De pronto, de México a Japón, pasando por Europa y Estados Unidos, los jóvenes de todo el mundo se rebelaron en 1968 contra los sistemas políticos imperantes convencidos de que el mundo que les legaban sus padres era aburrido, injusto y criminal. Sin un plan concreto, pero armados con nuevas ideologías de izquierdas, una retórica audaz y unas tácticas de protesta que imitaban a las guerrillas, rompieron los grandes consensos políticos y culturales que habían estado en pie desde el final de la Segunda Guerra Mundial. 50 años después y huyendo de la mitificación que acompaña a todo lo ocurrido entonces, el periodista y escritor Ramón González Férriz (Granollers, 1977) elabora en 1968. El nacimiento de un mundo nuevo (Debate) una crónica de ese convulso año de grandes esperanzas y de sueños de un mundo mejor, cuya idealización no debe hacernos olvidar la violencia, los asesinatos políticos y los disturbios en ciudades como París, Tokio, Roma, Berlín, México o Praga, que supusieron el caldo de cultivo para la formación de varios grupos terroristas activos en años posteriores como ETA, las Bader Meinhof o las Brigadas Rojas. Pero tampoco, que en Occidente, y buena parte del mundo, todos somos hijos de la revolución cultural de los 60.
Pregunta.- Lo primero que llama la atención del 68 es que se dieron movimientos paralelos de protesta por todo el mundo, ¿cuál fue el detonante?
Respuesta.- Fueron muchos. Por un lado tuvo mucha influencia el desarrollo de la cultura pop, de la música rock, de los movimientos hippies, de cierto cine y cierta literatura, que de alguna manera incitaban a una actitud rebelde, no exactamente en términos políticos, pero sí a una rebeldía, por así decirlo, cultural. Otra cosa que influyó muchísimo fue la televisión, que en esa época ya era un aparato más o menos masivo entre las clases medias de Occidente e hizo que se retroalimentaran muchos de estos movimientos. El tercer elemento fue el brutal rechazo que generó entre los jóvenes la Guerra de Vietnam, que era vista como un emblema de todo lo que seguía estando mal en el mundo: del imperialismo, del racismo, del capitalismo... Y por último, y quizás más importante en términos políticos, el 68 fue sobre todo un rechazo al mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Tras 1945 se crea un status quo que condujo a la creación del Estado del bienestar y la democracia bipartidista. Era un mundo muy estable, muy próspero, pero para estos jóvenes era una fachada tras la cual seguía existiendo el fascismo, una especie de farsa intolerable.
P.- Se repite mucho en el libro que los líderes revolucionarios sabían lo que estaban haciendo pero no para qué. ¿Cuáles eran los objetivos del 68?
R.- Básicamente había dos grandes grupos bastante difusos. Unos querían simplemente aumentar las libertades, que el Estado no se metiera en su vida, porque lo veían como un elemento casi fascista que te decía cómo tenías que vestirte, con quién podías acostarte, qué conducta debías adoptar, qué empleo debías tener... Pero otros querían hacer la revolución. No siguiendo el modelo soviético, que ya estaba muy desacreditado y se desacreditaría todavía más ese año con la invasión de Checoslovaquia por parte del Pacto de Varsovia, pero sí con el modelo cubano o el modelo maoísta. ¿Se tomaban en serio hacer la revolución, tomar violentamente las sedes del poder y convertirse en dictadores en nombre del proletariado? Es difícil saberlo. En años posteriores sí se crearon grupos terroristas cuyo fin era ese, pero a pesar de la retórica de los chicos franceses, alemanes, o de los más radicales en Estados Unidos, su objetivo real no era llegar hasta el final.
"El rasgo más arrogante de los jóvenes del 68 era que creían de verdad que estaban hablando en nombre de todo el pueblo"
P.- Precisamente choca el perfil de los revolucionarios. Si las protestas eran consideradas elitistas y minoritarias, absurdas para la mayoría de la población, ¿por qué tuvieron tanto impacto?
R.- La mayoría de los participantes en las manifestaciones y las protestas eran estudiantes de clase media y en los países con problemas raciales como Estados Unidos, blancos. Estos jóvenes estaban muy imbuidos de ideologías de izquierdas un poco difusas, la línea que va de Marx, pasa por Freud y llega hasta Marcuse, una mezcla de insatisfacción económica, malestar sexual, una sensación de que vivían en una cultura opresiva. El rasgo más arrogante de estos jóvenes, y también el que despierta una cierta compasión ante su juventud, era que creían de verdad que estaban hablando en nombre de todo el pueblo y, sobre todo, de la clase obrera. Después, cuando entraban en contacto con el proletariado se asustaban un poco, porque se daban cuenta de que lo habían idealizado y los obreros no querían saber nada de ellos. Al mismo tiempo tuvieron muchísima repercusión debido a la televisión, porque sabían provocar a la policía para que las cámaras tomaran imágenes espectaculares. Muchas de estas revueltas fueron actos ciertamente políticos, pero en muchos sentidos también mediáticos.
