"Queridos míos, nos hemos reunido hoy aquí para pasar por esta cosa llamada ‘vida’. La vida, eléctrica palabra, es para siempre y eso es mucho tiempo. Pero aquí estoy para deciros que también existe 'El más allá'. Un mundo donde la felicidad nunca se acaba y puedes ver el sol de día y de noche..."
Con esta introducción en voz de un mesiánico Prince envuelto en un eco de sintetizadores ondulantes y digna de iniciar cualquier recital de góspel, comienza el icónico álbum Purple Rain, así como también la película musical homónima que en tan solo sus cinco primeros minutos de metraje llega a condensar perfectamente la esencia estética de los años 80.
Un club nocturno rebosante de modernos con voluminosos pelos cardados, maquillajes coloridos con sticks en la cara y bailarines entusiastas de breakdance, todos ellos esperando ansiosos la llegada al escenario de la estrella del funk-rock por antonomasia, que como no podría ser de otra manera, lo hace a lomos de su mítica motocicleta Chopper y portando a la espalda su guitarra telecaster en actitud desafiante.
Ha nacido una estrella
La modestia y la discreción nunca fueron, ni por asomo, las cualidades principales de Prince Rogers Nelson. Y es que se cumplen 40 años de uno de los discos y una de las películas más icónicas de aquella década, que además fueron el mayor éxito comercial que tuvo el genio de Minneapolis en toda su larga y prolífica producción musical.
En 1984 Prince publicaba Purple Rain, el sexto álbum de su carrera y el segundo acompañado de su banda The Revolution, que le catapultó directamente a la fama mundial despachando mas de 22 millones de ejemplares (de los que había que ir a comprar a la tienda) y permaneciendo en el número 1 de las listas de éxitos durante 24 semanas.
En él fusionaba de manera inteligente la épica y el funk derivado de las grandes figuras negras de los 70, combinado con un gusto pop inédito e irresistible que le hizo entrar en rivalidad directa con Michael Jackson por el galardón de ser el artista más relevante de aquella década.
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Un disco plagado de temazos pegadizos, desde ese Let’s go crazy pasando por When Doves Cry, ó I would Die For You y por supuesto el tema más emblemático de toda su carrera: Purple Rain.
La mítica canción combina audazmente un medio tempo soul con la épica de las baladas heavy de la época, firmemente soportado sobre una base de sintetizadores y una reverb a prueba de bombas que le ha conformado como la canción definitiva de este artista, representando el sonido toda una época.
A todo esto también le añadió una de las cosas que mejor sabía hacer, esto es, sus largos e incendiarios solos de guitarra. Con este cóctel de elementos, el ‘pop-soul-drámatico’ quedaba oficialmente inaugurado.
Por tanto, semejante despliegue musical y estético no podía quedar limitado a un simple álbum, el ambicioso universo de Prince necesitaba de una mayor expansión y ahí fue donde surgió la colaboración con el director de cine Albert Magnoli para filmar una película que apoyase el disco y que pudiese mostrar, sin tapujos, sus variados y particulares talentos artísticos.
Este monumento fílmico de carácter ególatra y casi hagiográfico protagonizado por el artista de Minnesota no tiene desperdicio en su drama argumental. Un joven músico atormentado y sensible llamado The Kid (Prince) debe lidiar con sus problemas de abuso familiar y la rivalidad con otros artistas que quieren llegar más alto que él, mientras gestiona, como puede, las tensiones internas de su grupo musical y su inestable vida amorosa.
El lugar donde ocurre casi todo lo interesante es el Club First Avenue, el garito de moda de la ciudad donde las bandas locales se miden en competiciones diarias de funk para demostrar quien va a ser la próxima big star musical. Su antagonista es Morris Day, líder de la otra banda llamada The Time que, aparte de petarlo todas las noches, parece más interesado en coleccionar el mayor número de grupis a su alrededor.
Day entrará en disputa directa con el protagonista cuando aparece por el club la exótica y explosiva cantante Apollonia provocando que los dos machos alfa, cual gallos de corral, intenten llevársela al huerto musical con unas maneras tan obsoletas y patriarcales que no pasarían el filtro woke de nuestros días.
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El intenso filme dramático cumple todas las características propias del más puro cine ochentero comercial: actuaciones hiperbólicas sobre el escenario, canciones sexis de fondo, una fotografía repleta de contraluces nocturnos bien marcados y azulados, algunos torpes toques de comedia chorra y el inconfundible look ‘torero funk’ de Prince, combinado con esas camisas de chorreras dieciochochescas de new romantic que, junto con las inmensas hombreras, marcaron la tendencia oficial de cómo debía vestirse una estrella del pop ochentera.
