención de mandar un mensaje a padres y profesores: a ellos les corresponde ver e interpretar las señales. Con un guía adecuado, dice, "un alumno de catorce o quince años ya sabe bien lo que quiere hacer con su vida". Marina está de acuerdo con que los adolescentes elijan pronto. Cree que ya en el último curso de secundaria (dieciséis años), los alumnos han de tener la posibilidad de escoger entre estudios académicos y profesionales (le parece prematuro un sistema como el alemán, en donde han de elegir entre distintas ramas a los diez años.) "Hay un problema muy serio con los chicos que no quieren estudiar, pero que han de estar en el sistema educativo hasta los dieciséis años, y este es un modo de continuar formándolos sin sacarlos del sistema".
Hace dos años, José Antonio Marina dijo en una entrevista en El Cultural que estábamos en un estado de "emergencia educativa". Opina que seguimos ahí. "Nuestro sistema educativo está completamente estancado. No somos desastrosos, sino mediocres. Estamos en la sociedad del aprendizaje, en la que tenemos que aprender mucho y a lo largo de toda nuestra vida. No solo tenemos que mejorar nuestro sistema educativo, sino concienciarnos de que el aprendizaje ha de durar toda la vida. Aprender es el recurso de la inteligencia para acomodarse al entorno, y el entorno, ahora, cambia muy rápido". Parte de culpa, opina, la tienen los políticos. De "espantoso" califica Marina el compromiso del Gobierno con Bruselas de situar por debajo del 4% del PIB el gasto educativo. "Por debajo del 5% no hay nada que hacer -sentencia-. Hay que dar un mensaje a la sociedad: con un gasto del 5% del PIB en educación, España puede tener un sistema educativo de alto rendimiento en cinco años. Pero yo estoy convencido de que los políticos no van a entrar nunca en razón".