El esperado libro de memorias de Britney Spears comienza y termina con la misma imagen: ella de niña tumbada sobre unas piedras calientes que había en el jardín de sus vecinos, pensando: “Puedo hacer lo que quiera con mi vida. Puedo conseguir que mis sueños se hagan realidad”. Entonces no podía imaginar que se convertiría en una de las mayores estrellas del pop de su generación, pero que después acabaría despojada de su libertad durante trece años por su propio padre y sin poder tomar ninguna decisión de manera autónoma sobre su vida personal ni su carrera profesional. Eso sí, la declararían incapacitada para decidir, pero no para trabajar. Para su padre lo más importante era que la gallina de los huevos de oro no dejara de generar dinero. “Ahora yo soy Britney Spears”, le espetó a su hija cuando consiguió imponerle la curatela.
Ya en su primer día de lanzamiento, el 24 de octubre (en España vio la luz el 26), La mujer que soy se convirtió en el libro de memorias de un famoso más vendido. Así lo afirmó ella misma en su cuenta de X (antiguo Twitter), dando las gracias a su legión de fans.
Al contrario que en otros casos, en los que quedan ocultos los escritores fantasma (o “negros”, como se solía decir en el ámbito editorial hispano en tiempos menos correctos), la propia Britney Spears reconoce en los agradecimientos finales que un nutrido equipo de redactores la ha ayudado a escribirlo. “Si me seguís en Instagram, seguro que pensasteis que este libro estaría escrito a base de emojis, ¿verdad?”, dice con humor, antes de insertar media docena de emoticonos de rosas. “Gracias al equipo que trabajó tan duramente para ayudarme a traer al mundo mis memorias. Entre ellos: Cade Hudson; Mathew Rosengart; Cait Hoyt; mis colaboradores (vosotros sabéis quiénes sois); y Jennifer Bergstrom, Lauren Spiegel, y todo el personal de Gallery Books”.
De las numerosas revelaciones que Britney Spears hace en su libro, la más comentada ha sido la de su aborto después de quedar embarazada de Justin Timberlake con 19 años, ya que él no quería tener el bebé. También habla de las infidelidades del cantante, que ha desactivado los comentarios de sus redes sociales en previsión de un aluvión de críticas. Para que nadie se enterase del embarazo ni del aborto, Timberlake supuestamente la convenció de que lo hiciera ingiriendo unas pastillas en casa. Ella lo relata así: “Enseguida empecé a notar unos calambres insoportables. Me metí en el baño y me quedé allí dentro durante horas, tumbada en el suelo, llorando y gritando. Quería algún tipo de anestesia. Quería ir al médico. Estaba tan asustada. Me quedé allí tumbada preguntándome si me iba a morir...". Según ella, Justin entró en el baño, se sentó en el suelo con ella y empezó a tocar la guitarra.
Más allá del aborto, de la horrible tutela ejercida por su padre durante más de una década, de sus rupturas amorosas, el mal ambiente que había en su casa cuando era niña y otras cuestiones íntimas de su vida personal, señalamos a continuación algunas de las revelaciones que hace sobre su carrera profesional y los entresijos de la industria musical. En algunos de ellos tiene mucho que ver la MTV, el gigante mediático de la música y la cultura popular, de inmenso poder en los años 90 y primeros 2000, capaz de construir y destruir estrellatos para consumo de las masas.
Una adolescente con las cosas claras
Jive Records fue su primera discográfica, contrato que consiguió gracias a salir en el programa The Mickey Mouse Club (junto a Justin Timberlake). Para su primer videoclip, el bombazo Baby One More Time, el sello discográfico había pensado que este tuviera una temática espacial y que ella interpretase a “una astronauta futurista”. “En los esbozos que vi parecía una Power Ranger”. Con solo 16 años, Britney Spears demostró que tenía las cosas claras al rechazar aquella idea y proponer la suya: que el vídeo transcurriera en un instituto.
