Uno recuerda a Valérie Tasso con dos rombos, con la sintonía de los programas de variedades con contenidos y dentro de todo un torrente de literatura con el acento francés, forzado o no, que le daba más seriedad si cabe a lo que decía. Valérie, en la distancia...
Porque si la Literatura es un viaje desde Homero, si nos hablaron de la pulsión de muerte los psiconanalistas de la taberna, la Literatura es sexo. Con mayor o menor fortuna el sexo es pasión, razón, sinrazón, castración y otros palabros del estilo. Si insistimos en el acento francés de Tasso es por su origen, pero también por ser embajadora de la Francia liberada frente a una España que década y media antes era Landa y era Torremolinos. España la creyó francesa -que lo es- y el pacto con la autora estaba claro.
Tasso se sale de horma por hablarnos de sexo sin tapujos, respondiendo televisivamente a las perversiones y a las represiones, que en España son muchas y plurales. El sexo es una bella arte tratada por la pintura y acertada por la Literatura, por todo lo que la materia gris - principal órgano sexual- ha aportado a hacer del orgasmo un placer barato, total y democrátrico.
La cosa es que Valérie Tasso nace el 23 de enero, festividad de San Agatángelo y Santa Emerciana, cerca de Reims. La francesa nos cuenta en abierto que pierde la virginidad a los 16 años y que por esa fecha tiene un gato y empieza a buscar en los márgenes de la represión adolescente una cosa que pasa, que es la vida. La pérdida de la virginidad es un hecho biológico, hermoso, tedioso o inmediato, pero en Tasso coincide con una lectora voraz que va saliéndose de horma con las lecturas de Marguerite Duras: "me he convertido de repente, sin quererlo, en una Duras improvisada, obsesionada de por vida con un amante que la volvió loca a los quince años, condenada a escribir esa pasión que la fijó para siempre en ese momento adolescente".
Todo lo que sabemos - o intuimos- de la Tasso más íntima sale a la luz en un dietario originalísimo, 'Diario de una ninfómana'. Claro que los personajes no tienen nada que ver con la realidad, salvo "la pura coincidencia" de que todos somos física, química y misterio.
A Tasso, como al otro, nada humano le es ajeno. Y por eso sabe que el sexo puede ser salvación. "El sexo posiblemente nos salva de lo mismo a lo que nos condena. ¿Recuerdas aquel poema de Miguel Hernández titulado 'Llegó con tres heridas'? Esas heridas con las que llega el poeta, y a las que canta para exorcizarlas, son las del amor, la de la muerte y la de vida. Bien, pues todos llegamos con tres heridas (eso ya lo apuntó Freud); la condición sexuada, el lenguaje y nuestro conciencia del "irse muriendo" (mucho más que el morir en sí). A nosotros nos pasa igual; sólo a partir de nuestra condición sexuada nos salvamos de nuestra propia condición sexuada."
Acaso, hay un aporte metafísico de Valérie que es complejo y que desmonta la creencia de baratillo que Occidente tiene del sexo: "ese principio erótico del "tener que ver" con los demás sólo es resoluble en su infinita complejidad y en lo farragoso y arriesgado de su ejercicio desde el sexo (no desde el follar, que es una noción absolutamente menor, sino desde la humana condición sexuada)."
Tasso estudió Empresariales pero también Lenguas Modernas en un Pentecostés sensual para encontrar a Nabokov o Céline o Quevedo en las lenguas maternas. Eso de comprender -y hacer el esfuerzo de conocer los límites y los extremos de las lenguas- nos acerca a Wittgenstein pero también al afán de Valérie de asumir toda la Literatura que sea posible. Cree Tasso que la Literatura "es en sí misma" y que "gracias a ella podemos resguardarnos un poco de las inclemenecias de lo que está siempre a punto de desbordarse, de lo que no va a poder ser simbolizable, de lo que nos sobrepasa".
Que el sexo es el motor de la Historia ya lo hemos consignado en el arranque de este perfil entre tórrido y filosófico, lo cual nos lleva a preguntarle a esta escritora que se sale de horma y posa con un látigo sobre el modo en el que el Arte ha tratado el orgasmo, la 'petit mort' y eso... Cada "arte es una óptica distinta de abordar la condición sexuada", una condición que en "la persona culta actúa de manera sinérgica". Porque encontrar el placer estético, pienso yo al calor de sus lecturas, debe ser un ejercicio concomitante con otros placeres: desde el comer y evocar otros mundos a una noche en el Museo del Prado a ese rayo teresiano que nos impacta cuando contemplamos el Cristo de Velázquez.
Sabe Tasso que hay escritores que "hablan de literatura de oídas (teniendo, además, un oído durísimo)". Y del mismo modo que hay narradores que escriben de sexo también de oídas: "nos creemos que por el simple hecho de tener genitales -y usarlos de higos a brevas- sabemos algo de lo que es nuestra condición sexuada y, por lo tanto, de cómo plasmarla, pero llegar a comprender algo, por mínimo que sea, de ese fascinante misterio, requiere de una profundización, un arrojo y unas dotes críticas que no muchos poseen… Desde luego, un número infinitamente menor de los que dicen escribir sobre eso que vienen en llamar 'sexo'".
Después de estas aseveraciones tan categóricas, Tasso tiene una obra que la respalda. Tasso tiene, como Ortega, la cortesía de la claridad y de la amenidad. 'Diario de una ninfómana' y 'París, la nuit' nos ilustran la Valérie que viaja al fondo de la noche. Luego, claro, están los libros más o menos ensayísticos en los que nuestra perfilada debe ser y es amena, clara, completa y alejarse de moralismos. Entre ellos "Sexo 4.0 : ¿Un nuevo (des) orden amoroso?" ahora que vamos por el 5G y seguimos sin gobierno.
A Valérie Tasso se le agradece la sinceridad de que el sexo sea lo capital, y sobre la pulsión hecha civilización sobresale la escritora, divulgadora en programas serios o en el programa de Manu Sánchez, el intelectual que cecea.