París, 1968, de Marcelo Brodsky, del libro 1968. El fuego de las ideas (Ed. RM)
1968 es recordado con cierto aire entre pop y melancólico. Es un año marcado por las emociones del Mayo francés, y algunos de sus protagonistas siguen en puestos de mando. Es un capítulo biográfico muy connotado para una generación aún poderosa en Europa occidental, lo que también hoy dificulta un análisis más objetivo. ¿Servirá el 50 aniversario del Mayo francés para ofrecer una visión más completa de sus aciertos y de su cara B? Varios libros recién publicados ayudan en ese propósito.
Este malentendido respecto a este año crucial ha sido bien cartografiado por el periodista Ramón González Férriz en 1968. El nacimiento de un mundo nuevo (Debate). Su recorrido panorámico por Italia o México, pasando por Japón o Alemania, es una rica aproximación a unos meses cuyos efectos en los discursos y conceptos de nuestros debates políticos todavía están presentes, aun inadvertidamente. El Mayo parisiense ha de ser necesariamente complementado con otras aportaciones ensayísticas para comprender su verdadero significado, a riesgo, si no, de obnubilarnos con un romanticismo político alicorto, narcisista y contraproducente aún presente en nuestra conversación pública. Un dicho que alimentó esta confusión fue uno de los eslóganes del propio Mayo francés: "Las revoluciones son fiestas o no son".
A esta tarea clarificadora contribuye también el reciente Revoluciones. Cuando el pueblo se levanta (Turner), del periodista Gero von Randow (Hamburgo, 1953). Aunque es un ensayo que trasciende en espacio y tiempo los sucesos de 1968, aborda estos últimos con perspicacia y aporta visión histórica del significado del ser revolucionario. Hay mucho de revoluciones previas en el 68, y mucho del 68 en movimientos y grupos posteriores como los presentes en los así llamados "años de plomo" en Italia con las Brigadas Rojas, en Alemania con la Baader Meinhof, o, más tarde, en las de las Primaveras Árabes. Su libro aporta algo de epistemología y contexto en un debate contaminado de presentismo épico. 1968 tuvo muchas caras, y von Randow nos lo recuerda citando a Kundera, que compara París con la Praga que resiste a los tanques soviéticos en ese mismo año: "El Mayo parisiense, iniciado por los jóvenes, estaba imbuido de un pensamiento revolucionario lírico, mientras que la Primavera de Praga se inspiraba en el escepticismo posrevolucionario de los adultos".Patricia Badenes refleja cómo en España el 68 sorprendió a una dictadura que llegó a temer el contagio
A esta revolución que Kundera contrapone con la de París ha dedicado Luis Zaragoza Las flores y los tanques. Un regreso a la primavera de Praga (Cátedra). Un libro que declara desde el principio su intención al preguntarse: "¿Quién recuerda la Primavera de Praga? ¿Quién conoce siquiera lo que hay tras la locución ‘Primavera de Praga'? Cuando se evoca ‘el 68', la memoria y la divulgación se dejan fascinar por la poesía y la plasticidad del mayo francés". Y no le falta razón. Su relato es amenísimo, escrito con un extraordinario sentido del ritmo para recrear el vértigo de aquellos días de esperanzas frustradas. Destaca también la capacidad del autor para conjugar el dramatis personae praguense con los retratos a vuelapluma de la situación geopolítica global.
Congruente con su evolución ideológica, el filósofo Gabriel Albiac actualiza un ensayo de 1993 y publica Mayo del 68. Fin de fiesta (Confluencias), una particular memoria de aquellas semanas que comenzaron el mismo día que el autor, presente en París, cumplía 18 años. Su tránsito de la simpatía al escepticismo, cuando no a la condena transita por los principales personajes de la época, desde De Gaulle a Marcuse, a los que da voz en un relato coral que tiene en su prosa y la estructura sus puntos fuertes, y en su inflexibilidad y previsibilidad respecto al legado del 68 su talón de Aquiles. "Porque es la muerte lo que el progreso histórico significa. Y el genocidio lo que se enmascara apenas bajo el nombre solemne de revolución", resume en un trazo grueso que casa mal con un año de extrema complejidad. La exquisita Página Indómita rescata La libertad, ¿liberal o libertaria?, en la que Raymond Aron muestra las contradicciones de un movimiento que enmascaraba en su apariencia lúdica peligrosos ramalazos antiliberales.
En cuanto al significado de este año al otro lado del Atlántico, cuenta el periodista Mark Bowden en Hué. 1968. El punto de inflexión en la guerra del Vietnam (Ariel), una extensa crónica divulgativa y magistralmente estructurada, que "los estadounidenses ya no volverían a confiar ciegamente en sus líderes nunca más". El autor recrea la ofensiva que comenzaría a primera hora de la mañana del 31 de enero, el primer día del Año Nuevo Lunar y del Tet sobre la capital histórica de Vietnam, que sumaba el valor simbólico a la importancia estratégica. Sobre ella avanzaron en un movimiento coordinado y planificado las tropas del Ejército de Vietnam del Norte y el Viet Cong tras una labor de infiltración que un mando de la marina calificó como "un milagro de la logística". Fueron necesarios veinticuatro días de combates para recuperar la ciudad. La batalla de Hué fue la más sangrienta de la guerra de Vietnam.
El fin de época quedó reflejado en la renuncia del shakesperiano presidente Johnson a la reelección, atormentado por una victoria en la que no creía. También en las caóticas convenciones demócrata y republicana que encumbraron al triste Hubert Humphrey y al tramposo Nixon, eventos retratados con irónico barroquismo por el iconoclasta Norman Mailer. En palabras de Bowden, en los centros de poder americanos "todo el mundo sabía lo que estaba pasando". Cuenta Bowden que "se habían lanzado más bombas sobre Vietnam del Norte y del Sur a principios de 1968 que sobre Europa en toda la segunda guerra mundial". Un año con una nutrida cara B y no tan festivo.