La jornada extra –o fiesta de bienvenida, como la llamó la organización– que se sacó este año de la chistera el Mad Cool para que Rosalía pudiera actuar en la cuarta edición del que ya es el mayor festival de música madrileño cumplió lo que prometía. La cantante catalana que ha acaparado en un año la atención del mundo entero encandiló a los 40.000 espectadores con un concierto de una hora en el que interpretó sus principales éxitos hasta la fecha.
La elegancia de Metronomy fue calentando motores bajo el sol y puso la guinda a su concierto con esa obra maestra del pop de lo que llevamos de siglo que es “The Look”. Recogieron el testigo los australianos The Cat Empire con su fusión de ska, jazz y pop-rock (mala tarde la de ayer para los moralistas de la apropiación cultural) y la colaboración especial de Depedro, para dar paso a la joven diva de Sant Esteve Sesrovires.
Ya se ha dicho, porque salta a la vista y al oído: Rosalía es la mezcla perfecta entre Lola Flores y Beyoncé, o mejor dicho: entre Lola Flores, Beyoncé, la épica del extrarradio y una inteligentísima campaña de marketing musical global que debería estudiarse en todas las escuelas de negocios. Algo que solo puede hacerse con un producto de una calidad excepcional como es el caso. Rosalía cabrea a los puristas, pero en los oídos desprejuiciados su fusión de flamenco, música urbana y experimentación sonora encaja tan bien que solo cabe preguntarse cómo no lo hizo nadie antes.
El concierto comenzó algo deslucido con retardos y chasquidos en las bases electrónicas de “Pienso en tu mirá”, que lanzaba desde su discreto segundo plano El Guincho, productor que ha contribuido en gran medida a dar forma al fenómeno Rosalía en su versión actual. La causa de este tipo de fallos suele ser un ordenador con una potencia inferior a los requerimientos del software de audio. Gajes de lo digital, pero imperdonable en un espectáculo de primer nivel. Rosalía pedía explicaciones al Guincho con la mirada y este al técnico de sonido. En un momento dado parecía que la artista iba a parar la canción, pero el problema se arregló y el show continuó desde entonces sin un solo fallo.
Rosalía cantó los temas principales de su disco El mal querer, el que la ha lanzado al estrellato ya desde su publicación por entregas con éxitos como la citada “Pienso en tu mirá”, “Di mi nombre” y “Malamente”, con la que cerró su actuación. Entre ambas sonaron su último single –el primero en catalán de su carrera–, “Milionària”; su colaboración con el británico James Blake, “Barefoot in the park”; “Con altura”, su colaboración con J. Balvin que se ha convertido en el video oficial de música más visto de YouTube, y un pequeño guiño a Las Grecas.
Detrás de los continuos “Madrid, os quiero” y de su pose entre naif y descarada, se esconde una artista que pone los pelos de punta con una voz prodigiosa (especialmente si se la compara con la escasa calidad vocal que impera en el mundillo indie español), que se bebe el escenario como una ‘faraona’ de 25 años y que, a pesar de la gran maquinaria que la rodea, lleva bien sujetas las riendas de su propio éxito.
Rosalía actuó en el Mad Cool un día después de que The New York Times le dedicara un reportaje de su serie ‘Diary of a Song’ a su colaboración con J Balvin “Con altura”, nombrando a la cantante como una de las responsables del “nuevo orden de las cosas en el mundo cada vez más diverso, políglota y unificador de géneros del pop”, en el que la música hecha en español se ha sentado en el trono copando los primeros puestos de manera continuada en plataformas como YouTube.
Después de Rosalía fue el turno de la sueca Lykke Li, que a pesar de tener en su repertorio el éxito “I follow rivers”, parecía una versión descafeinada de lo que acababa de suceder en el escenario contiguo. Por último, a caballo entre el nu metal electrónico y la boyband, Bring Me The Horizon cerró con un potente pero insípido sucedáneo de lo que fue, en su época mala, Linkin Park.