Los hechos tras el mito
P.- Ha habido una reinterpretación ideológica de los sucesos del 68, ¿en qué medida se han mitificado las revueltas?
R.- El primer gran mito, al menos en España, es que lo importante del 68 sucedió en Francia. En realidad lo de París fue lo menos importante que sucedió en ese año comparado, por ejemplo, con los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy y la cantidad de muertos en los disturbios raciales de Estados Unidos. Sin embargo, los más dramáticos fueron los sucesos de Praga y México. La revolución en Checoslovaquia, que tuvo la peculiaridad de que fue liderada por sus gobernantes políticos con un gran apoyo ciudadano, fue el último intento de darle al socialismo, como ellos mismos decían, "un rostro humano". Pero todo quedó en nada. La URSS, junto a los demás países del Pacto de Varsovia, invadió el país con tanques y obligó a los checoslovacos a volver a la ortodoxia comunista.
México, por su parte, era un país que en ese momento vivía una gran prosperidad económica pero tenía un sistema político de partido único, el PRI, que no era una verdadera democracia. El descontento juvenil desemboca en unas manifestaciones que acaban con una matanza, por parte de lo que parece ser un escuadrón militar, de varios centenares de personas tiroteadas brutalmente. Lo más asombroso de todo es que después no pasa nada en la política mexicana. El presidente sigue en el cargo y al cabo de dos años se convierte en presidente el que era ministro del Interior entonces. Toda esta sangre hace que lo de París parezca una frivolidad. Me parecía que era importante contar los hechos más allá del mito porque creo que para mi generación es un momento ya legendario, lo que hace olvidar la parte dramática, porque aunque asociemos el 68 al Mayo francés fue un año muy dramático con muchas muertes y con mucha violencia política.
"Lo de París fue lo menos importante que sucedió en ese año comparado con la revolución en Praga o la matanza en México"
P.- ¿Cómo se vivió en España? ¿Tuvo algún significado real?
R.- En España es muy bonito ver como los periódicos españoles seguían lo que pasaba en Francia y en otros países, y cómo lo utilizaban políticamente para posicionarse frente al franquismo. Además del conocido concierto de Raimon en la Universidad de Madrid, en el que ya había banderas con la cara del Ché y de Mao, hay que destacar que nuestro país, a pesar de ser una dictadura comparte en el 68 muchos elementos con Francia, Italia o Alemania. También se ha disparado la población universitaria, consecuencia del gran crecimiento de la clase media, ha entrado mucha ideología de izquierdas y hay cada vez una mayor insatisfacción política entre los jóvenes. Y no se puede olvidar que el 68 es el primer año en el que ETA comete un asesinato reconocido, algo que se trasladará después a otros países, pero que aquí sucedió primero. A ETA hay que meterla, por ideología, anticolonialismo y anticapitalismo, en el saco de grupos que eclosionarán después, como las Brigadas Rojas o las Bader Meinhof. De modo que España, no está en un contexto demográfico y cultural tan distinto.
El fin de las revoluciones
P.- A pesar de su fracaso político la influencia cultural y moral del 68 fue poderosa y duradera y reconfiguró la sociedad. ¿Fue un éxito o un fracaso?
R.- Lo interesante del 68 es que a corto plazo influye poco pero a largo plazo influye mucho, cuando llegan los sesentayochistas al poder en los años siguientes. En esa época, incluso las democracias eran muy cerradas cultural y socialmente, más jerárquicas y más autoritarias. De modo que el 68 sí obligó a medio plazo a las sociedades a abrirse, y muchas de las cosas buenas que tenemos hoy en día como el matrimonio homosexual, la siempre inacabada liberación de la mujer, la tolerancia a las minorías, o un menor racismo, son en parte logros del 68 y así hay que reconocérselo. Sin embargo no creo que todo el legado del 68 sea positivo. Hubo un montón de grupos terroristas que nacieron o se consolidaron entonces, y se propagaron peligrosas creencias anticientíficas y antirracionalistas. Pero, positiva o negativa, lo que está claro es que la influencia del 68 todavía dura hasta hoy.
