Iben Nagel Rasmussen como hija de un poeta en El árbol de Odin Teatret
Varias escenas en torno a El árbol sirven a Eugenio barba y su mítica compañía Odin Teatret para reflexionar, con no pocas dosis de poesía, sobre algunos de los más terribles acontecimientos que sacuden nuestro planeta. El montaje, que sigue las líneas maestras de su laboratorio escénico, se estrena el 7 de febrero.
La obra se convierte así en una orquestación de signos dinámicos, sonoros, metafóricos y literales que se dirigen directamente al mundo interior de cada espectador.
Una experiencia estética
Para Barba, toda persona que asiste al teatro tiene una biografía que condiciona su manera de ver el mundo y, por tanto, de percibir la representación: "De esta manera vive una experiencia estética, se enfrenta a una problemática, se distrae, goza de un actor que admira y termina siendo fiel a un teatro que nunca le decepciona". Pone como ejemplo Hamlet, "que no es solamente la historia de un hijo que quiere vengar a su padre". Lo interesante, para el director, es cómo la escribió Shakespeare y la refinada capacidad artística del actor para dar vida a sus palabras."El actor es especialista en inventar las condiciones de una inestabilidad creativa entre él mismo y un fantasma, pero maneja también la técnica de morir sin ningún énfasis místico y de asumir una vida que viene de lejos: el personaje", reflexiona el director de El sueño de Andersen.
Odin Teatret, creada por Barba en Dinamarca en 1964, vuelve así a convertirse en un laboratorio basado en la diversidad cultural y en un "trueque" de experiencias que tiene su extensión en las actividades del ISTA (International School of Theatre Anthoropology). "Existe la antropología teatral -precisa-, que es el estudio del actor en una situación de representación organizada, un estudio comparativo de los principios técnicos que permiten a los actores de cualquier época construir un arte individual. El teatro antropológico, en cambio, es el espectáculo que se ocupa del ser humano. Pero, ¿no es esta la característica de toda forma de teatro?"
Barba, que ultima en estos momentos un montaje sobre Goya junto a la actriz Else Marie Laukvik (una de las fundadoras del Odin) y el compositor Franz Winter, ha buscado para El árbol una puesta en escena que se abra a la sensibilidad de la poesía.
El director como partero
"Había dos opciones: o trabajar para el texto o trabajar con el texto. En el primer caso, toda la prioridad del director es hacia las palabras del poeta. En el segundo, significa considerar el texto como uno entre varios elementos del espectáculo, al mismo nivel que los actores, los músicos, el compositor, el escenógrafo o el diseñador de luces... Aquí el director se vuelve todo un partero, un orquestador de una sinfonía de estímulos y contrastes".Dos narradores introducen y comentan escenas y personajes: el desierto sirio donde dos monjes plantan un peral para atraer nuevamente a los pájaros que han desaparecido, una madre nigeriana que descansa a la sombra del árbol del olvido, un señor de la guerra europeo que predica la limpieza étnica a un señor de la guerra africano mientras realiza un sacrificio humano y una niña que juega con muñecas junto al árbol que plantó su padre.
Luca Ruzza, encargado del espacio escénico de El sueño de Andersen y del montaje que podrá verse en La Abadía hasta el día 18, insiste también en la levedad de la puesta en escena frente a la crudeza de algunos contenidos. Confiesa que Barba le propuso crear un árbol que creciera delante de los ojos de los espectadores, a pocos metros de ellos: "Tenía que ser lo suficientemente resistente como para sostener el peso de monjes, criminales y santos. Después de haberle cortado el tronco... debería florecer".
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