Ian Gibson. Foto: F. D. Quijano
En la librería del salón de Ian Gibson destacan unos viejos prismáticos. Con ellos observa, tras la ventana de su ático en Lavapiés, las bandadas de gaviotas que surcan el cielo de Madrid, descendientes de aquellas que cambiaron hace varias generaciones la costa y los peces por el Manzanares y los vertederos. El famoso hispanista es un gran aficionado a la ornitología, y de hecho los pájaros tienen la culpa, en buena medida, de que haya dedicado 60 años de su vida a estudiar la historia reciente de España, una fecha redonda que celebra con Aventuras ibéricas (Ediciones B). En este libro ha recogido, como señala el subtítulo, todas esas décadas de "recorridos, reflexiones e irreverencias" sobre el mapa de la piel de toro, investigando sobre la guerra civil, el franquismo, García Lorca, Machado, Dalí o Buñuel. Despertó la curiosidad de Gibson por nuestra tierra un naturalista que le habló del vuelo simultáneo de miles de ánsares en el Coto de Doñana y eso le llevó a elegir el español en vez del italiano como segunda lengua de estudio en la Facultad de Letras del Trinity College de Dublín. El primer curso incluía la posibilidad de ampliar conocimientos con una estancia de verano en Madrid y allí se plantó en 1957, por tren desde Francia. Tenía 18 años, apenas conocía el idioma y, mucho menos, el país al que acababa de llegar. Pregunta.- ¿Qué sintió al llegar por primera vez a España? Respuesta.- No sabía nada de España, ni siquiera el idioma, porque solo había estudiado ocho meses de gramática. No sabía nada de la Guerra Civil ni de Franco. Cuando vi por primera vez a los grises no sabía ni lo que era una dictadura. Fue muy chocante para mí ver la brutalidad de la policía cuando había pequeños disturbios. También notaba que la familia que me acogió, en Argüelles, tenía miedo cuando yo preguntaba por el régimen. Miraban hacia los lados, temiendo que las paredes oyeran. Así empecé a descubrir lo que era la España franquista.También aprendí a hacer tortilla de patatas aquel verano, la señora Olmedo las hacía maravillosas. Poco a poco empecé a aprender y a captar el idioma. Recuerdo también que me impactó mucho Toledo, y lo sigue haciendo cada vez que voy. P.- ¿Se siente heredero de aquellos viajeros románticos que descubrieron al mundo los atractivos de España, como Chateaubriand o Washington Irving? R.- En cierto modo, sí. Comparto la visión romántica de España de aquellos aventureros que descubrieron aquí la mezcla de lo oriental con lo occidental a través de La Alhambra o La Giralda. Además con la Guerra de la Independencia hubo muchísimas tropas francesas e inglesas y los que consiguieron volver a casa contaron las maravillas que habían visto en el sur. Eso desvió la ruta turística de Italia a España. Mira, aquí tengo una primera edición de A hand-book for travellers in Spain, de Richard Ford. Es de 1845. Me dijo Gerald Brenan que es el mejor libro sobre España escrito por un extranjero, tal vez el mejor libro escrito sobre cualquier parte del mundo. Yo lo releo una y otra vez. El libro de Ford es la joya de la pequeña biblioteca de Gibson junto con la primera traducción española de la Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, de Roger Peterson, Guy Mountfort y Philip Hollom, considerada la biblia de los ornitólogos, que compró en su primera visita a España. Sin embargo, la mayoría de los libros de Gibson no están aquí sino en Fuente Vaqueros. En la casa que vio nacer a Federico García Lorca se halla su archivo personal, que fue adquirido a finales de los noventa por la Diputación de Granada: 4.000 volúmenes, documentos y cartas que han servido al autor para escribir sus libros sobre el poeta y sobre los demás hitos de la historia española que ha investigado. "No fue una donación, sino una venta. No puedo ir regalando mi archivo así como así, un escritor tiene que vivir y cada día es más difícil...", confiesa. El inventario del archivo se va ampliando con nuevos libros que el escritor recibe desde todos los rincones del mundo, escritos por estudiosos que forman parte de "una especie de fabuloso club internacional de amantes de la obra de Lorca".
