'Delicuescente Eva', el bosque de la vida
Javier Lara (autor) y Carlota Gaviño (directora), de la compañía Grumelot, estrenan el próximo jueves 'Delicuescente Eva' en La Abadía, una autoficción familiar sobre la violencia y la posibilidad de erradicarla.
5 marzo, 2020 09:40Javier Lara culmina su trilogía Lo propio en el Teatro de la Abadía. Tras bucear en la relación con su padre en Mi pasado en B y en la muerte de su hermano en Scratch, a partir del próximo jueves 5 finiquita la inmersión familiar con Delicuescente Eva, poniendo el foco ahora en su hermana mayor. El ejercicio de autoficción termina así completando significados y conexiones. “He intentado liberar las voces interiores que guardaba, compartiéndolas. Delicuescente Eva aparece en el momento en que siento que gritan, por lo que es el cierre perfecto”, explica el actor y dramaturgo a El Cultural.
Esta vez es un accidente el que opera como desencadenante de la catarsis. Un hombre se pierde deliberadamente en el bosque. Está a punto de anochecer y, en un momento dado, se pone frente al coche de su hermana, que viene a toda velocidad. Las vidas de ambos, en ese momento crítico, se espacian. Surge la posibilidad del diálogo crudo y directo, confrontando traumas que arraigan en la infancia y se expanden como una mancha en la etapa adulta. Como el de la educación violenta recibida, que irremisiblemente acaba permeando de generación en generación. ¿Cómo romper esa cadena tóxica? “En la vida no lo sé. En la función hay un movimiento de disolución, ofreciéndole a lo heredado la posibilidad de liquidarse, sin romper abruptamente con ello, sin matar al padre, sino aceptando que quizás la fragilidad sea el poder más valioso que podamos transmitir a nuestros hijos”, apunta Lara, que interpreta su propio texto en escena.
Le acompañan Natalia Huarte (repite en la sala madrileña tras Nise, de Ana Zamora) y María Morales. Los tres están a las órdenes de Carlota Gaviño, que con su puesta en escena nos adentra, junto a los dos hermanos, en el interior de un bosque oscuro y metafórico. Es un viaje al interior de la conciencia semejante a un sueño. “Los sucesos, de hecho, se producen sin solución de continuidad, en espacios que se superponen, hasta que la realidad se va introduciendo en el teatro”, aclara Lara, que con Gaviño e Íñigo Rodríguez-Claro forman la compañía Grumelot, una de las debilidades de Carlos Aladro, aquí asesor del proyecto.
“Mi revisión de Hansel y Gretel propone habitar el bosque sin esfuerzo ni ingenio, como telémaco en la orilla”. Javier Lara
La incursión en el follaje oscuro de dos hermanos remite, claro, a Hansel y Gretel, ‘lastre’ del que se desembarazan sus padres. “La clave de mi revisión del cuento estriba en su moraleja, concretamente en su cuestionamiento. ¿Para qué volver a casa? ¿Es posible? ¿Existe el camino? ¿Acaso no somos todos niños abandonados esperando algo que nos salve, esforzándonos por resolver el enigma que nos devuelva al reino perdido?”. Para afrontar tales dilemas, Lara sugiere una estrategia: “Habitar la penumbra del bosque sin ingenio y sin esfuerzo, en entregada vigilia, como Telémaco espera a Ulises en la orilla del mar, aguardando lo que esté por venir, dejando que ocurra”.
La delicuescencia precisamente permite esa posibilidad: la de afrontar los traumas sin sufrir daños severos. Porque la ciencia química la describe como la capacidad de algunos cuerpos de absorber la humedad y disolverse en ella. Una manera eficaz de sobrevivir. Ya lo formuló Bruce Lee en su día: “Be water, my friend”.