Clara Campoamor

La imagen de Clara Campoamor ante las masas, defendiendo el voto femenino y el divorcio, forma parte de nuestra memoria colectiva. Pero la jurista fue también una lectora febril de poesía, a la que dedicó los ensayos que recupera la Fundación Banco Santander con el título Del amor y otras pasiones.

Cuando estalló la guerra civil, Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1972) no quiso ser cómplice del fraticidio. Temiendo además por su vida, abandonó España y tras pasar por Italia y Suiza, en 1938 se instaló en Buenos Aires, donde vivió veinte años de sus conferencias, traducciones, biografías y artículos. Sin recursos propios ni más auxilio que la solidaridad de unos pocos, la jurista tuvo que malvivir escribiendo. Y recurrió a lo que más amaba, a una de sus pasiones escondidas: la poesía en español. Así nacieron sus colaboraciones en la revista femenina “Chavela”, con piezas en las que lo mismo comentaba un romance de Zorrilla que los poemas de Espronceda. Son los artículos que ahora recupera Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo en Del amor y otras pasiones, en la colección Cuadernos Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander. En ellos, explica Ledesma, el lector descubrirá “a una Clara Campoamor inesperadamente lírica, apasionada por la literatura y por la poesía iberoamericana, de la cual tenía un conocimiento íntimo. A través de su mirada, el lector podrá asomarse a la sensibilidad de esta mujer que creíamos endurecida por la contienda política”. De San Juan de la Cruz a Manuel Machado, pasando por el Quevedo satírico, Bécquer y Amado Nervo, el libro traza una suerte de historia íntima y muy personal de la poesía en lengua española, comandada por Sor Juana Inés de la Cruz, a la que además del artículo incluido en el libro, la jurista dedicó una biografía en 1944.

Perpetua tortura

En efecto, si hay un ensayo en el libro que refleja qué tipo de lectora era Clara Campoamor, para Beatriz Ledesma es precisamente “Sor Juana Inés de la Cruz, la décima musa”. La razón es irrebatible: en él “la vemos concentrarse en una figura a la que admiraba no sólo como mujer, sino también como poeta. Por momentos se vislumbra en la poesía de Sor Juana Inés una lucha que acaso sea la misma que libró Clara, cuando dice de ella que ‘vive en perpetua vehemencia y tortura, y no las oculta'”. Otro ensayo revelador es “Los ojos, obsesión de poetas”, ya que “elige un tema netamente literario y despliega su dominio de la tradición poética iberoamericana para abordar, con ironía y vivacidad, un tópico literario que trasciende las escuelas, los países y las épocas”. Lo más asombroso de los artículos de Campoamor es que nada suena pretencioso ni impostado, quizá porque en ellos la política presta a la amante de la poesía algunos de los rasgos que la caracterizaron en los foros, esto es, “la elocuencia, el ardor expositivo, la capacidad de argumentación, la conciencia de la estructura del discurso, el ojo para detectar un detalle que revela un carácter... Y, por supuesto, el entrenamiento de la memoria”, destaca Ledesma. A fin de cuentas, memoria, y mucha, necesitó la exiliada para comentar títulos, poemas y autores que había tenido que dejar atrás, con sus libros y sus papeles, “al empezar una vida nueva estrictamente con lo puesto”. Claro que de eso, de memoria y tenacidad, Campoamor había dado lecciones desde niña. Huérfana de padre desde los 10 años, tuvo que abandonar sus estudios a los 13 para trabajar con su madre como modistilla. Y sólo su tenacidad y su talento explican cómo aprobó a los 21 unas oposiciones a Correos y Telégrafos, cómo a los 26 fue número 1 de su promoción en otra a maestra para adultos, cómo hizo el bachillerato en dos años a los 30 y cómo acabó Derecho también en otros dos. Tras una vertiginosa carrera jurídica y política, Campoamor se convirtió en la defensora de los derechos de la mujer en España, y de eso, de feminismo y política, trata en las dos entrevistas que también se incluyen en Del amor y otras pasiones, en las que, por ejemplo, niega que el voto de la mujer esté mediatizado por la Iglesia o rechaza lo que hoy conocemos como lenguaje inclusivo. Quizá por eso mueve al asombro que Campoamor no se ocupe en el libro de más autoras. La razón, según Ledesma, no sería tanto que no valorase a sus contemporáneas, sino que apostó por la recuperación de un pasado más o menos remoto, “como refugio ante las inclemencias del presente. Como muchos intelectuales exiliados, Clara sintió un interés renovado por la literatura del Siglo de Oro y por los mitos culturales hispánicos, como Don Juan, quizá porque volver la mirada hacia ese pasado implicaba insertarse en una tradición que ofrecía una continuidad frente a la fragilidad de un presente y un futuro inciertos”. @nmazancot

Autorretrato

"Si la vida me ha brindado el regalo de las flores, también es cierto que no se ha olvidado de las espinas. Mi vida puede expresarse con una sola palabra: trabajo. Durante dos años he sido empleada en una oficina de telégrafos; he estudiado a horas perdidas la carrera de Leyes; he trabajado en mi bufete de abogada, al mismo tiempo que pronunciaba conferencias en el Ateneo y discursos políticos en los mítines populares... Pero no me quejo. Como usted puede comprobar, esa vida de lucha y de duro trabajo no ha extinguido ni mi entusiasmo ni mi buen humor. En política, otros presumen de hábiles; yo prefiero obedecer a mis impulsos y mis ideas más personales. [...] Con la intervención directa de la mujer, la política en España va a transformarse profunda y radicalmente".