Viene Ignacio Echevarría a leerme la cartilla en El Cultural por replicar en Jot Down a una reseña de Edgardo Dobry aparecida en Babelia sobre Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana (Fundación José Manuel Lara). Según él lo hago con muy malos modales y nos lo hace saber diciendo, con relamida elegancia sin duda, que mi réplica buscaba el lucimiento propio y no sé qué de chulería torera. Añade que "una vanidad supurante" impide que se abra un debate interesante sobre las vanguardias. Esto es como quejarse de que los golpes de un boxeador han impedido que haya combate. Me dirá que, a pesar de la hermandad etimológica, un debate no es un combate y me dará bastante igual. Porque Echevarría asegura que la reseña de Dobry es un modelo de severidad e ironía, casi un vídeo de gatitos al que yo respondí con un documental sobre leonas: si mentir o falsear el contenido de un libro es modelo de algo, ya sabemos qué reseñas aprecia Echevarría. Lo cierto es que la reseña de Dobry acusaba al libro de no decir ni la procedencia de los poemas seleccionados cuando nuestro tomo dedica un montón de páginas a ese cometido. Dado que ese defecto se señala hasta en la entradilla de la reseña, es decir, se informa de ese defecto hasta a quien no lea la reseña, no me parece exagerado deducir que Dobry no había examinado convenientemente el volumen para redactar su texto. Por cierto, en la web de Babelia todavía se mantiene la mentira a pesar de haber pedido yo expresamente que al menos corrigieran ese importante detalle, dado que hace aparentar que hemos tomado los poemas de cualquier parte, en un mero copia y pega. Quizá Dobry pudiera hacerme el favor de pedir que al menos retiren ese embuste.
Me acusa también Echevarría, en su papel de primo de zumosol que viene a poner las cosas en su sitio, de no responder en el mismo medio donde se atacó el libro. Acaso haya olvidado cómo opera en asuntos así Babelia: no concede ningún derecho a réplica con el argumento, válido sin duda, de que si lo hiciera podrían llenársele las páginas de réplicas. Si se me hubiera concedido ese derecho me habría limitado al espacio que me hubieran prestado. No hubo esa oportunidad y tuve que buscarme la vida.
Y por último, intuye Echevarría que mi réplica abusa de tomarme la reseña como un asunto personal. No sé qué entenderá él por "asunto personal", pero para mí trabajar en un libro de casi mil páginas y merecer una reseña en la que no se diga una palabra de lo que el libro contiene y acusarlo de no tener cosas que sí tiene, es, sin lugar a dudas, "un asunto personal": la reseña fue escrita para abaratar, sin argumento alguno, Tierra negra con alas, no gastaba una línea en reconocer los muchos poetas americanos que por primera vez se daban a conocer en España, afeaba que se hiciera hincapié en la más que probada influencia de Ramón Gómez de la Serna en América, no dedicaba una línea a las laboriosas y excelentes estampas biográficas de Bonet... En fin, daba una idea bastante averiada de lo que el libro ofrece. Y eso es, para Echevarría, una reseña razonada. Pues no hay más que hablar. Mi respuesta tampoco era, entonces, ningún ataque personal a Dobry, sino una defensa profesional ante las carencias evidentes -en cuanto a rigor, en cuanto a información- de un texto que, sugiriendo en su muy elegante y ponderada conclusión que el valor de nuestro libro era nulo, despreciaba olímpica e impunemente nuestro trabajo.