Escritor de cuentos rompedores y vanguardistas, epigramista, traductor, erudito ensayista y compositor de collages surrealistas llenos de fantasía, humor y mucho erotismo, Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923-Thézy-Glimont, Francia, 2010) fue ante todo un poeta iconoclasta que aceptó la soledad a cambio de la libertad creativa. Poeta profetizado por su padre, el escritor modernista Eduardo de Ory, marqués y amigo de Alfonso XIII, tenía idea de su trascendencia desde niño. Por eso acumuló de forma meticulosa a lo largo de su vida todo tipo de papeles, tanto personales como referentes a su obra, y cultivó varios diarios íntimos, algunos inéditos y otros publicados.
De este ingente material, más de 3.000 cartas y textos reunidos en su fundación homónima, y de los testimonios directos de familiares y amigos, además de un minucioso estudio de su obra y de una selecta bibliografía crítica, se ha valido el poeta José Manuel García Gil para componer Prender con keroseno el pasado (Fundación José Manuel Lara), Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías, un recorrido vital y artístico por la figura de De Ory.
Para García Gil ha sido imposible disociar la agitada peripecia vital del poeta de sus composiciones, pues asegura que "la historia de su vida está transmutada en su obra. Ambas mantienen un fluido diálogo, y constituyen a partes iguales el núcleo de su personalidad y estilo". Esta biografía permite acceder a su obra, que, a juicio del biógrafo "se ha leído poco y mal, pues ha sido consumida por el personaje creado por De Ory. Este libro permite resituarlo, porque puede que no sea, quizá por decisión propia, un autor central", reconoce, "pero sí se debe poner en valor su capital importancia en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX.
La rebeldía del postismo
Durante su juventud, De Ory aprovechó la imponente biblioteca paterna para leer y asimilar diversas fuentes poéticas de varias épocas, como los grandes románticos, Leopardi y Novalis, ante todo, los simbolistas, con Baudelaire y Rimbaud a la cabeza, los superrealistas, los modernistas y también, los clásicos del Siglo de Oro. Con ese bagaje formado por lo mejor de la tradición y la vanguardia elabora De Ory la fórmula de irracionalidad lúdica y subversiva que se llamó postismo, una de las principales rupturas estéticas contra las tendencias dominantes y oficialistas de la poesía española en época oscura y afligida, donde ya imperaba la poesía de corte social.
Un poeta de poetas
Son estos y otros nombres de la cultura los que evidencian para el biógrafo "el desajuste entre la calidad de su obra y la poca atención que ha recibido de los circuitos dominantes de la cultura. Entre sus muchos amigos y defensores estaban Félix Grande, Pere Gimferrer, Juan Eduardo Cirlot, con quien mantuvo una prolongada y profunda relación exclusivamente epistolar, su gran amigo Francisco Nieva, que también se autoexilió, Gloria Fuertes, Guillermo Carnero, José Manuel Caballero Bonald, e incluso Roberto Bolaño, con quien entabló una especie de relación de maestro y alumno desde que era muy joven", cita García Gil.
Precisamente Caballero Bonald, lo evoca con certera mirada en su reciente obra Examen de ingenios, afirmando que "Carlos Edmundo de Ory es en sentido literal un arquetipo. Su obra supone un notable ejemplo de vitalidad creadora, de estrategia independiente frente a cualquier precepto literario de curso legal, defendiendo en todo momento lo que el ejercicio de la literatura tiene de aventura, de peligro indagatorio, de búsqueda de normativas no coincidentes con los patrones de la más habitual divulgación".
También Gimferrer lo citaba en su día como "uno de los grandes poetas españoles contemporáneos. Quizá por su residencia en el extranjero gran parte de su vida y porque, primero, se adelantó a su época y, luego, estuvo al margen de ciertas corrientes imperantes, nunca se le acabó de hacer justicia. Pero es un poeta absolutamente extraordinario por su prodigiosa inventiva de palabra e imagen y la mezcla de trascendencia metafísica y sentido del humor". Para García Gil, la aportación literaria de De Ory se resume en "una obra poco conocida, nacida de un poeta fuera del tiempo y de encasillamiento imposible, que puede leerse hoy en día con total actualidad".