Personaje enteramente popular más allá de su pensamiento, Sócrates (Atenas, 470 a. C.-399 a. C.) es unánimemente considerado como el fundador de la filosofía occidental y son bien conocidas desde algunas de sus frases (como el célebre “sólo sé que no sé nada”) hasta anécdotas varias sobre sus desavenencias conyugales y su irritante manía de preguntar. Unos cuantos datos, como se ve, que apenas esbozan una caricatura del personaje. Porque, ¿quién fue realmente Sócrates? ¿Qué cualidades fueron las que han conseguido que su figura siga viva 2.500 años de su muerte?
Esta misma pregunta se planteó el profesor de Estudios Clásicos de Oxford Armand D’Angour (Londres, 1958), que mientras estudiaba las fuentes clásicas para escribir el guion de una película sobre el filósofo advirtió que “sólo ofrecían datos de su vida a partir de los 40 años, cuando ya es el personaje que todos conocemos”. Es decir, ese hombre pobre, de origen humilde y escasa educación que se convirtió en un filósofo brillante, un ético incansable y un maestro piadoso. Sin embargo, D’Angour desconfía de esta imagen legada por sus discípulos Platón y Jenofonte, que no sólo conocieron al pensador ya mayor, sino que tras el famoso juicio que desembocó en su muerte blanquearon su figura y empezaron la construcción del mito que ha pervivido hasta hoy.
Así lo afirma en su minuciosa y reveladora biografía Sócrates enamorado. Cómo se hace un filósofo (Ariel), en la que utilizando antiguas fuentes escritas que generalmente se han pasado por alto o se han malinterpretado, el profesor recupera la imagen perdida del Sócrates joven, mucho más mundana de lo que la tradición ha descrito, y desmiente varios de los mitos que la rodean. “Sabemos que Sócrates fue un soldado antes de ser filósofo y quise zambullirme en la historia personal detrás de ese gran cambio, investigar al Sócrates real para descubrir cómo llegó a ser quien fue”, explica.
De guerrero instruido a filósofo pobre
Y es que según D’Angour el filósofo no fue el pobre iletrado que nos han dicho, sino un ateniense rico de clase alta, que no sólo recibió la mejor educación de la época, sino que, como todos sus contemporáneos, tuvo que participar en las cruentas batallas que asolaron Grecia durante el siglo V a. C. “En aquel entonces, ser un hoplita con todo el equipamiento y durante dos décadas requería un nivel de riqueza elevado, que Sócrates poseía por herencia de su padre, quien era conocido por ser un albañil, pero probablemente era un hombre bastante muy adinerado en un periodo en el que las grandes construcciones de piedra eran muy solicitadas”, argumenta el profesor. "El mismo Sócrates dice (por boca de Platón en la Apología) que la pobreza fue una elección que hizo cuando decidió que la filosofía era su vocación. Desde luego, como relata el libro, es bien conocido su papel heroico en la Batalla de Potidea, considerada por el historiador Tucídides como uno de los catalizadores de la Guerra del Peloponeso.
En cuanto a sus estudios, el hecho de que sus biógrafos alaben su conocimiento y su confianza demuestran que fue esmeradamente educado desde joven. “En su adolescencia tuvo una relación íntima con un notable pensador de la época, Arquelao, que lo introdujo en el círculo intelectual de Pericles. Además, alrededor de los 20 años, el Oráculo de Delfos lo declaró el hombre más inteligente, lo que a la postre fue una espoleta para tratar de demostrarle al mundo aquello de que no sabían lo que pensaban que sabían”, resume D’Angour, que opina que “la importancia de reconocer que Sócrates proviene de un entorno rico es que nos obliga a considerar qué poderosas razones personales podrían haberle hecho darle la espalda a la vida familiar, la comodidad y el dinero, y dedicarse al pensamiento”.
En una época y un entorno en que un hombre era casi exclusivamente respetado como militar o como político, ¿por qué decidió Sócrates dedicarse a la filosofía? D’Angour desgrana varios factores. “Para empezar, Sócrates era intelectualmente curioso como un niño y tenía una extraña condición fisiológica o psicológica, tal vez epilepsia del lóbulo temporal, que lo hizo actuar de una manera que estaba fuera de lugar entre sus compañeros de la élite. Además, era propenso a escuchar una voz desde la infancia, lo que reforzó su extrañeza entre sus compañeros”. Pero la tesis más controvertida del libro viene de su relación con Aspasia de Mileto, una joven y brillante maestra de retórica que fue pareja de Pericles y que, según el profesor influyó profundamente en Sócrates.
Sócrates y el amor ideal
“Eran contemporáneos, así que pudo haber estado enamorado de ella, pero en cualquier caso escuchó sus ideas sobre el amor que lo inspiraron para elaborar una doctrina filosófica sobre el asunto”, defiende. La historiografía tradicional ha rebajado a Aspasia, que en sus salones daba salones daba conferencias a atenienses de élite, incluido Sócrates, sobre el matrimonio y el amor al papel de una hetaira, una especie de prostituta de clase alta similar a las geishas. “Reducida, igual que Pericles, al escarnio de los poetas cómicos posteriores, esto se ha convertido en la denominación común para Aspasia, sin embargo, ni una sola fuente antigua la llama hetaira, y dado que Platón y Jenofonte la tratan en términos respetuosos como maestra y pensadora, creo que es una suposición falsa”.
De hecho, D’Angour relata en el libro, apoyándose en sólidas conjeturas, que Aspasia podría ser la inspiración para el personaje de Diotima, personaje clave de El Banquete de Platón cuyas ideas son el origen del concepto de amor platónico. “Según Platón, Sócrates aprendió de ella todo sobre el amor, fundamentalmente que el verdadero amor trasciende el amor físico. Si Aspasia dijo estas cosas, lo que parece posible, en sus palabras está la inspiración de dos de los procedimientos filosóficos centrales atribuidos (por Aristóteles) a Sócrates: la búsqueda de definiciones generales y la búsqueda de una verdad que trascienda el mundo físico”, explica el profesor.
Además de todos estos nuevos elementos, D'Angour conmina a no desterrar sin más a los filósofos tradicionales, pues en las páginas de ambos, especialmente de Platón, sobreviven bajo la idealización que le era tan cara aspectos de Sócrates de lo más reales como "su sexualidad terrosa, sus irritantes argumentaciones, su ironía exasperante, su incapacidad para controlar a sus alumnos subversivos, su fracaso para tratar con amorosa preocupación a su mujer Jantipa en su lecho de muerte, su falta de persuasión frente a la Asamblea...", enumera el autor. Piezas de un rompecabezas humano que más allá de su propia vida dejó un legado de pensamiento que cimenta nuestra civilización al colocar el amor humano en el corazón del pensamiento occidental europeo.
Algo, que en opinión de D'Angour debería tener en cuenta la analítica y desapasionada filosofía moderna. "Sócrates coloca la vida humana y la ética en el centro de su filosofía, y el amor es fundamental en su pensamiento como lo es en la vida humana", explica el autor. En su opinión, Platón llevó sus ideas ámbito de la especulación metafísica y epistemológica, y Aristóteles ideó categorías lógicas que sustentaran la filosofía analítica moderna, devenida hoy en análisis lógico desapasionado, "pero al final estoy de acuerdo con Sócrates en que la filosofía es una búsqueda para saber cómo los seres humanos pueden vivir mejor y en ese contexto es imposible que el amor no sea central para tal búsqueda", concluye.