A hand-book for travellers in Spain, de Richard Ford / Guía de campo de las aves de España y demás países de Europa, de Roger Peterson, Guy Mountfort y Philip Hollom
Antes me daban 70.000 euros de adelanto. Hoy solo te dan 2.000 si eres un autor de éxito"
P.- Dedica un capítulo importante de su nuevo libro al Quijote. ¿La obra de Cervantes refleja la manera de ser de los españoles o, al contrario, los españoles lo hemos tomado como modelo para forjar nuestra identidad? R.- Ambas cosas. Don Miguel conoce profundamente a su pueblo y el libro ha influido en la manera de ver España por parte de los españoles y de los extranjeros. Para mí lo más importante del Quijote es su ironía. Cervantes no puede decir todo lo que quiere porque vive en un momento peligrosísimo por la censura de la Inquisición, sobre todo en relación a los conversos, y los expertos parecen coincidir en que él mismo provenía de una familia de judíos conversos. Aunque algunos lo niegan, como Riquer, yo creo que Cervantes pone en boca del personaje Ricote una visión de la expulsión de los moriscos que hay que leer entre líneas. Hace poco releí la novela en la magnífica edición de Francisco Rico. La existencia de España estaría justificada aunque solo fuera por este libro. P.- Dedica también un capítulo a sus andanzas por Cataluña. ¿Cómo la ha visto cambiar desde sus primeras visitas? R.- La tendencia separatista siempre ha existido allí. Lo dice el mismo Richard Ford: "Cataluña, el país clásico de la rebelión, siempre dispuesta a irse". Es el principal problema de un pueblo bilingüe que se siente diferente. Lo viví con fascinación sobre todo a través de mi investigación sobre las estancias de Lorca con Dalí y haciendo la biografía del pintor. Siempre me ha fascinado el idioma y la literatura catalanes. La idea del separatismo me parece una locura, pero es cierto que fuera de Cataluña no se aprecia la gran riqueza de esta mezcla de lenguas. P.- ¿Y cómo ve el actual enfrentamiento político entre Cataluña y el Estado? R.- En este conflicto subyace el dogma de que la esencia de España es su unidad. La derecha la sigue viendo como algo sagrado, cree que Cataluña, con su idioma propio, es una afrenta a esta unidad deseada por Dios omnipotente. Se podrían haber construido puentes de entendimiento, primero estudiando el idioma. Investigando en Cadaqués vi como, a raíz de la Nueva Planta decretada por Felipe V en Cataluña, de la noche a la mañana se impuso como lengua oficial el castellano. Eso es un ataque al corazón de una cultura. Pasó lo mismo en Irlanda con el celta, suprimido a fuego y sangre por los ingleses. Esto inevitablemente genera una reacción porque la lengua es algo tremendamente visceral. P.- ¿Cuáles son los rasgos y costumbres de los españoles que más le gustan y cuáles los que más le irritan? R.- Lo que más me gusta de los españoles es su falta de esnobismo y lo democrático que resulta ira a un bar y hablar con la gente. Esto facilita el acceso a los extranjeros. Me recuerda mucho a Irlanda. Por otra parte, ese fantástico calor humano produce demasiado ruido, y eso me molesta. Todo el mundo quiere hablar y eso hace que escuche menos. Es un producto de la tremebunda vitalidad de la gente, que no puede callarse ni un momento. Eduardo Inda es el perfecto ejemplo de esto. P.- ¿Piensa que los irlandeses se parecen más a los españoles que a los británicos? R.- Mucho más. De hecho creo que se podría demostrar que hay un parentesco entre ambos pueblos, a través de los celtas. Irlanda es España sin sol. P.- ¿Por que se estableció en Lavapiés? R.- Es el pueblo que más me gusta del mundo. Lavapiés es el mejor pueblo de España porque está en el corazón de Madrid, no en un valle perdido, y a solo 8 minutos a pie del Teatro Español. Tiene una gran vitalidad, con su mezcla de etnias e idiomas y más de 20 teatros locales, además del Valle-Inclán. Y además desde mi ventana veo una rica vida ornitológica. ¿Qué más puedo pedir? @FDQuijano