Pierre Assouline

Navona edita una de sus mejores novelas, Hotel Lutetia, publicada en Francia hace 10 años y convertida ya en todo un clásico contemporáneo.

Pierre Assouline (Casablanca, 1953) recibe en su despacho del Magazine Littéraire, donde el crítico y novelista se pasa el día leyendo y escribiendo. Para Le Monde, la revista Histoire, Le Magazine Littéraire, su blog literario La République des lettres o las novelas a concurso del Premio Goncourt, del que forma parte del jurado. Rodeado de libros, su despacho es más bien un refugio en donde Assouline se aísla del mundanal parisino. "Para escribir mis novelas, me tengo que marchar. He escrito en Venecia. En Jerusalén". Con sorpresa descubrimos que su próximo destino es, nada más y nada menos que España. "Tomo literalmente las palabras del Rey Juan Carlos que se excusaba de la expulsión de los judíos por la Inquisición hace quinientos años. En su discurso ofrecía a los expulsados volver a España. Pues es justo lo que voy a hacer. Se ha hecho una lista en la que aparece mi nombre. Tengo previsto pasar una larga temporada en España. Además, 2016 es el año de Cervantes. Luego ya veré. Voy a recobrar las huellas de mis ancestros".



¿Pero Assouline es un nombre español? "La tradición sefardí de mi familia dice que nos llamamos Assouline ya que, por muy lejos que nos remontemos, siempre hay uno por generación que tiene los ojos azules", me explica el escritor, clavándome los suyos, grandes y enérgicos, y, efectivamente, azules.



Estos días la editorial Navona publica en España su ya clásica novela Hotel Lutetia, diez años después de su aparición en Francia, país en el que ha conseguido el Premio des Maisons de la Presse y estar en la lista de los más vendidos durante años. Hotel Lutetia cuenta los años previos a la Segunda Guerra Mundial, la Ocupación alemana en Francia y la deportación de los judíos al final de la guerra a través de la mirada de un solo narrador Edouard Kiefer, antiguo policía y detective en el hotel. Toda la novela discurre dentro del Hotel Lutetia, que jugó un papel primordial en estos años dramáticos. En el 2007, Pierre Assouine recibió el Premio de la Lengua Francesa por el conjunto de su obra que abarca desde ensayos históricos, reportajes, biografías y un gran número de obras de ficción.



Pregunta.- ¿Qué le produce el hecho de que la novela Hotel Lutetia aparezca en España?

Respuesta.- Me hace mucha ilusión, sobre todo que se publique en un idioma que conozco, que leo cada día sobre todo en la prensa y en un país muy querido. Lo que me interesa ahora es ver cómo van a reaccionar los lectores españoles a una historia sobre la Ocupación y la Deportación. La recepción de un libro en el extranjero es siempre una sorpresa. La novela, que a lo largo de estos diez años se ha ido traduciendo a varios idiomas, tuvo mucho éxito en Francia, por supuesto, pero también en Grecia, para gran felicidad de mi editor griego.



P.- La novela se desarrolla enteramente dentro de los muros del Hotel Lutetia. ¿Es una forma de hacer sentir al lector, a través de la literatura, el mismo sentimiento claustrofóbico que vivió Francia durante la Segunda Guerra Mundial con la invasión alemana?

R.- Hay una doble claustrofobia. La mía, ya que soy muy claustrofóbico, y, como usted dice, la de Francia. La novela es una metáfora del encierro, del encarcelamiento. Los espacios cerrados me interesan muchísimo, lo que se llama en Francia un huis clos. Mi última novela Sigmaringen es un huis clos en un castillo. Los invitados, otra de mis novelas, también. Francia en guerra se convirtió en una verdadera cárcel. El Hotel Lutetia que fue sede de la Abwehr entre 1940 y 1944, el gobierno alemán de espionaje, es como una cárcel y además, se encuentra enfrente de una cárcel de verdad, la del Cherche Midi, donde iban a parar en la guerra muchos de los presos parisinos.



P.- Ha publicado varios libros, novelas y ensayos sobre el momento de la Ocupación en Francia. También sobre la historia de los judíos. ¿Qué le ha hecho dirigir su mirada hacia el Hotel Lutetia y unir estos dos temas?

R.- La guerra me interesa desde hace años. Pero hay algo menos conocido que es mi interés por los grandes hoteles, los palacios. No es por amor al lujo sino porque es muy interesante desde un punto de vista social. Tenía ganas de escribir una novela que tuviera lugar en un gran hotel y en la actualidad, pero no me decidía por ninguno. Busqué durante un tiempo hasta que me di cuenta de que el hotel que yo más conocía, lo había olvidado. El Lutetia es o era, un café en donde mucha gente del mundo de la edición se daba cita. Hablo en pasado porque en estos momentos está cerrado por reforma. El Lutetia tuvo un papel fundamental durante la guerra y al final, recibió a todos los deportados de los campos de concentración. Mucha gente entró por ahí, como Jorge Semprún, por ejemplo. El tema se impuso de repente.



P.- Su novela tiene una base histórica indudable y es difícil separarla de la ficción. ¿Puede contarnos cómo efectuó su trabajo de investigación, si fue con archivos o testimonios personales?

