Gonzalo Torné (Barcelona, 1976) confiesa sin problemas el origen de su última novela. Se remonta a ese tiempo en el que no dejaban de aparecer por televisión presidentes autonómicos, alcaldes, diputados... toda clase de cargos públicos pillados en algún caso de corrupción. Ahora recuerda cómo "todos salían con aquella cara de ofendidos como si en el fondo pensasen que tenían derecho a lo que estaban haciendo, que se lo habían ganado. Se han escrito muchos libros denunciando la corrupción, pero suele pasarse por alto por qué lo hacen, se da por hecho que el dinero lo justifica todo. Pero son personas con poder, con reconocimiento público, con la vida solucionada... ¿por qué se exponen a este bochorno, a este final penoso, al escarnio, a la cárcel por una cantidad de dinero que ni siquiera podrán gastar, o bien porque tienen que esconderlo o bien porque una vida no les dará para gastarlo? El dinero es muy importante, de acuerdo, pero qué relación establecemos con él, ¿quién domina a quién? El dinero es una fuerza euforizante, con él se puede acceder a miles de cosas, pero también vemos a diario como en nombre del beneficio los países exprimen a sus ciudadanos, y como la humanidad va de camino de amputarse seriamente. Sí, esa fue la primera idea, escribir una pesadilla sobre el dinero".
Pregunta. ¿Cuáles fueron los principales retos que le ha planteado El corazón de la fiesta?
Respuesta. El principal fue exponer narrativamente, a través de unos personajes con preocupaciones propias, las tensiones nacionales y sociales de Cataluña, que son bastante específicas. Otro reto fue construir una narración muy concentrada, que pasase muy rápido de un asunto a otro, sin dejar al lector reposar, una especie de travelling atosigante. Otro, abordar estos asuntos sin mencionar el procés y sin recurrir a personajes reales. Otro fue escribir una “novela de formación” perversa donde el protagonista pasase por todas las experiencias clásicas y no aprendiese nada. Otro escribir sobre Violeta Mancebo. Podría estar hasta mañana, ¡hay tantos retos!
P. El protagonista de su novela anterior, Años felices era Alfred Montsalvatges, y la de El corazón de la fiesta es Clara Montsalvatges. ¿Comparten algo más que el apellido?
R. En todas mis novelas repiten personajes, todas están conectadas aunque se puede empezar por cualquiera. Alfred en Años felices optaba por exiliarse ante la perspectiva del franquismo, su compromiso era la huida, desentenderse de todo aquello, vivir su vida. Clara en Hilos de sangre ofrecía el contraste entre una generación (la de Alfred) a quien la política y la historia les había pasado por encima en forma de guerra civil, con otra (la mía) que se había despolitizado y que vivía el sueño del final de la historia, el adiós a los conflictos de clase. Donde Alfred huía, Clara se retiraba. En El corazón de la fiesta Clara testimonia las consecuencias de aquella retirada hacia la vida íntima (que es una postura que me resulta muy simpática), de dejar el espacio público libre a los políticos “profesionales”.
Intoxicación extremista
P. Años felices tenía mucho de relato generacional. También esta novela, pero ahora circunscrita a la Cataluña del nacionalismo y la corrupción... ¿no teme despertar las iras de los extremistas por acercarse a la lucha identitaria con humor y desenfado?
R. No creo que ningún extremista de ningún signo se acerque a esta novela, tienen sus propias vías de intoxicación. La novela no deja de ser un artefacto sofisticado que exige cierta complejidad mental, al fin y al cabo todos somos más complicados de los que nos mostramos en público en el sentido de que tenemos dudas, otras lealtades, interés por los que no piensan como nosotros... La novela es una exploración sobre asuntos sensibles como la identidad y la clase, pero están en tensión. No es una denuncia ni siquiera una exposición. Injusta y parcial como es (no hay otro remedio) las novelas son máquinas de discutirse a sí mismas.