P.- Como ya decía en La revolución divertida, rebelarse se ha convertido desde entonces en una tradición, en algo casi bien visto, ¿fue el 68 el fin de las revoluciones?
R.- Sí. En realidad las últimas revoluciones tradicionales son la de China y la de Cuba, el 68 ya empieza a ser una pequeña parodia de revolución. Y así hasta hoy. Las cosas que han sucedido desde el 2012 hasta el 2015 eran consecuencia de una situación de rebeldía creada por una situación económica manifiestamente injusta. Sin embargo, no hubo ninguna revolución en ninguna parte, los sistemas políticos se mantuvieron, incluso más fuertes, y los que se rebelaron entonces entraron muy rápidamente en el camino institucional. Mi gran pregunta es qué hacemos con la idea de rebeldía ahora que las injusticias son manifiestas, no abstractas como eran en el 68. Pues no tengo ni idea. No sé si esto va a suponer una renovación de los movimientos de rebeldía o estos ya han quedado agotados. Lo que sí creo que va a mantenerse es la idea de rebeldía juvenil, que en el 68 toma forma, y es un ciclo de renovación cultural y política imprescindible. Ese aura de frivolidad
"Sigue existiendo una corriente de de profunda incomodidad con el capitalismo y sus males: el racismo, la opresión, el colonialismo…"
P.- Más allá del aniversario, muchos aspectos que marcaron las revueltas del 68 vuelven actualmente al centro del debate público, ¿hasta qué punto siguen vigentes hoy las reivindicaciones del 68?
R.- Subsisten ciertos aspectos. Si lees los textos que manejaban en el 68 en Alemania, Italia, Francia o Estados Unidos, hay un deseo real de acabar con el capitalismo, que establecía un sistema absolutamente intolerable, alienante, que te oprimía sexual y económicamente, que no te dejaba ninguna clase de libertad. Hay gente que sigue pensando eso, sigue existiendo una corriente de de profunda incomodidad con el sistema capitalista y con los males que se le asocian: el racismo, la opresión, el colonialismo... Creo que mientras exista el capitalismo va a existir gente que piense que es un sistema malvado y que hay que rebelarse contra él.
P.- Últimamente parece que crece el rechazo al significado del 68, especialmente entre la izquierda, ¿por qué se da esto? ¿Llegará a ser cuestionado el mito?
R.- Creo que el rechazo viene precisamente porque se confunde el mito con la realidad. Si tú piensas que el 68 fue solo el Mayo parisino, sí puedes creer que fue una cosa un poco frívola y que al final todos los protagonistas se hicieron con cargos empresariales o políticos. Pero es que el 68 no es solo eso. Entre la gente de la izquierda española actual y hay un gran rechazo al aura de frivolidad, pero no a los postulados, que tienen una continuidad ideológica hasta hoy. Aunque ahora se es más suave, incluso en estos ámbitos de izquierdas, con la idea de revolución, que es ya casi una idea capitalista que identificamos más con los eslóganes publicitarios que con las proclamas de los partidos políticos de izquierdas, es muy parecido lo que las izquierdas, digamos duras o populistas, defienden hoy a lo que defendían los rebeldes de los 60, porque son ideologías que se conforman entonces.
Otras miradas al 68
A pesar de que París absorbió buena parte de los focos, 1968 fue un año lleno de acontecimientos políticos que afectaron a todo el mundo. Nuevos libros reflexionan desde distintas ópticas sobre los hechos y la herencia que nos legó ese movido año:
Cincuenta años de rebeldía (1968-2018). Joaquín Estefanía. (Galaxia Gutenberg). En este volumen, el veterano periodista analiza cómo ha funcionado durante el último medio siglo la tensión entre socialdemócratas y conservadores.
La destrucción de una esperanza. Salvador López Arnal. (Akal). Hace 50 años el presidente Alexander Dubkec lideró en Praga una revuelta que buscaba el “socialismo con rostro humano”. Su trágico final fue una sentencia para el comunismo.
Hué 1968. Mark Bowden. (Ariel). Gracias a su acceso único a archivos de la Guerra de Vietnam, el autor narra cada fase de esta crucial batalla que supuso un punto de inflexión en el conflicto más impopular desde la Segunda Guerra Mundial.
La revolución imaginaria. Michael Seidman. (Alianza). El autor valora la importancia histórica de aquellos meses revolucionarios, cuestionando las ideas establecidas y comprobando si realmente el mundo cambió tras aquel Mayo del 68.