Àlex Rigola da un paso más en su proyecto con la compañía Heartbreak Hotel subiendo a las tablas de La Abadía La gaviota, el clásico de Chéjov con el que buscará, a través de una síntesis total, la verdad teatral en la que el director lleva investigando los últimos años. Especialmente con Ivanov (que se vio en el Lliure) y Vania (escenas de la vida), incursiones en la rica y compleja atmósfera del autor ruso donde mostraba no solo las líneas maestras de su puesta en escena sino la consolidación de un equipo en el que destacan los originales diseños escenográficos de Max Glaenzel.
La gaviota (hasta el 4 de octubre en la sala madrileña) vuelve a explorar, respetando la estructura esencial de la obra, el horizonte de la interpretación, depositando en los actores el desarrollo de la trama. Como en Vania, Rigola entiende que no se puede dirigir e interpretar a Chéjov si no se han tenido cicatrices. “Es un texto vivo –explica a El Cultural–. Hemos trabajado sobre las mismas estructuras de cada acto pero pasadas por el filtro de los actores y de sus propias experiencias”.
Esta búsqueda de la esencia es lo que ha evitado al director bajarse definitivamente de los escenarios. “Leyendo a los grandes maestros he llegado a la conclusión de que la persona es más importante que el personaje, que el texto debe estar al servicio de los actores. Quiero que sea un camino para llegar a ellos y Chéjov me lo permite”. Este juego con la verdad le ha posibilitado reunir esta vez a tres actrices (Mónica López, Irene Escolar y Roser Vilajosana), un actor (Xavi Sáez), un actor-dramaturgo-director (Nao Albet) y un autordirector (Pau Miró). Intercambiarán sin pudor sus deseos y su amor por el teatro. ¿Verdad o ficción? Esa es la cuestión. Los seis protagonistas aparecerán sin vestuario, con la misma ropa con la que llegan al teatro y sin ninguna voluntad de parecer rusos del siglo XIX. Eso sí, gracias a las líneas establecidas por Rigola conservarán las tramas y los conflictos principales de la obra. “No traicionan a Chéjov. Son las mismas batallas dialécticas que derivan en un canto de amor al teatro. En estas tensiones me siento confortable. Todos cuentan sus conflictos, como los actores que plantean temas tan candentes como los cambios generacionales o cómo nos pasa la vida por delante. Entramos de lleno en el subtexto de Chéjov para conseguir transmitirlo con la mayor sinceridad posible”, aclara Rigola, que reconoce haber incluido un punto de acidez que la hace más irónica y accesible. “No es comedia pero el público se lo pasará muy bien”, precisa.
Una de las actrices que se ha convertido en seña de identidad de Rigola es Irene Escolar, un talento con el que se siente muy ligado y que ha visto crecer a lo largo de los años. Ya contó con ella en El público de Lorca en 2015 (también en La Abadía) y ahora llega a La gaviota dispuesta a mostrar las “cicatrices” que ha ido acumulando durante estos años. Escolar, que estrenará junto a Bárbara Lennie, el domingo, 13, la serie Escenario 0 en HBO, será sustituida en dos funciones por Melisa Fernández.
La historia encabezada por el escritor Trigorin, que Chéjov escribió en 1896, llega al espectador actual cargada de conflictos que no han perdido vigencia. Según Rigola, quizá estaríamos ante una madre y un hijo que a pesar de quererse no se encuentran y se hieren, “ante aquello que queremos y nunca conseguimos, ante el amor entre dos personas de diferentes edades, ante el primer amor descabezado, ante la frustración de no quedar nunca contento con el hecho creativo, ante la lucha con el deseo, ante el miedo a crecer e ir desconectando de aquello que nos rodea, ante los mil amores no correspondidos o ante la historia de cómo cargarse un amor”. Morir, querer y hacer teatro parece ser lo mismo en Rigola.
Paradojas de la pandemia
Como en todo acto de reflexión, últimamente se cuela la ineludible pandemia, que tiene a la compañía de Rigola en un momento delicado: “El otoño será esencial”, señala con preocupación ante la incertidumbre de giras como la de Macho Man o Este país no descubierto… Igual que la mayor parte de las compañías sueña con recuperar lo invertido, aunque la situación no puede ser más adversa. Entre tanto, hay algunas iniciativas que no le encajan: “Veo una permisividad en algunos sectores que no existe en las artes escénicas. En el nuestro se ha hecho un gran esfuerzo por llevar a cabo las medidas exigidas. Hay paradojas en las normativas que no se entienden. Hemos de tener claro que la cultura es algo importantísimo tanto en lo educativo como en lo turístico. Además, crea algo tan elemental y necesario como la reflexión y el pensamiento”.