Tres escritoras en el infierno de Auschwitz
La crítica y ensayista Mercedes Monmany reúne en 'Ya sabes que volveré' (Galaxia Gutenberg) las vidas de tres escritoras, una diarista, una poeta y una novelista, que fueron asesinadas en Auschwitz
16 noviembre, 2017 01:00Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum fueron las tres grandes escritoras y las tres compartieron destino: murieron en Auschwitz entre 1942 y 1943. Sus vidas breves fueron sin embargo distintas; provenían, respectivamente, de Francia, de Alemania y de los Países Bajos, y en su obra lo documental no se trata igual, o directamente (como en el caso de la poeta Kolmar) no se trata. A ellas ha dedicado Mercedes Monmany (Barcelona, 1957) su último libro, Ya sabes que volveré (Galaxia Gutenberg), en donde además de los tres perfiles incluye un ensayo sobre la tragedia cultural que fue el Holocausto.
"Siempre me interesó el tema de los intelectuales en Auschwitz -comenta la ensayista-. Y lo cierto es que, a poco que se investigue, no dejan de aparecer. Ocurre a nivel general, en el Holocausto. Se cercenó a toda una parte, la más importante quizás, de la cultura europea. Por los asesinatos, pero también a consecuencia de los suicidios, de la dispersión. Ahora cabe preguntarse qué significó ese corte, ese vacío. Pero me temo que nunca lo sabremos".
Las tres autoras escribieron diarios, poesía y narrativa. Y las tres, dice la autora de Por las fronteras de Europa, pertenecían a "una élite intelectual cuyo mundo se desmoronó cuando comenzó la persecución".
Nèmirovski fue una escritora reconocida en la Francia de entreguerras (aunque era de origen ucraniano escribió en francés). Fue deportada en 1942 y murió, como tantos otros, nada más llegar a Auschwitz. Su carrera, dice Monmany, "estaba ya lanzada", pero su fama hoy no se debe a ninguna de las novelas que despertaron el interés de sus contemporáneos, sino a una obra póstuma que apareció sesenta años después de ser escrita.
El manuscrito de Suite francesa, novela ambientada en la Francia ocupada, acompañó en la huida por todo el país a las dos hijas de Nèmirovski, una de las cuales, Denise Epstein, revelaría su existencia en 2004. Aquel año se publicó en francés y en 2005 Salamandra la editó en español. Ganó el Premio Renadout, que por primera vez se entregó de manera póstuma.
Gertrud Kolmar, prima hermana de Walter Benjamin, era una poeta cuya voz empezó a oírse en el Berlín de los años veinte, y cuya originalidad hizo que la crítica de entonces ya apuntara a ella como la gran poeta judía en lengua alemana del momento.
Durante muchos años estuvo olvidada, pero su poesía se comenzó a reivindicar en Alemania en los años noventa. De no haber muerto entonces, dice Monmany, habría alcanzado la categoría de una Nelly Sachs. "Es una simbolista, una poeta de la naturaleza y de los animales. No es una cronista. Fue una especie de Emily Dickinson alemana, con un mundo interior torturado y muy rico", explica la crítica.
Kolmar vivió en el Berlín loco de entreguerras, una ciudad tan cosmopolita como caótica, pero no participó de aquella explosión de libertad. Pertenecía a las élites intelectuales judías, pero se percibe -dice la ensayista catalana- que tenía dificultades para relacionarse en sociedad. "Mi recomendación es buscarla en su correspondencia, una correspondencia bellísima, llena de imágenes, que mantuvo con sus hermanos que se habían ido a Suiza".
Etty Hillesum, la más desconocida, dejó escritos unos diarios. Esta sí fue en vida una escritora secreta. Era neerlandesa de Middelburg y murió el 30 de noviembre de 1943, tras formar parte de un convoy de deportados de 987 personas, incluidos 170 niños, del que sólo sobrevivirían ocho. Toda su familia murió en Auschwitz. "Sus diarios, que fue lo único que dejó, son impresionantes, pero por alguna razón aquí no ha llegado del todo. En Italia, en Adelphi, lo tienen publicado íntegro", cuenta Monmany.
Aquí se han publicado antologías en Anthropos, pero su alcance fue mínimo. Las comparaciones con Ana Frank son inevitables, si bien estos son los apuntes de una mujer madura, de 27 años, con una sólida formación intelectual. "Hillesum tenía una lucidez, una penetración, una capacidad analítica y una potencia expresiva impresionantes, así que es inevitable pensar que, de no haber muerto, podría haber sido una gran ensayista, una gran filósofa".