“Soñaba con Pinter. Me marcó como dramaturgo. He intentado, desde siempre, entender cómo funcionaban sus escenas. Perfectas, sensibles y desgarradoras. Su talento iba de la mano de un compromiso social y político pero nunca lo dejaba traslucir en sus textos, ni dejó que aparecieran cuestiones sobre un pensamiento político concreto”. Daniel Veronese (Buenos Aires, 1955) reconoce con estas palabras a El Cultural su revelador acercamiento al teatro de Harold Pinter.
Un hombre buscando unas tijeras. Esa es la primera imagen con la que el Nobel de Literatura armó Retorno al hogar, obra estrenada en 1965 que nos envuelve nada más empezar. Con apenas unas frases Pinter nos mete en situaciones complejas. Según Veronese, muy difíciles de explicar: “Nunca me sentí más a la intemperie con un material. Demasiada poca información para sucesos muy salvajes. Repensé el sistema nervioso de la obra, si de verdad debía exponer esas zonas oscuras e inhóspitas, vacías de humanidad”.
La obra retrata con crudeza las contradicciones y tensiones entre un padre viudo que vive con dos de sus hijos y un hermano. La llegada del hijo mayor, aparentemente el triunfador de la familia, con su esposa, desata todos los vientos de una tempestad de envidia y desprecio mutuos arreciada por un ambiente irrespirable y opresivo.
“Aprecio los personajes de Pinter como son, seres que, en un momento, explotan en tu cabeza”. Daniel Veronese
“Todos los personajes, desde alguna zona profunda, pedían que los quisieran y los respetaran. Pedían consideración. Perversión y depravación, compasión y entendimiento, sentados en la misma mesa. Lo que sucede ahí, lo que los personajes dicen o hacen, no corresponde directamente a aseveraciones sobre lo que hay que ver, sentir, percibir o hacer”, explica el director, que reconoce que se dejó llevar en la puesta en escena por un “tono onírico que a priori no podía justificar”.
[Veronese, invencible ante la crisis]
Casi sesenta años después de que la obra subiese a los escenarios, a Veronese Retorno al hogar, que llega al Teatro Fernán Gómez el próximo 12 de enero, le sigue diciendo cosas. Le inquieta y le enoja el comportamiento de los personajes: “Siempre me dará miedo verme reflejado en sus obras. Aprecio los personajes como son, seres que deambulan dibujados con esa expresión tan mínima y tan ajustada y que, en un momento, explotan en tu cabeza. El resultado de esa maravillosa manifestación expansiva de esquirlas dependerá del público”.
El artefacto teatral que puede surgir del texto de Pinter y la dirección y adaptación de Veronese dinamitará algunas convenciones, todas ellas con una sola espoleta: el instinto. “Es la llave maestra para soltar lo atascado”, explica Veronese mientras mira de reojo su nuevo proyecto, una “comedia negra existencialista” escrita con Matías Del Federico titulada Los amigos de ellos dos.