P. Uno de los primeros descubrimientos de uno de los personajes,Astrid, la madre del Bastardo del rey de Cataluña, es que los catalanes son verdaderos españoles en su sentido más cutre, tópico y reaccionario... ¿Cómo vive un escritor acostumbrado a leer, traducir y tratar con los mejores autores internacionales en una sociedad cada vez más autoreferencial y dividida?
R. Un elemento muy importante en la novela es la “cadena del desprecio”, la idea de que toda “identidad” se apoya sobre otra comunidad a la que se desprecia de manera más o menos explícita. La intensidad de esta cadena es muy variada, puede ir desde las rivalidades populares hasta el genocidio. Uno de los vectores habituales va de norte a sur, pero a menos que uno sea esquimal todo el norte está al sur de algo. En Cataluña a veces nos gusta decir que somos la Dinamarca del sur pero cuando un inglés o un holandés dice PIGS para referirse despectivamente al sur de Europa ni se le ocurre hacer una excepción con la catalana terra, nos ven igual de sureños. El contraste que ofrece Astrid era muy importante para mí. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, creo que la imagen está distorsionada, en Barcelona vivo muy bien, muchos de mis interlocutores favoritos editan y escriben en catalán, el nivel de traducción es altísimo, y es una literatura sensible al resto del mundo. La que sí es un poco pesada es la cultura que se mueve alrededor de los partidos políticos que funcionan como imanes de captación de mediocridad, como en cualquier otro sitio.
El secreto de Barcelona
P. El corazón.... es una sutil declaración de amor a Barcelona: ¿en qué sentido la ciudad es una suerte de proyecto utópico que se cumple cada día?
R. En la novela Barcelona es importante porque es una ciudad que no se ha dejado asimilar por el nacionalismo catalán de derechas. Está desafección frustra mucho porque ya me dirás qué credibilidad internacional puede tener un movimiento independentista cuando ni siquiera has logrado persuadir a tu capital. Por otro lado, Barcelona es singular porque es el único caso que conozco donde se da una convivencia no solo pacífica sino enriquecedora entre dos lenguas. A pie de calle nunca sabes cuando una conversación va a pasar de un idioma a otro. Es el desmentido viviente de uno de los axiomas ideológicos de la sociolingüística mágica: que dos lenguas no pueden convivir sin destruirse, al catalán nunca le ha ido mejor. La relación puede ser tensa y competitiva, pero también lo es con el inglés, el gran colonizador cultural, basta con ver el telediario. La Barcelona literaria es excepcional porque no solo se la observa desde distintas perspectivas sociales, sino desde dos idiomas distintos, es una literatura especialmente sensible a las tensiones culturales y de clase. Así se ha ido formando (más por agregación que por programa) una tradición de escritores que escriben en castellano sobre la ciudad (Barral, Biedma, los Goytisolo, Vázquez-Montalbán, Marsé, Mendoza, Casavella...) que no se dejan asimilar fácilmente por los temas y estilos predominantes en la literatura española, y que para mayor lío remiten a un modelo escrito en catalán.
"El fenómeno de aupar a gobernantes que a cambio de satisfacer tu orgullo identitario te fastidiarán la vida es un fenómeno casi global. Una desgracia curiosísima"
P. En su novela, los corruptos acaban pagando su latrocinio. ¿Llegaremos a verlo? ¿Pagará alguien el haber dividido un pueblo que convivía sin problemas? ¿O era inevitable el conflicto?
R. Hemos visto muchos ya procesados y en la cárcel, muchísimos, y por todo el país, incluso se ha condenado a dos partidos políticos. En España parece como si la justicia funcionase mejor que los votantes que sigue confiando en partidos que han demostrado ser muy fiables deteriorando las condiciones económicas de sus regiones. De todos modos el fenómeno de aupar a gobernantes que a cambio de satisfacer tu orgullo identitario te fastidiarán la vida es un fenómeno casi global. Una desgracia curiosísima.
