La pandemia de peste negra, a mediados del siglo XIV, está considerada como la mayor catástrofe de la historia. Según el historiador Ole J. Benedictow, especialista en el estudio de las grandes plagas medievales, alrededor de 50 millones de personas —el 60% de la población— murieron en Europa a consecuencia de la contagiosa y mortífera enfermedad en un periodo inferior a una década. Pero su embrión, la bacteria Yersinia pestis, ya circulaba por los organismos humanos desde mucho antes.
Un equipo de científicos alemanes y de otros centros europeos ha descubierto la variante más antigua de la Yersinia pestis en los restos óseos de un cazador-recolector enterrado hace 5.000 años en la actual Letonia, en el yacimiento de Rinnukalns, situado en las inmediaciones de un río que desemboca en el mar Báltico. Aunque se trata de una mutación probablemente menos infecciosa y letal que la de la Edad Media, los investigadores consideran que fue la posible causa de la muerte del hombre debido a la cantidad de bacterias que han arrojado los análisis de su ADN.
El cadáver del individuo, de entre 20-30 años y al que se ha denominado RV 2039, fue hallado en el yacimiento letón, en el que abundan las conchas de agua dulce y las espinas de pescado, en 1875 por un arqueólogo amateur. En esa primera excavación se identificó una segunda tumba en la que se había inhumado a una mujer de entre 12-18 años. Ambos cuerpos fueron enviados a Berlín para su estudio. Debido al convulso y destructivo siglo XX, los restos se dieron por perdidos, hasta que reaparecieron en 2011 en los almacenes de la Sociedad de Antropología, Etnología y Prehistoria de Berlín.
Este redescubrimiento provocó una nueva campaña de excavaciones en Rinnukalns, que se saldó con el hallazgo de dos tumbas más: un hombre adulto y un neonato, también enterrados de forma individual. Los análisis de radiocarbono han confirmado que los cuatro individuos pertenecían al mismo grupo de cazadores-recolectores que habitó en asentamientos más o menos permanentes en las orillas del río Salaca hace cinco milenios. Pero el principal objetivo del proyecto era secuenciar sus genomas a través del estudio de dientes y huesos e identificar los patógenos que invadieron sus organismos.
Los investigadores no solo descubrieron que la bacteria de la peste estaba presente en los restos de RV 2039, sino que al compararla con otras variantes prehistóricas, se dieron cuenta de que era la más antigua de todas. "Lo más sorprendente es que hemos podido retrasar 2.000 años la aparición de la Y. Pestis en relación con lo que sugerían varios estudios publicados anteriormente", destaca Ben Krause-Kyora, director del Laboratorio aDNA de la Universidad de Kiel y uno de los firmantes del estudio, recién publicado en la revista científica Cell Reports.
Según explican los investigadores, la bacteria de la peste identificada en el adulto del yacimiento letón probablemente fue parte de una secuencia que surgió hace unos 7.000 años, durante los primeros compases del Neolítico, solo unos siglos después de que la Y. pestis se separase de su predecesora, la Yersinia pseudotuberculosis.
Teorías en jaque
¿Por qué la cepa de hace 5.000 años fue mucho menos mortífera y contagiosa que la de la Edad Media? Los científicos ofrecen varias respuestas al respecto. La primera es que dicha variante no contenía el gen que permitió que las pulgas actuaran como propagadoras de las plagas con sus picotazos, provocando los espantosos bubones de pus. Una segunda explicación es que tampoco se contagiaría por el aire: los otros tres individuos analizados fueron enterrados muy cerca de RV 2039, a quien se brindó una sepultura cuidadosa.
La bacteria, por lo tanto, probablemente se transmitió directamente a través de la picadura de un roedor infectado y no se propagó más allá de la persona infectada. "Casos aislados de transmisión de animales a personas podrían explicar los diferentes entornos sociales donde se descubren estos antiguos humanos enfermos", apunta Krause-Kyora, citando otras investigaciones que han documentado en gentes prehistóricas (Neolítico y Edad del Bronce) de Suecia, Lituania y Estonia la citada bacteria. "Lo vemos en sociedades que son pastores en la estepa, cazadores-recolectores que están pescando y en comunidades de agricultores, entornos sociales totalmente diferentes pero siempre con presencia espontánea de casos de Y. pestis".
Los resultados de esta investigación —que la peste comenzó siendo una enfermedad de desarrollo lenta y poco contagiosa— son importantes porque discuten algunas teorías, a priori robustas, sobre el desarrollo de la civilización humana en Europa y Asia. Por ejemplo, que la reducción de la población occidental a finales del Neolítico fue consecuencia de enfermedades infecciosas como la peste. Una hipótesis que se tambalea de confirmarse los hallazgos de este trabajo.
También discuten que el foco de expansión de esta bacteria se concentró en grandes ciudades, de más de 10.000 personas, en las inmediaciones del mar Negro. El caso del cazador-recolector de Letonia, que habitaba en una pequeña comunidad, ofrece un escenario totalmente distinto.