El director de escena norteamericano Robert Wilson aplica su conocido repertorio gestual a la Aida de Giuseppe Verdi, logrando una bella coreografía que parece acompañar a la música del compositor de Busseto. Todo es muy elegante, muy estilizado (a veces un punto naïf, con una simbología que pretende ser trascendental y resulta algo pueril), y está permanentemente sumergido en esa característica luz azul que le otorga un carácter lunar, de ensoñación. Hay imágenes muy hermosas, como la aparición de las pirámides durante el "Ritorna vincitor", o la escena de Amneris con los sacerdotes, de gran fuerza dramática. El japonés Kazushi Ono, nuevo responsable musical del Teatro de La Moneda de Bruselas, de donde procede el montaje, dirige con buen pulso teatral. Junto a el vigoroso tenor italiano Marco Berti como Radamés, una temperamental Ildiko Komlosi como Amneris y un creíble Mark Doss como Amonasro, encontramos en el papel titular a la soprano Norma Fantini cuya voz ha ganado cuerpo y perdido tersura. En suma, una nueva propuesta, diferente y evocadora, de uno de los más célebres títulos de Verdi.