R.- Una mezcla de ambos. Lo primero que hice fue investigar en el propio hotel que enseguida me dijo que no se conservaba ningún archivo. Para la novela me pasé meses paseándome por sus pasillos, conociendo al personal, entrevistando a la gente. Me interesaba saber cómo funcionaba. Iba cada día y me metía un poco por todas partes. Necesitaba impregnarme de su ambiente para luego escribir sobre él. Seguía insistiendo en la existencia de los archivos pero claro, nadie sabía nada. Hasta que un día, alguien me dijo que había visto algo en el cuarto de las patatas, que era una especie de trastero en el tejado. Subí por una escalera y, de repente, me encontré con los archivos. No eran gran cosa pero pude consultar los menús, la posición de la orquesta, los salarios, etc.



"Donde sí que encontré mucho material para la novela, así como el funcionamiento del hotel durante la guerra, fue en los archivos de la Gestapo. Luego, en los de la Cruz Roja, organismo que llevó la gestión del hotel durante el regreso de los deportados. Este fue fundamental. Tardé mucho en conseguirlo pero una vez que di con él, pude estudiar todos los informes de los médicos, las enfermeras, todos los detalles que doy al final del libro y que son todos reales.



P.- Dice que necesitó "impregnarse" del ambiente del Hotel Lutetia para escribir la novela. ¿Podría explicarnos con más detalle a qué se refiere?

R.- Para mí lo más importante en un libro no es la inspiración sino la impregnación. En mi caso consiste en ir a los lugares y dejar que las cosas lleguen por sí mismas, se posen en mí. Necesito impregnarme de las atmósferas, de los ambientes, de los colores, de los olores. Es la clave de todos mis libros. Para Sigmaringen, tuve que ir al castillo tres veces. Simplemente para pasear. Ni siquiera tomo apuntes, dejo que las cosas se posen en mí.



P.- Su trabajo de investigación me recuerda a la figura de su narrador, Edouard Kiefer, antiguo policía, observador, residente en el Lutetia de por vida en donde ejerce de detective. Al ser alsaciano, habla alemán y francés. ¿Quién es Kiefer? ¿De dónde viene?

R.- Viene de mi imaginación. Lo único que sabía es que antiguamente, en los grandes hoteles, existía la figura del detective y que muchas veces era un antiguo policía. Es uno de los pocos personajes inventados. Francia vive a través de este personaje narrador Kiefer que no es ni colaborador ni resistente. No quería hacer de él un héroe en toda regla. Edouard Kiefer no se autoriza a vivir su vida. Su estado de soltería, en un hotel, le va divinamente. Digamos que este detective nace también de las novelas de Simenon, sobre quien ya escribí una biografía. En Simenon hay ciertos personajes de hombres solitarios y aislados que se bastan a sí mismos. Como Edouard Kiefer.



P.- En la tercera parte de Hotel Lutetia, usted cuenta la deportación de los que sobrevivieron a los Campos de concentración. Es la parte más dura pero más humana de su libro. La mayoría llegaba deshecha, debían pasar un reconocimiento médico, un interrogatorio y esperar a que alguien, también superviviente, fuera a por ellos. El narrador acaba conociendo a estos nuevos residentes del hotel. Esos testimonios, esas historias que cuenta, ¿son reales?

R.- Todas. Mi libro se nutre de estos testimonios. Lo esencial de esta tercera parte nace de los encuentros que tuve con antiguos deportados y entrevistas que fui haciendo a lo largo de mi investigación. Una vez al mes, se reunían para cenar en el Hotel los antiguos deportados. Su punto en común a todos era haber entrado, en 1945, por las puertas del Lutetia. Una vez al año, organizaban un congreso en una de las salas del hotel, al que acudían de cualquier parte del mundo. Durante un año, fui a cenar con estas personas. Escuchaba sus conversaciones. Les hacía preguntas. Fue muy emocionante. A veces fui a entrevistarles a sus casas. Todo lo que cuento es real. Incluso los nombres de cada uno de ellos, los mantengo expresamente, como una forma de homenaje.



P.- Además de novelista, usted dedica la mayor parte de su tiempo a la crítica de libros. Está en el jurado del Premio Goncourt y es el creador del blog literario probablemente más seguido en Francia. ¿Qué le parece la literatura francesa actual ?

R.- Se están escribiendo libros muy interesantes. Hay escritores que se interesan por lo que ocurre fuera, como Thomas Reverdy por ejemplo que ha reflejado la crisis en el estado de Detroit en Michigan en su última novela Il était une fois une ville. Boussole de Mathias Enard, Premio Goncourt 2015, es una novela magnífica. Para mí es esto la literatura francesa. En la revista Histoire escribo sobre Javier Cercas y su última novela publicada en Francia El impostor que me ha parecido estupenda. Le hemos dado el premio a la mejor novela en la revista.



P.- Hace unos días escribía usted en su blog sobre la desaparición de Apostrophe, una de las emisiones de televisión más emblemáticas de la cultura en Francia, ¿Qué piensa usted de la cultura en general, de su lugar en la sociedad?

R.- La cultura ha tenido que aceptar la llegada de las tecnologías, para lo bueno como para lo malo. Lo bueno es que la cultura, gracias a internet, consigue difundirse mejor. Se lee más y mejor que antes. Los libros circulan en nuestra sociedad de forma rápida. Lo negativo es que el contenido de la cultura ha cambiado. Se ha estandarizado, lo que es triste e inquietante. La diversidad de las lenguas está también amenazada. La lengua y la cultura. Hay que luchar por mantener el francés. El ingles, contrariamente a lo que creemos, es una de las lenguas más amenazadas. Por culpa de su éxito, está muriendo. El inglés que triunfa es horroroso. Los ingleses, amantes de su cultura, se desesperan. Se está imponiendo una especie de esperanto. Respecto al español es un poco diferente. El Instituto Cervantes está haciendo una labor grandísima en ese sentido.