A finales de 1346, durante el asedio a la ciudad fortificada de Caffa, la actual Feodosia, en Crimea, se desató un gran brote de peste en el campamento del ejército tártaro capitaneado por mongoles. Fue tan brutal que los sitiadores se vieron obligados a levantar el cerco. Sin embargo, el enemigo invisible, una epidemia desastrosa y fulminante, logró atravesar los muros y contaminar la plaza. En los primeros meses del año siguiente, numerosos comerciantes genoveses y venecianos decidieron huir en sus barcos hacia Constantinopla, a través del mar Negro, Italia y otros puertos de las costas del Mediterráneo.
Ese fue el acontecimiento crucial que desencadenó la desastrosa difusión de la peste negra, la peor pandemia de la historia, por Asia Menor, Oriente Medio, el norte de África y Europa. Según el historiador Ole J. Benedictow, autor del clásico volumen La Peste Negra (1346-1353) (Akal) y especialista en el estudio de las grandes plagas medievales, alrededor de 50 millones de personas —el 60% de la población— murieron solo en el Viejo Continente a consecuencia de la contagiosa y mortífera enfermedad en un periodo inferior a una década.
Algunos cronistas de la época, como Gabriele de Mussis, explicaron a sus contemporáneos que el brote de peste entre los invasores musulmanes y paganos se debía a un castigo de Dios. Y para justificar que la epidemia también afectase a los cristianos recurrió a la barbarie de los enemigos, que arrojaron con catapultas los cadáveres de las víctimas. "Pronto se infectó todo el aire y se envenenó el agua, y se desarrolló tal pestilencia que apenas consiguió escapar uno de cada mil", señaló. La explicación científica más probable, no obstante, apunta a la entrada de roedores infectados de peste a través de grietas abiertas en los muros o por entre las puertas y accesos de la ciudad.
Lo que ha sido un misterio desde entonces y tema de intensos debates entre los historiadores durante más de dos siglos son los orígenes geográficos y cronológicos de la primera ola de la llamada segunda plaga pandémica —la primera fue la plaga de Justiniano, en el siglo VI d.C.—, causada por la bacteria Yersinia pestis y que se prolongaría hasta principios del siglo XIX. Algunas investigaciones han situado la fuente en el oeste de Eurasia y otras en el este de Asia. Ahora, un nuevo estudio realizado por un equipo internacional de científicos, que combina análisis de ADN con datos arqueológicos y fuentes históricas, ha desvelado que la peste negra se originó en el norte del actual Kirguistán, cerca de la frontera occidental de China, a finales de la década de 1330. Los resultados se han publicado este miércoles en la revista Nature.
Los arqueólogos y genetistas del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y las universidades de Tübingen (Alemania) y Stirling (Escocia) han podido analizar la información genética de siete individuos enterrados en las necrópolis nestorianas de Kara-Djigach y Burana, cerca del lago Issyk-Kul, en el valle de Chuy, en la región de Tian Shan. Excavados entre 1885 y 1892 por arqueólogos rusos, estos cementerios contenían unas 330 lápidas con los nombres de más de 650 personas enterradas en el periodo de 1186-1349. Según estas inscripciones, realizadas en siríaco, entre 1338 y 1339 se registró un excepcional brote de "pestilencia" o epidemia que devastó la comunidad local, como se aprecia en el desproporcionado número de sepulturas.
El ADN obtenido de los dientes —50 miligramos de esmalte y dentina— de los restos humanos —se conservan en el Museo Pedro el Grande de Antropología y Etnografía de la Academia de Ciencias Rusa, en San Petersburgo— cuyas estelas funerarias datan su muerte en 1338 han confirmado la presencia de la bacteria Yersinia pestis. "Al fin hemos podido demostrar que la epidemia mencionada en las lápidas fue provocada por la plaga", explica Phil Slavin, uno de los autores del artículo científico. "Nuestro estudio pone fin a uno de los mayores y más famosos interrogantes de la historia y determina cuándo y dónde surgió el asesino de humanos más notorio en infame".
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Big ban de peste
En base a las inscripciones de las tumbas, los ajuares funerarios, las monedas recuperadas y los registros históricos, los investigadores han documentado que esta zona albergó comunidades étnicamente diversas que se basaron en el comercio y mantuvieron conexiones con diversas regiones de Eurasia. Señalan que estos vínculos pudieron haber contribuido a la expansión de enfermedades infecciosas hacia y desde esta región durante el siglo XIV.
"A pesar del riesgo de contaminación medioambiental y no contar con garantías de que la bacteria hubiera podido conservarse, hemos sido capaces de secuenciar ADN obtenido de siete individuos procedentes de estas dos necrópolis. Lo más emocionante ha sido encontrar evidencias genéticas de la bacteria de la peste negra en tres individuos", destaca Maria Spyrou, principal autora del estudio y miembro de departamento de Arqueogenética de la Universidad de Tübingen.
Investigaciones previas habían asociado el inicio de la peste negra con un acontecimiento definido como big ban, una diversificación masiva de cepas que tuvo que ocurrir en algún momento entre los siglos X y XIV. "Hemos descubierto que las cepas antiguas de Kirguistán están ubicadas exactamente en el nodo de este evento. En otras palabras, encontramos la cepa original de la peste negra e incluso sabemos su fecha exacta [el año 1338]", añade Spyrou.
Los científicos aseguran que la comparación con las cepas actuales de Y. pestis —que se transmite a través de roedores salvajes infectados— en la región indica que la cepa antigua tenía un origen local, en el sistema montañoso Tian Shan. Es decir, la peor pandemia de la historia tuvo su epicentro en Asia Central. Pero todavía queda por determinar cómo se propagó la peste hacia Europa del Este. Trabajos publicados anteriormente han sugerido que tanto los episodios bélicos como las rutas comerciales fueron dos de los principales canales para su expansión. Los dos asentamientos analizados, de hecho, se encuentran en el corazón de la célebre Ruta de la Seda.
El profesor Johannes Krause, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, resume así la relevancia de esta investigación: "De la misma forma que hoy lo es la Covid-19, la peste negra fue una enfermedad emergente y el comienzo de una gran pandemia que se prolongó durante unos 500 años. Por eso es muy importante entender relamente en qué circunstancias surgió".