Gran construcción, dominio de la comedia, agilidad y elegancia en la versificación. Son las cualidades innatas de Mañanas de abril y mayo, la comedia de Calderón de la Barca que podrá verse en el Teatro Fernán Gómez (desde este jueves 13 de abril) bajo la batuta de su directora, Laila Ripoll, y la versión de Carolina África.
La acción, situada en los años dorados de Hollywood, en el Madrid de Ava Gardner, a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, tiene el aroma de las comedias de Blake Edwards, Billy Wilder o Vincente Minnelli. Así lo entiende Ripoll, que ha buscado de forma consciente en la puesta en escena la alegría, el vitalismo, la diversión y el colorido que su autor creó en el siglo XVII.
“La obra habla de las relaciones entre hombres y mujeres, de amor, de celos, de situaciones que se complican y de lo ridículos que podemos resultar los seres humanos en algunas ocasiones. En esto, y en el retrato fino de los personajes, es como si se hubiera escrito ayer”, señala la directora. Eso mismo debieron de ver en esta comedia Miguel Narros y Andrea D’Odorico, que la llevaron al Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera en 2000.
“La obra habla de lo ridículos que podemos resultar los seres humanos en algunas ocasiones”. Laila Ripoll
Todo es juego y alegría en este Calderón protagonizado por la peripecia de Juan de Guzmán, enamorado de Ana de Lara, que pide refugio en casa de su amigo don Pedro, que anda a su vez “por aquellas mañanas de abril y mayo” en flirteos con doña Clara. Un mismo vestido y un mismo sombrero blanco cubierto por un mismo velo servirán en bandeja el enredo incandescente de unos personajes interpretados por Pablo Béjar, Guillermo Calero, José Ramón Iglesias, Sandra Landín, Juan Carlos Pertusa, Alba Recondo, Nieves Soria y Ana Varela.
Para África, la obra es un ejemplo de frescura donde nos encontramos la belleza de pasear por los jardines con el espíritu predispuestso al amor, a los enredos y a lidiar con los celos y las inseguridades de sus protagonistas: “El fin fundamental a la hora de abordar un clásico es construir un puente con el espectador de nuestros días, que llegue a saborear las palabras de Calderón con gozo y que se divierta. Para ello, he agilizado algunas tramas y rellenado vacíos argumentales, sobre todo por haber eliminado algún personaje que intervenía en el conflicto principal”.
[El cielo de Calderón o la vanguardia de Lorca]
En este sentido, Ripoll considera que se ha afrontado el texto original con “muchísimo respeto” pero también considerando que el público del siglo XXI no es el mismo que el del XVII y que su actitud ante la representación tampoco es la misma: “Es un texto que tenía ganas de montar desde hace tiempo porque siempre me ha parecido muy moderno. Una auténtica delicia de comedia”.
De entre todas las facetas que exhibe, África ha decidido no salirse de su papel de adaptadora, pese a que ha tenido que renunciar a “alguna idea loca” que le hubiera gustado incluir: “Siempre he defendido que la dirección es, finalmente, la que termina de configurar la propuesta que se va a contar y el código con el que se hace, que no siempre tiene por qué coincidir con la intención con la que lo escribe el dramaturgo”.