Image: Años de guerra

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Letras

Años de guerra

Vasili Grossman

4 diciembre, 2009 01:00

Grossman (sin camisa) en Kursk (1943)

Traducción anónima. Galaxia Gutenberg. 630 páginas, 22 euros


Hablar de guerra justa parece una obscenidad, pero sólo un insensato podría cuestionar el derecho de rebelión contra la tiranía. El sacrificio de la URSS durante la II Guerra Mundial no es una hazaña bélica, sino una dolorosa prueba del coraje de los pueblos cuando se enfrentan a los que oprimen sus libertades. Nunca se había movilizado a un ejército tan descomunal para ocupar un territorio casi infinito. Hitler abrió un frente de casi dos kilómetros con cerca de cinco millones de soldados. Su propósito no era únicamente anexionar nuevos territorios. Se trataba de una guerra metafísica concebida para exterminar a enemigos imaginarios. Más de 20 millones de soviéticos perdieron la vida en esta operación criminal. La resistencia contra el invasor adquirió el rango de lucha patriótica. Las atrocidades cometidas por las tropas alemanas justifican la beligerancia de Vasili Grossman (Bérdichev, 1905-Moscú, 1964), periodista de primera línea que cubrió el cerco de Stalingrado y el avance del Ejército Rojo.

Años de guerra es el título. Son piezas escritas al filo de la guerra, que rehúyen sistemáticamente la neutralidad; textos apasionados e indignados, rebosantes de aflicción y solidaridad, concebidos para estimular el esfuerzo individual y colectivo del pueblo ruso, ese espíritu de lucha que desbordó las previsiones del alto mando alemán, hasta entonces ebrio de victorias. Levinas describió el nazismo como "el despertar de sentimientos elementales, donde latía la nostalgia más atávica del hombre". Testigo y protagonista, Grosmann advierte el mismo impulso: "hay algo animal, impropio de la razón" en una ideología que agota su recorrido en un nihilismo autocomplaciente. "El pueblo es inmortal" podría ser un panfleto. Sin embargo, emociona y conmueve, mostrando el único flanco apreciable de la guerra: el deseo de restablecer la paz, garantizando la dignidad de todos. Sólo el talento de Grossman evita el escepticismo o la incredulidad, logrando unificar infinidad de pequeñas historias en una trama que se revela con fuerza para humanizar los estereotipos.

"Un viejo profesor" recrea los infames fusilamientos de judíos en el frente ruso, acercándonos de una manera casi insoportable al sufrimiento de las víctimas. "Treblinka" encoge el alma, reconstruyendo sin filigranas retóricas la rutina del genocidio. Son páginas terribles que responden a la exigencia moral de contar la verdad: "No es posible la indiferencia cuando la humanidad repudia cinco mil años de civilización". Grossman no es menos necesario que Primo Levi o Camus. Sin ellos, el siglo XX resultaría aún más intolerable.