Letras

El resplandor de la gloria

Fermín Bocos

5 diciembre, 1999 01:00

Fermín Bocos.

Plaza & Janés. Barcelona, 1999. 400 páginas, 2.950 pesetas

La primera novela del periodista Fermín Bocos, El libro de Michael (1997), estaba concebida con vocación pedagógica y destinada a la iniciación de lectores adolescentes en el conocimiento del mundo clásico a partir del diálogo entre un padre y su hijo en viaje por la historia y los mitos de la antigua Grecia, donde se fraguó buena parte de nuestra tradición cultural. Aquel recorrido por lugares emblemáticos de una cultura tan fecunda como la griega en tiempos de esplendor, con explicación de su mitología y su conexión con otros mitos modernos, da paso ahora a una novela histórica con más entidad narrativa y menos didactismo, aunque sin renunciar a la función ejemplarizante de su revisión de la historia. También late aquí, como allí, el viejo precepto clásico del deleitar aprovechando o enseñar divirtiendo a partir del conocimiento de un período histórico de suma relevancia para la evolución de la cultura occidental.

La ambientación histórica se sitúa aquí en los meses inmediatamente anteriores a la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453. El título de la novela, tomado de los Epinicios de Píndaro, realza la perduración de los fulgores de una civilización tan rica como la bizantina en el legado cultural del futuro. Para novelarlo el autor recrea la historia de Bizancio durante el asedio de los turcos en el Bósforo, construyendo una trama de novela de intriga con varias acciones simultáneas. Destacan tres, en especial. Una se sitúa en la urbe sitiada, con el emperador Constantino Paleólogo y las altas jerarquías de su corte entregadas a la defensa de la ciudad en medio de conspiraciones e intrigas entre la lealtad y la traición. La otra acción transcurre, en relación de perfecta complementariedad, en las posiciones turcas levantas por el joven sultán Mehmed poseído del fanatismo de su misión conquistadora de la urbe cristiana. Y la más importante tiene como protagonista al conde Alejandro de Salónica, jefe de la guardia imperial, en misión secreta encargada por su emperador para rescatar el secreto escondido en unas antiguas cartas de navegación conocidas por los emperadores de Bizancio desde que el general Delisario las había descubierto entre los fenicios y entregado al emperador Justiniano.

Como se ve, hay materiales suficientes para garantizar el interés de una novela histórica de aventuras cuya estirpe literaria va desde Salgari a la serie histórica de Arturo Pérez-Reverte. Con algunas pinceladas de humor y ciertos efluvios líricos auspiciados por la maravilla del tesoro cultural de Bizancio y el encanto de su entorno a ambos lados del Bósforo, el autor ha construido una novela entretenida por los muchos episodios y peligros afrontados en el viaje del mejor soldado imperial en misión secreta y, a la vez, una obra apasionada de una cultura y del conocimiento de la historia. En este sentido, destaca su hábil integración de las complejas relaciones políticas, militares y comerciales no sólo entre Bizancio y la amenaza turca, sino también las dirigidas por genoveses y venecianos en su interés por el control de una zona clave para el comercio en el Mediterráneo oriental. Todo ello queda integrado en el engranaje episódico de ambiciones, traiciones, lealtades, secretos, creencias religiosas, espionajes y corrupciones en las cloacas de la política en ambos bandos contendientes, tanto el bizantino como el otomano. La magnitud y el miedo a lo que se avecina están subrayados por el correlato de los textos del Apocalipsis, que encabezan los capítulos. En cuanto novela, El resplandor de la gloria pierde tensión por el afán excesivo del narrador omnisciente de comentar lo que va contando. No es acertado el escamoteo de los términos de la misión secreta del protagonista hasta el fin de la novela porque constituye un fácil procedimiento de creación de suspense. Y resulta difícil de aceptar la elipsis final y su conexión del legado de Bizancio con el descubrimiento de América. Pero, por encima de estos reparos formales, el libro se lee bien y merece llegar a un público numeroso.