Isaac Rosa. Foto: Fundación BBVA - Carlos Hernández
Ángela y Antonio se creían especiales, una pareja indestructible -"Angelonio" los llamaban en su círculo de amigos-, pero en algún momento su relato común comenzó a dividirse en dos versiones que tras la ruptura se arrojan a la cara por escrito, acompañadas de una tromba de reproches y metáforas para explicar el desastre. Su batalla dialéctica se titula Feliz final y es la última novela de Isaac Rosa, una historia que nace de su interés por contar "lo que está pasando hoy en el amor", explica a El Cultural el escritor y periodista.Las novelas de Rosa siempre parten, como en este caso, de un intento por comprender la sociedad en la que vive y, especialmente, los problemas de su generación. El país del miedo narraba en 2008 las preocupaciones de una clase media acobardada por sus temores (y eso que la crisis apenas asomaba la pata todavía); La habitación oscura, los anhelos perdidos de una generación que confiaba en que viviría mejor que la de sus padres; La mano invisible, los efectos alienantes del trabajo… Todo lo anterior confluye e influye en la vida de la pareja retratada en Feliz final, asfixiando el amor y convirtiendo el divorcio (sobre todo en el caso de las parejas con hijos) en una condena a la precariedad.
Feliz final viaja hacia atrás en el tiempo, en busca de aquel punto en el que los caminos de los protagonistas empezaron a separarse. En el trayecto el lector es testigo de sus miserias, de sus miedos, de sus celos, pero también de cómo los factores externos antes mencionados van minando la relación de pareja, que según el autor es un microcosmos que hoy funciona con la misma lógica de mercado que el sistema capitalista.
Pregunta.- Para dedicarle 300 páginas a una ruptura amorosa, parece necesario estar muy implicado emocionalmente con el asunto. ¿De dónde nace la idea de escribir este libro?En el amor buscamos hoy lo mismo que los empresarios: minimizar pérdidas y maximizar beneficios"
Respuesta.- En esta novela hay mucho de mí, por supuesto, pero no más que en mis novelas anteriores; incluso hay más de mí en La mano invisible o en El país del miedo. Dicho esto, todas mis novelas nacen a partir de una inquietud social, política e intelectual, que en este caso tiene que ver con el estado de las relaciones, con lo que está pasando hoy en el amor; también de una ambición artística, en este caso la de contar el amor, un tema del que se ha escrito tanto, de otra manera.
P.- Al utilizar la expresión "lo que está pasando en el amor" revela una intención de analizarlo como fenómeno colectivo. ¿Qué está pasando, pues, hoy en el amor?
R.- Durante la escritura del libro me han acompañado las teorías de la socióloga Eva Illouz. Ella habla en sus libros sobre el dolor amoroso, el amor romántico, el capitalismo afectivo, de cómo el amor puede ser un microcosmos privilegiado para entender y visibilizar los procesos del capitalismo contemporáneo. Las tensiones y conflictos de la sociedad y del tiempo en que vivimos son más evidentes cuando miramos a otros ámbitos como el mundo del trabajo, las relaciones sociales o la política, pero coincido con ella en que las relaciones amorosas son un terreno idóneo para observar cómo el capitalismo se ha metido dentro de nosotros. Somos agentes del capitalismo incluso en nuestra intimidad.
P.- ¿Entonces cree que en el ámbito amoroso operamos con la misma lógica que el mercado?
R.- El capitalismo ha entrado en nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestra intimidad, e intenta apropiarse de nuestras emociones, que constituyen el último terreno que le queda por conquistar. Es el capitalismo emocional. No hay que olvidar que el capitalismo es un sistema económico pero también cultural, lleno de valores e ideología. Ahora somos emprendedores emocionales y aplicamos al amor el mismo cálculo económico, buscando lo mismo que los empresarios: minimizar pérdidas y maximizar beneficios. La forma en que el capitalismo se ha infiltrado en nuestras vidas es tan evidente que ni lo vemos, se ha vuelto invisible.
Estoy rodeado de divorciados que no es que se les haya averiado el ascensor social, es que se han caído por el hueco"
R.- Sí, todos pensamos que nuestro amor es excepcional, que nuestro pequeño amor es el amor con mayúscula. Pero en el fondo todos tenemos un amor mediano, incluso mediocre. Esto tiene que ver también con la falta de imaginarios que no pasen necesariamente por lo épico en el amor y por lo trágico en el desamor. Cualquier historia de amor que vivamos, comparada con eso, se nos cae, resulta pobre. Si tuviéramos más representaciones del amor mediano, con minúscula, sentiríamos menos frustración, menos nostalgia por lo que no tenemos y menos dolor.
P.- Una de las tesis más importantes del libro es que divorciarse es un lujo y que en vez de una puerta a la libertad es una condena a la precariedad.
R.- Tenemos el divorcio como algo normalizado, legitimado e incluso aspiracional, lo veíamos como una etapa más de la vida, que formaba parte del mismo paquete que incluía la jubilación, los derechos sociales garantizados y tantas otras cosas que se han ido por el camino. Sin embargo, para quienes hoy se divorcian en torno a los 40 años, se ha convertido en algo dramático por motivos económicos. En una ciudad como Madrid es muy difícil, con un solo sueldo, conseguir un piso mínimamente digno al que puedas llevar a tus hijos. Yo estoy rodeado de divorciados de mi generación que no es que se les haya averiado el ascensor social, es que se han caído por el hueco. Han vuelto a casa de sus padres o han vuelto a compartir piso, que con 20 años es como vivir en una telecomedia permanente, pero con 40 años e hijos no es tan divertido.
P.- Hay una estampa que menciona en el libro muy ilustrativa de esto: un VIPS lleno de padres divorciados invitando a sus hijos a unas "tortitas compensatorias" porque no tienen un piso digno al que llevarlos. Y el protagonista fantasea también con la idea de contar este fenómeno en un libro.
R.- Él bromea con que ese libro sería el equivalente a Yo fui a EGB, algo así como Yo me divorcié. Es una vivencia muy común en mi generación que está por contar, sobre todo con respecto a cómo la vivió la generación de nuestros padres. Lo dejo ahí por si alguien se anima, aunque solo hay dos formas de abordarlo: o caes en el drama social o te vas al monólogo del Club de la Comedia.
@FDQuijano