Gustavo Gimeno, director de orquesta: "Mahler te coge del estómago y te eleva”
El valenciano vuelve a la Quincena de San Sebastián con la Filarmónica de Luxemburgo para adentrarse en el universo del compositor austríaco.
1 agosto, 2024 00:55Gustavo Gimeno (Valencia, 1976) suele veranear en Cerdeña, un destino marcado en su vida por la conjunción de su matrimonio con una mujer italiana y por la recomendación de su mentor Claudio Abbado. Pero lleva un mes de julio complicado: tras cerrar el curso con la Filarmónica de Luxemburgo, de la que es titular –al igual que de la Sinfónica de Toronto–, tuvo que volar desde Ámsterdam (su campamento base) a Japón para despachar dos programas con la NHK Orquesta de Tokio.
El director español, fogueado a la vera de Mariss Jansons (en la Concertgebouw) y el citado Abbado (en la Orquesta Mozart y en Lucerna), acometerá asimismo dos comparecencias en la Quincena Músical de San Sebastián (1 y 2 de agosto) y una tercera en el Festival de Pollença (4). Lo hará al frente de la citada Filarmónica de Luxemburgo, de la que la próxima temporada se despide para tomar las riendas musicales del Teatro Real.
Pregunta. ¿No le va a quedar tiempo entonces este año para solazarse en Cerdeña?
Respuesta. [Ríe] Creo que después de la Quincena podré escaparme unos días. Lo necesito, aunque yo solo me concedo un día sin hacer nada relacionado con la música.
P. Su presencia en San Sebastián es ya casi un ritual.
R. Pues sí. Recuerdo cuando hace nueve años vino a verme Patrick Alfaya [director de Quincena] al Concertgebouw y me planteó la posibilidad de ir a a la Quincena. Desde entonces, siempre volvemos cada dos o tres años.
“Haré sinfonismo en américa [Toronto] y ópera en europa [Teatro Real].
Un buen equilibrio. No habrá tiempo para más pero así está bien”
P. ¿Qué disfruta más de dirigir en San Sebastián?
R. Valoro mucho el factor humano y en San Sebastián encuentro una familiaridad muy grata. Es una ciudad además a la que he ido durante muchos años por mi cuenta, me interesa su cultura y me fascina su naturaleza. Con todo eso también subes al escenario.
P. En el segundo de los dos conciertos incluye una pieza poco tocada, La ejecución de Stepan Razin, de Shostakóvich, inspirada en un líder cosaco que se rebeló contra el zarismo. ¿Hay algún trasfondo político en esta elección?
R. Ninguno. La verdad es que es una pieza de la que Patrick me llevaba hablando desde hace años y he decidido incorporarla al programa, con pleno convencimiento, pues comprobé que es una gran obra, con una gran fuerza y muy pasional, también con pasajes íntimos oscuros. Me sorprende que no se haga más.
P. Luego, también brindará una pieza icónica del sinfonismo: la Quinta de Mahler.
R. Sí, es un mundo en sí mismo. Bueno, se puede decir que cada movimiento es un mundo en sí mismo, con ese canto de amor a Alma Mahler que es el Adagietto, utilizado por Visconti para Muerte en Venecia. Un gran viaje.
P. Cuando era un crío, jugaba a dirigir una orquesta escuchando a Mahler precisamente.
R. Cierto. Sobre todo lo hacía con el cuarto movimiento de su Primera sinfonía dirigida por Bernard Haitink, que se escuchaba mucho en nuestra casa, en la grabación de Philips Records. No sabía muy bien ni quién era Mahler ni Haitink pero su música te cogía del estómago y te elevaba, entrando en un viaje del que no sabías hasta dónde te podría llevar.
P. Y luego acabó siendo el asistente de Haitink…
R. Una figura clave en mi carrera. Debutar como músico bajo sus órdenes en la Joven Orquesta de la Unión Europea fue ya un sueño. Y luego poder colaborar con él… Fue también muy emocionante cuando me llamó por teléfono para felicitarme después de dirigir por primera vez a la Concertgebouw.
P. ¿Cumplir sueños tan pronto le ha permitido mirar al futuro con serenidad y no obsesionarse con los objetivos, los cargos...?
R. Es verdad que aquellos sueños cumplidos me dieron la sensación de haber conseguido lo que quería. Me aportaron felicidad y tranquilidad pero la vida continúa y en la música siempre se puede mejorar y avanzar. Hay que seguir haciendo camino.
P. Está a punto de cumplir 10 años al frente de la Filarmónica de Luxemburgo. ¿Cuál es su grado de entendimiento hoy con esta formación?
R. Nos conocemos a fondo. La orquesta ha cambiado mucho en estos años, han entrado muchos músicos nuevos y hemos ampliado mucho el repertorio. Hemos hecho juntos 13 o 14 grabaciones. Y viajes por Corea, Brasil, España… Siento la orquesta como instrumento.
P. El próximo curso será el último al frente de ella. Será una suerte de transición para usted, ¿no?
R. Sí. Vendremos a España con (Madrid, Valencia y Barcelona) y también iremos a Viena, y, sin darnos cuenta, acabaremos el curso para empezar el siguiente ya en otra posición. A partir de entonces Toronto y Madrid serán mis ejes vitales y profesionales durante los siguientes cinco años. Sinfonismo en América, por un lado, y ópera en Europa, por otro. Es un buen equilibrio. Además, el timing ha coincidido perfectamente. No habrá tiempo para más, pero así está bien, porque podré trabajar con tranquilidad.
P. El jazz siempre le ha interesado. ¿Aplica alguna receta de este género a su labor directorial?
R. Diría que no conscientemente, pero es cierto que es una música que he seguido mucho. Veía Jazz entre amigos en TVE y también me grababa las retransmisiones de festivales como el de Vitoria. Te das cuenta de la importancia de la armonía, del fraseo, del flow. Creo que es importante si haces música conocer, por ejemplo, la importancia conceptual de Miles Davis.
P. La temporada que viene dirigirá Eugenio Oneguin en el Teatro Real. ¿Ya ha empezado a hacer alguna inmersión en la partitura?
R. Tengo muchísimas ganas. Es una de esas óperas ante las que cualquier entendido en ópera expresa su fascinación. Hablamos de música bellísima, pura poesía. Y hacerla con alguien tan sensible y delicado como Christof Loy es un plus.