Si la edición anterior de Suma Flamenca, el festival de la Comunidad de Madrid, estaba dedicada a Cádiz, Jerez y Los Puertos con el epígrafe general de 'Al sur del sur', en esta ocasión es Madrid el espacio inspirador de un acontecimiento de primera magnitud que en su XVII edición se celebra del 18 de octubre al 6 de noviembre, especialmente para recordar un tramo que se sitúa a lo largo de las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo. La capital del flamenco: una facultad que Madrid poseía en años de sombras, pero curiosamente de un alto nivel flamenco por la calidad de los artistas que circulaban por los tablaos, por los estudios de grabación y por los escenarios en un trasiego que se fundamentaba en el intercambio, en la participación para componer las mejores, la más valientes y novedosas propuestas.

Pero el asunto viene de lejos, porque ya el jerezano don Antonio Chacón, máxima figura de su época y uno de los grandes nombres de la historia del género, que residía en Madrid, donde falleció en 1929, dejó grabado en 1928 aquello de “¡Viva Madrid, que es la Corte!”, que no era más que una declaración de principios y un acto de gratitud, y más al acordarse de la presencia de sus paisanos en una ciudad abierta y generosa, cuando cantaba aquellos famosos caracoles, que decían: “La gran Calle de Alcalá, /cómo reluce/, cuando suben y bajan/ los andaluces”.

Dieciséis tablaos había en Madrid a principios de los setenta, dando cabida a multitud de artistas, que se trasladaban a la capital generalmente acompañados de sus familias, y aquí terminaban instalándose. Las posibilidades económicas, el ambiente favorable al flamenco, era un campo idóneo en el que progresar. Enrique Morente afirmaba que el arte se adquiría en Andalucía y la profesionalidad en Madrid. Como sostiene Jorge Pardo en su película Trance, “las luces de neón de una ciudad como Madrid han atraído siempre a artistas de todas partes. Aunque principalmente el caldero está en Andalucía, pero a Madrid han llegado flamencos de todos los sitios, buscando un mejor porvenir y quizás cumplir esa especie de sueño americano”.

Paco del Pozo. Foto: Vicente Pachon

La programación de Suma Flamenca es un homenaje a Madrid y, en concreto, al de esa brillante etapa. Carmen Linares, la gran maestra del cante, comenzó su trayectoria profesional precisamente en esos tablaos madrileños: Torres Bermejas, donde conoció y compartió cartel con Camarón o Paco Cepero, o en el Café de Chinitas, con Enrique Morente, Carmen Mora o Luis Habichuela.

Ahora, en Suma Flamenca, presenta Carmen Linares canta a Madrid, un concierto integrado por las formas flamencas que aprendió de los maestros que entonces residían en la capital, Pepe de la Matrona, Rafael Romero, Pericón de Cádiz o Juan Varea, y otras, ya bajo la estructura de su propia estética y personales maneras creativas, que fue interpretando en actuaciones en el Teatro Real, Zarzuela, Alcalá Palace, Monumental o Albéniz. “Se trata de un concierto único que quiero brindar al público madrileño. Me he hecho artista en Madrid, en el ambiente extraordinario de los años setenta y ochenta. Fue un periodo decisivo para ser la cantaora que ahora soy”, asegura la cantaora.

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Los tablaos empezaron a tener una especial dimensión y se desenvolvían en un contexto donde predominaba la calidad, tanta que se convirtieron en verdaderas academias, en facultades del flamenco. Los jóvenes aprendían de los mayores y, lo que es más significativo, los jóvenes aprendían de los jóvenes. Se establecían recíprocas influencias, se aceptaban o rechazaban los planteamientos de unos y otros en una dinámica donde estaba incluido un intenso recorrido nocturno que se establecía según el grado de fascinación que ofreciesen los distintos locales, originándose a veces en los mismos aficionados itinerantes un verdadero conflicto por la dificultad de elegir ante las excelencias artísticas y lo llamativo de las ofertas de cualquiera de los tablaos.

¿Forasteros?

Comenzando por el cartel, que es una imagen del bailaor madrileño Eduardo Serrano, El Güito, la programación de Suma Flamenca está colmada de guiños a la capital. Tomatito presenta el concierto De la Plaza Vieja a Santa Ana, dos emplazamientos urbanos significativos, de su tierra almeriense y de la madrileña; el cantaor cordobés El Pele anuncia A sangre en Madrid; María Pagés, Alcalá, 94, donde hace alusión a su trayectoria artística, utilizando como título el lugar de su residencia, además del espectáculo dedicado a la bailaora madrileña de El Rastro La Tati, con la presencia como invitados de José Mercé, Marco Flores, Gerardo Núñez, Rafael Riqueni, Juan Villar o María Terremoto, entre otros.

Por su parte, el cantaor madrileño Paco del Pozo describe su espectáculo Forasteros como “un agradecimiento a Madrid y un reconocimiento a aquellos artistas que llegaron para convertirla en la capital del flamenco. Nada más pisar el andén de la estación de Atocha, dejaron de ser forasteros, ya que esta es una ciudad acogedora, que recibe a todo el mundo”.

La obra, por cierto, incorpora la guitarra y dirección musical de otro madrileño, el intérprete y compositor Jerónimo Maya. Del Pozo valora la situación que se originó como oportunidad pero, sobre todo, como escuela: “Manolo Sanlúcar, Morente, Menese, Vicente Soto, José Mercé vinieron muy jóvenes con ese talento y el poso que da la tierra, pero en Madrid se desarrollaron y se hicieron profesionales”.