Àlex Rigola dirigiendo a la actriz Irene Escolar en un ensayo de El público
El director estrena, este miércoles 27 en La Abadía y el 17 de diciembre en el Teatro Nacional de Cataluña, su versión de El público de Lorca.
Pregunta.- Es un una obra de un simbolismo extremo. ¿En qué asideros se ha apoyado para 'concretar' su montaje?
Respuesta.- El público te empuja a hacer un viaje que no suele hacerse. Se sale de la norma. Por su forma no lineal y por todo lo que conlleva. Parece un texto surrealista pero no lo es, aunque usa todas las características de este movimiento, por ejemplo está muy influido por Freud y los universos oníricos. Su verdadera fuerza estriba en la belleza poética que propone y que va más allá del texto. El primer desafío para mí es poderla plasmar eso. Y el segundo es conseguir que el espectador menos acostumbrado a salir del teatro más aristotélico y popular siga el hilo de la obra. Es cierto que es una obra muy simbólica pero no tan hermética como parece si encuentras los mecanismos para abducir al público, para que no desconecte.
P.- ¿Y qué pistas le da para que no se pierda?
R.- Le invito a entrar en un sueño. Si sabe que está en los dominios de lo onírico, ya no se ve en la obligación de racionalizar todo lo que aparece sobre las tablas. Es lo que sucede con la poesía. El lector de poesía, de hecho, no tendrá problemas para hacer el viaje. Tampoco los que estén vayan habitualmente a espectáculos de danza contemporánea. Su mente está mucho más abierta a estos juegos. La clave, en definitiva, está en avisarle de que entra en un territorio que se rige por otras reglas.
P.- ¿Qué formas adopta ese espacio onírico sobre el escenario?
R.- La gracia del espectáculo es que me lleva a lo que más me gusta del teatro: hacer un viaje para descubrir otros mundos. Y este viaje tiene su miga porque supone entrar en la cabeza del propio Lorca. En un momento muy complicado, además: cuando atraviesa una profunda crisis personal, tanto en el plano sexual y amoroso como en el artístico. En el primero no puede manifestarse tal cual es y sufre el dolor de verse abandonado por otros hombres que al final acaban yéndose con mujeres. En el segundo, Lorca tiene ya una posición privilegiada y exitosa. Acaba de estrenar, por ejemplo, Mariana Pineda en el Goya de Barcelona, una obra que recibe una fervorosa acogida. Pero sus amigos más íntimos, muy atentos a lo que se cuece en París, le dicen que ese tipo de dramaturgia es demasiado fácil para él, que deje de perder el tiempo y vaya más lejos. Hay una carta de Dalí a Lorca muy dura y reveladora en este sentido. También Buñuel comentaba en algunos círculos que lo que estaba haciendo Lorca era una "mierdecita". Es entonces cuando decide escribir esta pieza. Es una afirmación de su identidad artística y sexual frente al público que es una representación de la sociedad, una sociedad que trunca sus inclinaciones íntimas y que espera de él un teatro más almibarado y popular. Aunque al terminar de escribirla se la enseñó a unos amigos, le dijeron que no habían entendido nada y decidió guardarla en un cajón para seguir con sus dramas rurales.
P.- A usted le motiva de siempre esa tesitura del artista poniéndose en cuestión. ¿Por eso conecta tanto con este Lorca dubitativo?
R.- Es uno de los viajes más apasionantes que voy a hacer en mi carrera. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en los preparativos de una producción. Vivo en la excitación pura por ver cómo vamos a poder transmitirla y estar a la altura de Federico. Lo que sucede es que en el arte tú sí que puedes avanzar por tu cuenta, aunque luego puedes morirte de hambre o no. Pero en teatro si no tienes público no hay función. Se establece un juego de placer y esclavitud con él. Intentas ir siempre más allá pero sabes que si te pasas te quedas solo. No sirve que sea una pieza para dentro de 20 años como decía Lorca de esta pieza.
P.- Otra vez cuenta con Carlota Ferrer como ayudante de dirección. Ya parecen un tándem inseparable.
R.- Sí, desde 2000 estamos juntos. Para este proyecto necesito especialmente artistas que confluyan a mi alrededor. No me bastan figurinistas, escenógrafos... Necesito profesionales, sí, pero que tengan su propio mundo. De hecho, nos hemos pasado más tiempo discutiendo en mi estudio que en los ensayos propiamente dichos.
P.- Lluis Pasqual estrenó El público a mediados de los 80. Es uno de los grandes hitos de nuestra escena. ¿Le pesa o le estimula ese precedente?
R.- Ya tengo asimilado que no lo vamos a superar. No estoy luchando contra Lluis. Vi el espectáculo en vídeo y quedé fascinado en su momento. No tiene sentido competir porque no puedo hacerlo. Hay que tener en cuenta que han pasado 30 años y la mayor parte del público que venga no la ha visto. Acepto que es la primera y la mejor versión pero no es el mismo tipo de propuesta. Una cosa es hacerlo con 46 intérpretes y otra con 14. Siendo consciente de que todos saben mucho de Lorca y de El público, yo lo que intento es aportar mi visión personal. Veremos qué nos sale.
@albertoojeda77