P. En la novela se evidencia, además del humor, la preocupación por dar una dimensión poética al lenguaje. ¿No es una temeridad ahora que parece haberse puesto de moda una narrativa de estilo poco exigente, casi descuidado, que imita lo que ha triunfado fuera?
R. No sé si “poética” es la palabra. Lo que yo busco es que la página sea lo más intensa posible. Ahora mismo pienso que la función del arte es levantar testimonio de la complejidad de estar vivo, mi compromiso es con esta causa y trato de hacerlo lo mejor que puedo. Y una de las vías para mí es darle vueltas a las frases hasta que creo que por una idea, por un ángulo inesperado o por una expresión justa transmiten más intensidad al lector, fijan mejor su atención. Pero el propósito no siempre es la belleza, a veces es ser más rápidas, más flexibles o más brutales.
Las mujeres, agentes dobles
P. Si en Años felices las mujeres tenían un protagonismo indiscutible, aquí son verdaderos motores del relato, pero sin ocultar sus contradicciones y debilidades. ¿Tan enigmáticas resultamos como personajes, llenos de aristas pero en el fondo tan simples?
R. Una de las tensiones que recorre el libro es examinar a qué te obliga una “identidad”. ¿Condiciona? ¿Define? ¿Es un destino? ¿Un punto de partida? El asunto es complejo porque la identidad no es algo de lo que podamos desembarazarnos sin esfuerzo, está asociada a derechos (no puedo quedarme a vivir en los Estados Unidos solo porque yo decida sentirme estadounidense) y a expectativas, pero tampoco nos satisface por completo. Nadie puede vivir dentro de una identidad respondiendo plenamente a las demandas y a los supuestos, que por otra parte pueden llegar a ser muy exigentes, toda esta zona de sombra, que a veces uno mismo no reconoce es interesantísima. Además, la identidad es variada y en ocasiones contradictoria: sociedad, clase, género; cada una tirando en direcciones no siempre coincidentes. Creo que tanto Clara como Violeta son bastante conscientes de lo que implica y se espera de ellas por su “condición” de mujeres, y entran y salen a su conveniencia, y no siempre con buen resultado. Son unas agentes dobles, como casi todos.
P. Es uno de los mejores editores independientes que existen: ¿qué está leyendo ahora, qué, a quién no deberíamos perdernos?
R. Muchas gracias, pues he pasado muchos meses leyendo a Lord Byron y ahora mismo estoy enfrascado en el grupo de Bloomsbury, así que no puedo dar muchas pistas. Desde el convencimiento pleno recomendaría alguno de los asombrosos poetas que ya van dejando de ser jóvenes: Vicente Monroy, Rosa Berbel, Óscar García Sierra...
"Asociarte con Benet tiene un valor en negativo: te desmarca del costumbrismo, de la sensiblería, de los tópicos facilones... en ese caso me gustaría, ¿a quién no?"
P. ¿Y a qué poeta joven catalán?
R. La mejor poesía que he leído en catalán últimamente es La cremallera de Martí Sales. Blanca Llum Vidal también me parece una gran poeta. Y aunque es traductor, Aranu Barios ha hecho un trabajo tan prodigioso con la versión catalana de Eugenio Oneguin, que es por derecho propio poesía catalana.
P. Se le suele relacionar con Benet y con David Foster Wallace: ¿qué les debe, qué le enseñaron, si tal deuda existe?
R. A Forster Wallace no lo he leído de manera significativa. Benet no sé... me gustaba mucho, pero creo que no me parezco en nada. Supongo que asociarte con Benet tiene un valor en negativo: te desmarca del costumbrismo, de la sensiblería, de los tópicos facilones... en ese caso me gustaría, ¿a quién no? Pero creo que las comparaciones y las referencias son invitaciones a la lectura, no tienen demasiado valor crítico, al final el interés es parecerse cada vez más a uno mismo. Igual es una tontería pero más que gustar a más o menos gente lo que más me emociona ahora mismo es profundizar en la escritura de los libros que solo el novelista en el que me he ido convirtiendo puedo escribir.