“Expliqué a los ejecutivos del sello discográfico que creía que a la gente le gustaría vernos a mis amigas y a mí sentadas en el instituto, aburridas, y, en cuanto sonara el timbre, bum, empezaríamos a bailar”. Nunca sabremos cómo habría resultado el vídeo espacial, pero está claro que el que finalmente se hizo no pudo triunfar más. “Es muy probable que aquel fuera el momento de mi vida en que más pasión he sentido por la música”, confiesa. Cuando salió su primer álbum en 1999, pocos meses después de aquel primer sencillo y videoclip, vendió “más de diez millones de copias en un periquete”.
El doble rasero de la moral estadounidense
Britney señala como punto de inflexión el día que la MTV le puso un vídeo de gente acusándola de ser demasiado sexy y de dar un mal ejemplo a los niños, a raíz de su actuación en los MTV Video Music Awards del año 2000, donde apareció demasiado ligera de ropa para los cánones morales de aquellos años y para la doble moral de la industria del espectáculo estadounidense, que sexualiza a las adolescentes pero al mismo tiempo las culpabiliza.
“Nunca supe muy bien qué esperaban todos esos críticos que hiciera. ¿Imitar a Bob Dylan? Era una chica adolescente del sur de Estados Unidos. Firmaba mi nombre con un corazón. Me gustaba ir mona. ¿Por qué todo el mundo me trataba, incluso de adolescente, como si fuera peligrosa?”. Tenía 17 años y se daba cuenta de que casi nadie la tomaba en serio. “Era como si pensaran que por ser sexy tenía que ser estúpida. Que por tener buen cuerpo era inconcebible que tuviera talento”.
La ansiedad se volvió insoportable, recuerda. “Empecé a leer libros religiosos, como por ejemplo la serie Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsch. También empecé a tomar Prozac”.
El momento de pánico en el escenario que nadie vio
En La mujer que soy, Britney cuenta otro de los episodios más emblemáticos de su carrera. Ocurrió también en los MTV Video Music Awards, en 2001. Apareció bailando con una serpiente enrollada (enésima explotación del concepto de mujer fatal, de Eva perversa que quiere corromper a la humanidad). Se pasó la actuación convencida de que esa pitón albina de dos metros la iba a matar, pero bailó como si nada. “Todo lo que sabía era que debía bajar la mirada, porque sentía que si la alzaba y encontraba sus ojos me mataría. La serpiente puso la cabeza justo delante de mi cara y empezó a sisear. No viste esa toma en la televisión, pero ¿en la vida real? No dejé de pensar: ‘Joder, ¿en serio? Esta serpiente me está sacando la puta lengua’”.
Madonna, confidente y espejo en el que mirarse
Britney Spears también habla en su libro de su admiración por la Reina del Pop, Madonna. “Si pudiera retroceder en el tiempo, intentaría ser mi propia madre, mi propia pareja, mi propia abogada, tal como sabía que lo hacía Madonna. Había tenido que soportar mucho sexismo e intimidación por parte del público y de la industria musical, y la habían humillado muchas veces por su sexualidad, pero siempre lo superaba”.
Cuando Madonna aceptó su premio a la Mujer del Año de la revista Billboard hace unos años, dijo que la habían sometido a “una descarada misoginia, sexismo, una humillación constante e insultos crueles… Si eres una chica, tienes que jugar. ¿A qué juego? Se te permite ser guapa, mona y sexy. Pero no vayas de muy inteligente. No tengas una opinión”. Britney secunda esa opinión de Madonna, y añade: “La industria musical —en realidad el mundo entero— está creada para los hombres. En especial si eres una ‘niña buena’, como yo, te pueden destrozar completamente”.
También recuerda Spears su actuación con Madonna en los VMA de 2003 y el famoso y polémico beso que ambas se dieron. “Se montó la gorda por aquel beso. Oprah [Winfrey] le preguntó a Madonna por él. Se trató el beso como un momento cultural importante [...] y atrajo mucha atención hacia las dos”.
