Arrancaba la presentación de la nueva temporada del Teatro Real con el anuncio, explicitado por Gregorio Marañón presidente de la Fundación del coliseo madrileño, de la renovación por cinco años de Joan Matabosch, su máximo responsable artístico desde 2013. Matabosch ha demostrado en esta década, así como en las dos que estuvo al frente del Liceo, ser una suerte de alquimista de la lírica, capaz de conciliar en programaciones concretas casi todas las demandas y posibilidades que ofrece un repertorio de más cuatro siglos de explosiva creatividad. No es nada fácil pero lo que se avecina para el próximo curso, tejido nuevamente en su magín, es una nueva prueba sólida del equilibrado buen hacer del gestor catalán.
El pistoletazo de salida, el 19 de septiembre, lo dará Cherubini con su enrevesada Medea. Enrevesada por las circunstancias en las que confeccionó. Al ser rechazada en París, el compositor italiano tuvo que reconfigurar su planteamiento original, dejando a un lado los recitativos para introducir partes habladas. En el Real se presentará una edición crítica con aspiraciones de ser definitiva firmada por Heiko Cullman a partir de la versión original francesa y con recitativos cantados a cargo de Alan Curtis. Ivor Bolton, en el foso, y Paco Azorín, como regista, concretarán en las tablas esta apuesta inicial.
Medea volverá estar presente de la mano de Charpentier. “El barroco francés es una de las grandes asignaturas pendientes de este teatro”, ha reconocido Matabosch. Esta pieza, con libreto de Thomas Corneille, hermano del gran Pierre, interpela la trágica actualidad de los padres utilizando a sus hijos como elementos con los que 'solventar' sus querellas. “Una noticia frecuente en nuestros días por desgracia”, ha apuntado Matabosch.
Aparte de Medea, otro de los mitos medulares sobre los que asienta la temporada será el de Orlando furioso. Nada menos que convergen tres propuestas en torno a él. El Orlando de Haendel, que cristalizará Claus Guth, de sobra conocido en el Real, donde ha ofrecido meritorios trabajos como su Parsifal de 2016. El director germano propone un curioso paralelismo entre la obra haendeliana y el Taxi Driver de Scorsese. Estamos en ambos casos ante un tipo que se le ha ido la cabeza por culpa de la guerra y es un peligro público extremo. Matabosch ha destacado la valentía de Haendel en su momento para mostrar por -acaso- primera vez la locura en el escenario.
También concurre el Orlando Paladino de Haydn y, dentro de este mito todavía, La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina de Francesca Caccini, la primera ópera compuesta por una mujer que se conoce. Esta última, además, ofrece en el dramatis personae un conjunto de féminas empoderadas (“valientes y fuertes”, según Matabosch) que, a buen seguro, conectarán bien con las pujantes corrientes feministas actuales. En la parcela barroca, bien nutrida, también destaca Il ritorno d’Ulisse in patria de Claudio Monteverdi, Rapresentatione de anima et di corpo de Emilio de’ Cavalieri y Dido y Eneas de Purcell, que contará con el savoir faire vocal e interpretativo de Joyce DiDonato.
[Real-Liceo, derbi lírico sin zancadillas]
En Polonia ha encontrado también Matabosch uno de los cimientos ‘ideológicos’ de esta remesa de títulos. Veremos Halka, que pasa por ser “un símbolo allí, principal punto de partida de la escuela nacional polaca, algo así como lo que fue Nabucco al Risorgimento italiano”. Junto a la obra de Stanislaw Moniuszko, otra obra de mucho relieve historiográfico y humanístico, La pasajera, de Mieczylaw Weinberg, judío de origen polaco represaliado por ‘anticosmopolitismo’ de Stalin. Basada en la novela de Zofia Posmysz, nos devuelve al horror de Auschwitz. Caída en el olvido, uno de los pocos que la reivindicaron fue Shostakóvich, que la definía como “un llamamiento a la memoria”.
Dos registas habituales en el Real los últimos años brindarán, asimismo, otros dos platos fuertes. Christof Loy (en la memoria sus magistrales recreaciones straussianas de Arabella y Capriccio) hilvanará en un programa doble La voz humana de Poulenc y La espera de Schoenberg. Laurent Pelly, que estos días ultima aquí El turco en Italia, explotará la inusual veta cómica de Wagner en Los maestros cantores. Calixto Bieito, por su parte, se remangará con el Lear Reimann.
En el capítulo español, destaca el estreno en versión escénica del Tenorio de Tomás Marco y La Regenta de María Luisa Manchado Torres (el libreto es de Amelia Valcárcel). Miguel del Arco, algo desaparecido tras el cierre del Kamikaze, resurge a lo grande al mando de un Rigoletto que, ojo, emparentará con Jauría, la reconstrucción de Jordi Casanovas del caso de La Manada en los Sanfermines. Además, habrá zarzuela: Luisa Fernanda de Moreno Torroba (en versión concierto, eso sí).
Otro guiño al repertorio lírico más popular lo harán Nicola Luisotti y Damiano Michieletto con Madama Butterfly, montaje que servirá, por otra parte, para homenajear a Maria Callas en su centenario. Michieletto ve la historia de la japonesita ‘redimida’ por el oficial yanqui como un ejemplo manifiesto de “turismo sexual”, cargando así las tintas con la actualidad. En el apartado de la danza, contaremos con la visita del Ballet de Múnich (La bayadera) y el el Ballet del Gran Teatro de Ginebra, con una versión de Cherkaoui de Preludio a la siesta del fauno). Nuestro Ballet Nacional, con Rubén Olmo a la cabeza, estrenará Afanador.
El Real aumentará casi el doble las funciones ofrecidas este año gracias a ‘sucursal juvenil’ en Pacífico. En el recién estrenado espacio habrá un despliegue tremendo de óperas y obras teatrales para inocular en la infancia el ‘veneno’ del escenario. El barbero de Sevilla, Rebelión en la granja, Peter y Wendy… Buenos reclamos para hacer germinar la semilla de la renovación generacional del público.