Una película, que vista desde la perspectiva actual, puede provocar en el espectador cierto sonrojo y alguna carcajada ante tanta carga épico-dramática de carácter machirulo en el tortuoso viaje musical que debe recorrer nuestro héroe hasta llegar al ansiado éxito final. Y por si fuera poco, el horterismo estético de las escenas de ‘alto voltaje’ coreografiadas al estilo soft porn acaban redondeando la jugada y convirtiendo el visionado de este filme en una experiencia surrealistamente entrañable y kitsch.
Pero claro, aquellos eran otros tiempos y la película consagró a Prince como una estrella mundial gracias a su tremendo éxito comercial. Habiendo costado poco más de 7 millones de dólares, llegó a recaudar más de 80 millones en taquilla convirtiéndose automáticamente en un clásico de culto que obtuvo también el Oscar a mejor banda sonora original.
There’s no business like show business
Así que, era cuestión de tiempo (y de adquisición de derechos) que el universo Princeniano aterrizase de alguna manera en Broadway, la meca por excelencia de los musicales.
Tal y como viene sucediendo con diversos espectáculos basados en la vida de iconos pop como Freddie Mercury, John Lennon, Michael Jackson o Britney Spears y que también traerá a sus escenarios a lo largo de este 2024 diferentes shows con la música de Alicia Keys, Huey Lewis and the News y The Who.
Un desafío que quizá sea el mas importante al que tendrá que enfrentarse el escritor Branden Jacobs-Jenkins, quien ya cuenta con experiencia en Broadway, en la adaptación del guión original escrito por Albert Magnoli y William Blinn a los escenarios musicales sin perder la esencia de esta película tan reconocible y haciendo las correcciones pertinentes para que el concepto sea más atractivo de cara a las generaciones actuales.
El estreno está programado para finales de este año y la puesta en escena promete transportar a la audiencia sumergiéndolos en la estética única y la atmósfera vibrante de la década de los 80.
Una producción que incluirá los canciones originales y que en palabras de su productor Orin Wolf refleja perfectamente el entusiasmo del proyecto: ‘Estamos encantados con nuestros socios y nuestro equipo creativo con la teatralidad que están aportando a la historia original de la película.
No podemos esperar más a que una nueva generación descubra Purple Rain y que los amantes de la película y el álbum originales experimenten su poder una vez más, pero en esta ocasión con la fuerza del directo.’
Aunque, sin duda, la tarea más complicada será elegir a un protagonista que esté a la altura de las circunstancias, el casting sigue abierto, pero ¿cómo encontrar a alguien que pueda hacer de Prince con garantías en este montaje teatral?
Rebelde con causa
Y es que la figura del excéntrico e ingobernable artista de Minneapolis no va a ser nada fácil de reproducir, un artista tan polifacético que compartía su feminidad sin ningún pudor en sus atrevidas vestimentas queer y que, cual navaja multiusos, portaba en su interior diversas personalidades musicales sobre el escenario.
Desde el bailoteo espasmódico y los gritos explosivos funkys de James Brown hasta la incendiaria guitarra de Jimi Hendrix pasando por los arrebatos al piano de un alocado Little Richard.
Pero lo que acabó convirtiéndole en un icono de esa década fue su increíble talento para facturar fantasticas canciones pop como Rapsberry Beret, Kiss, Little Red Corvette, I Wanna Be Your Lover, 1999, Pop Life o When Doves Cry, así como también las canciones que compuso para otros artistas como Sinéad O'Connor (Nothing Compares To U) y The Bangles (Manic Monday), hits que también alcanzaron el número 1.
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Un artista tan grande como su ego, y tan insobornable y talentoso como su inmensa producción musical, que sobrevivió un par de veces a su particular ruina megalómana y al esclavismo de una compañía de discos que le quería tener atado en corto, además de ser un excepcional multinstrumentista que destacaba especialmente como guitarrista de rock de primera línea.
Todo esto se puede comprobar de manera clara en su interpretación de While My Guitar Gently Weeps de The Beatles junto a un Jeff Lyne y a un sorprendido Tom Petty ante tanta pirotecnia guitarrera desplegada por Prince en el concierto homenaje a George Harrison.
Merece la pena ver el vídeo solo por disfrutar del impecable solo Princeniano así como su posterior lanzamiento del instrumento al final de la canción para desaparecer inmediatamente del escenario, tal y como lo haría un jugador de fútbol que acaba de meter un golazo en una final de Champions, yéndose victorioso después por la puerta de vestuarios. Prince. Genio y figura.