Después de aquello, ambas colaboraron grabando juntas la canción de Spears “Me Against the Music”, y ella recuerda que se encargó de pedírselo personalmente a Madonna. Durante el primer día de grabación del videoclip, Madonna le dio otra lección cuando la Reina del Pop retrasó el rodaje porque se le había descosido una costura de su traje y mandó arreglarlo. “Ni siquiera sabía que fuese una opción tomarse tanto tiempo para una misma. Si se me rompía el tacón del zapato, jamás pedía a producción cinco minutos para arreglarlo. Hacía lo que el director me decía que hiciese, incluso si tenía que ir cojeando por el plató o aparecer descalza”.
Pobre Justin
El día del beso entre Madonna y Spears, entre el público estaba Justin Timberlake. Aunque Madonna también besó a Christina Aguilera, esta quedó fuera de la ecuación porque la realización del programa decidió hacer un plano cercano de Madonna y Britney besándose y otro de la cara de circunstancias de Timberlake. En aquella época él era retratado en los medios como la víctima de la ruptura entre ambos. Una vez más, el hombre era el bueno y ella la mala.
Justin le dedicó una canción, "Cry Me A River" —, en la que la acusaba a ella de ponerle los cuernos. La canción fue un hit y la gente empezó a abuchear a Britney cada vez que ella entraba en un recinto. "En los medios de comunicación me describieron como una ramera que había roto el corazón del chico favorito de Estados Unidos. Pero la realidad es que yo estaba comatosa en Luisiana mientras él campaba felizmente por Hollywood. Solo diré que Justin nunca mencionó todas las múltiples veces que él me engañó a mí. Creo que Justin no se dio cuenta del poder que tenía para demonizarme. Creo que todavía a día de hoy no lo ha entendido".
Britney señala como punto de no retorno la entrevista televisiva en la que la periodista Diane Sawyer la hizo llorar acorralándola con acusaciones de ser un mal ejemplo y pidiéndole explicaciones de qué le había hecho a Justin. "Aquella entrevista supuso un
punto de inflexión en mi interior, habían dado a un interruptor. Sentí cómo algo oscuro penetraba en mi cuerpo. Como un hombre lobo, sentí cómo me transformaba en una mala persona". Así comenzó la época de rebeldía de Britney Spears.
Rebelión silenciosa en Las Vegas
Durante la curatela ejercida por su padre, Britney Spears fue obligada a actuar durante cuatro años como artista residente en Las Vegas, y esta fue criticada por su visible falta de entusiasmo encima del escenario. El motivo de desilusión es que su padre y su equipo no le permitieron cambiar el espectáculo durante todo ese tiempo. También cuenta que "odiaba con todas sus fuerzas" que su padre la obligase a participar como juez en el programa de talentos X Factor.
“Me convertí en un robot. Pero no en un robot cualquiera, sino en una especie de niña robot. La curatela me despojó de mi esencia de mujer, me convirtió en una niña. Cuando estaba sobre el escenario era más bien un ente, no una persona. Contenerme en el escenario era mi manera de rebelarme, aunque yo fuera la única que lo supiera. Bailaba los pasos, pero no le ponía aquel fuego que tenía antes. Disminuir la energía sobre el escenario fue mi propia versión de ralentizar la producción de una fábrica”.
Al final del libro, vuelve a aquel recuerdo de cuando era niña y se tumbaba imaginando su futuro. En aquella época, se sentía tranquila y en control de la situación. “Durante mucho tiempo, no siempre tuve el poder de hacer que el mundo presentara el semblante que yo quería, pero en muchos aspectos ahora lo tengo. No puedo cambiar el pasado, pero ya no hay motivo para sentirme sola o asustada. He pasado por muchas cosas desde que vagaba por los bosques de Luisiana de niña. He hecho música, he viajado por todo el mundo, he sido madre, he encontrado el amor, lo he perdido, y lo he vuelto a encontrar. Hacía tiempo que no me sentía verdaderamente presente en mi propia vida, en mi propio poder, en mi condición de mujer. Pero, ahora, aquí estoy”.