"Y ahora resulta que Poulenc es bueno"
Hace algunas semanas, dos melómanos jóvenes hacían lo mismo que este servidor en unos grandes almacenes: cotillear entre los estantes de la sección de discos clásicos. La proximidad hacía imposible no escuchar la conversación. Los dos amigos escrutaban el apartado de las novedades, y se detuvieron ante las cajas de la edición de EMI que se comenta en este texto. Ante la aparente bondad de la colección, uno de ellos lanzó el epifonema que abre esta reseña: "Y ahora resulta que Poulenc es bueno".
Sería sencillo decir que no es de ahora, que Poulenc siempre fue, no bueno, sino espléndido, un músico con mayúsculas, pero el oteador de nuevos CDs tenía razón: las modas, coletillas, fobias, ismos y filias, que tan usuales son en este mund(ill)o de la música, mandaron hace lustros -propiamente, desde su muerte en 1963- a Francis Poulenc a una peculiar "segunda división" compositiva, donde ha dormido un inmerecido sueño purgatorial, pese a los esfuerzos, mejores o regulares, de artistas como Pierre Fournier, André Cluytens, Régine Crespin, Georges Prêtre, Nicolai Gedda, Jacques Février, Elly Ameling, Pierre Dervaux, Pascal Rogé, Harry Christophers, Charles Dutoit, Jessye Norman, José van Dam o Jan Latham Koenig, que siempre consideraron (o consideran) al músico entre los grandes de nuestro siglo. álvaro Guibert, que le ha dado a Poulenc un mote maravillosamente atinado ("el canalla místico"), ha centrado certeramente al personaje desde estas páginas (EL CULTURAL, nº 9, 3/1/99): "un compositor innegablemente moderno que hablaba un lenguaje musical francamente conservador". Ocurre también que el centenario ha venido, y sabemos cómo ha sido -porque han pasado cien perogrullescos años-, y lo que también sabemos-vemos es que las lanzas se han vuelto cañas y ahora está bien, es de buen gusto, "viste" musicalmente decir que Poulenc es un artista de primera y que el que lo enuncia siempre pensó así.
Ediciones complementarias
Veamos lo positivo: gracias al centenario de marras -Poulenc tuvo la ocurrencia de nacer al empezar el penúltimo año del XIX, el 7 de enero de 1899-, dos importantes colecciones de discos nos traen 30 compactos de notoria música, que para muchos constituirá grata sorpresa. La oferta más densa es la que a fines del pasado año distribuyó EMI, basada mayoritariamente en producciones de su filial francesa "La Voix de son Maître", con un total de 20 CDs repartidos en cuatro álbumes, a 5 por caja. Es exactamente el doble de la propuesta de la firma británica Decca -10 CDs en 3 álbumes-, aunque ésta presenta varias interpretaciones superiores y, en general, registros de sobresaliente calidad técnica.
Empezando por esta última antología, hay que aclarar de entrada que no es tanto una edición como una recopilación de material previo sin excesivos esfuerzos: todos los discos habían aparecido sueltos y la compañía inglesa se limita a agruparlos en cajas con sus libretos de origen, sin complicarse más la vida. Los mimbres interpretativos son, de otra parte, óptimos: el álbum pianístico lo firma Pascal Rogé, verdadero protagonista de la serie y músico cuya "sintonía" con el teclado de Poulenc es absoluta; Rogé es también pluri-acompañante de un sólido elenco vocal (Lott, Dubois, Kryger, Le Roux y Cachemaille), y colaborador con Dutoit en las obras concertantes (el coreográfico "Aubade", los conciertos pianísticos y hasta el "Concert champêtre", en donde se pasa airo- samente al clave); en las páginas sinfónicas, el suizo Charles Dutoit sienta cátedra, no sólo porque aprecie las partituras, sino porque su vitalidad natural es el complemento justo a la fosforescencia rítmica del músico francés.
El caso de EMI es distinto, porque aquí sí se ha apostado con ahínco por una edición, digamos, científica. La empresa también ha utilizado material previo, en algún caso de incuestionable valor histórico -las obras en las que el propio Poulenc interpreta al piano, o aquellas piezas vocales en las que el traductor es el legendario barítono Pierre Bernac, inspirador de tantas canciones del artista-, pero ha hecho el trabajo adicional de completar los catálogos con grabaciones modernísimas, varias del pasado 98 (la versión para cello y piano de la "Suite française", la "Villanelle" para flauta de pico, la "Bagatela" para violín, la insólita comedia bufa "Le Gendarme incompris", los "Cocardes" sobre Cocteau o la singular música incidental para Anouilh "L’invitation au château"). Esa "integralidad" termina por conferir ventaja a esta edición -que sí lo es- sobre su vecina, ya que no sólo incluye todas las obras pianísticas, canciones y piezas orquestales del músico, sino que presenta, además, todas las creaciones líricas del autor -sus tres óperas, más sus músicas incidentales- y la fundamental parcela de la música religiosa. Poulenc se definió, primariamente, como "autor de música religiosa", y ese talante abre camino a algunas de sus obras más intensas.
Gratificante reto
Cabe acaso reprochar la falta de unidad interpretativa en el terreno del teclado, donde la edición reclama a cuatro pianistas diferentes, y pueden también ponerse peros al quehacer del irregular Georges Prêtre en el terreno sinfónico, pero la seriedad de la propuesta termina (con)venciendo, en no poca medida gracias a sus meticulosos y detallados libretos. Poulenc, de esta forma, ha empezado con el mejor pie posible el año de su centenario, y su obra, en conjunto, resulta ser un gratificante reto para cualquier melómano medianamente inquieto.
José Luis Pérez de Arteaga
POULENC: Edición del centenario (1899-1963). 4 álbumes (EMI). I. Conciertos, música sinfónica y religiosa, II. Piano y múisca de cámara, II. Melodías y canciones, IV. Obras líricas. (20 CDs)
POULENC: (Decca) Obras orquestales y conciertos (3 CDs), Música para piano solo (3 Cds), Canciones (4 CDs).
La razón (El Cultural): POULENC, pg. nº PáGINA 1