Los Teatros del Canal llevan ya unos meses en plena mutación. La coreógrafa Blanca Li (Granada, 1964), su directora artística desde el pasado octubre, es la encargada de liderarla. Su figura se presenta como una síntesis de las dos etapas previas en este macrocentro escénico, las cuales dibujaron un contraste casi irreconciliable. Boadella apostó por lo popular. Rigola, en cambio, impulsó la experimentación. Li, en su despacho en el teatro madrileño, explica a El Cultural que ambos polos son compatibles en un espacio con tantas posibilidades. “Yo estoy por la diversidad, la apertura y la calidad. Lo mío es el mestizaje, el melting pot. He trabajado en cine, circo, con flamencos, contemporáneos, clásicos, hiphoperos...¡Hasta con robots!”. Y añade: “Lo que me gusta es mezclar tradición y vanguardia, diversidad y locura”. Su carrera, en efecto, es un alarde de eclecticismo. Desde su querencia por la danza urbana y el flamenco, ha colaborado, por ejemplo, con directores decine como Almodóvar y Michel Gondry y con celebrities pop como Beyoncé y McCartney.
Pregunta. La mayor parte de esta trayectoria la ha desarrollado fuera de España. Tuvo que marcharse por falta de oportunidades. Su intención es paliar este problema que padeció en sus carnes. ¿Cómo aplicará esta defensa de la creación local?
Respuesta. Los Teatros del Canal tienen tres salas, un potencial enorme para combinar propuestas muy diferentes, desde lo más vanguardista a lo más clásico, incluyendo todas las artes escénicas: teatro, danza, circo... La idea es que el público, de toda clase y condición, tenga donde elegir y se le incite, además, a descubrir disciplinas por las que antes no había sentido interés. Quiero que esta atractiva programación salga en buena parte de compañías nacionales, sobre todo madrileñas, que tengan en el Canal su casa, un lugar donde crear y exhibir. El Centro Coreográfico, que cuenta con nueve estudios, algo que no he visto en ningún teatro de Europa, y a acoge a treinta compañías. Espero también ayudarles a que después de que estrenen en el Canal luego puedan difundir su obra por todo el mundo. Lo mismo con el teatro.
“Lo mío es el mestizaje. He trabajado en cine, circo, con flamencos, contemporáneos, clásicos y ¡hasta robots!"
P. En cualquier caso, de no haberse ido a Francia, todo habría sido muy distinto. ¿Qué le debe a ese país?
R. Pues precisamente eso, las pequeñas cosas que son clave para empezar a sacar la cabeza: un espacio donde ensayar y mostrar tu trabajo. Los comienzos en la vida artística son particularmente duros. Es cierto que siempre estás instalada en la incertidumbre, que nunca sabes si tú próximo espectáculo va a tener éxito o no...Pero el inicio es lo más difícil. No tienes contactos ni acceso a los directores de los teatros.
P. Supongo que sigue yendo mucho por allí...
R. Sí, claro, sigue siendo mi casa también, aunque ahora esté volcada en Madrid. La relación con la ciudad continúa siendo muy estrecha. Voy y vengo.
P. Qué mala suerte empezar así, ¿no?
R. Bueno, es la vida... Circunstancias que te tocan. Lo importante era abrir cuanto antes, para que los artistas tuvieran trabajo y el público volviera a soñar [El Canal fue teatro pionero en la apertura de puertas con el festival Madrid en Danza]. No tenía mucho sentido que pudiéramos agruparnos en aviones y terrazas, y no en los en teatros. Debíamos volver a la vida.
El desajuste pandémico
P. ¿Cómo vivió el confinamiento y los sucesivos estados de alarma?
R. Pues sin parar de trabajar un solo momento porque había más lío que el que ya hay de costumbre. Cerramos el teatro pensando que volveríamos en unos días pero luego... Íbamos cancelando estrenos y los intentaba recolocar en la temporada próxima, que ya tenía prácticamente cerrada. Así que se puede imaginar el lío... Sentía angustia por los artistas, que veían cómo se les iban cayendo los contratos. Entonces abrimos la cuarta sala, la virtual, que primero acogió pequeñas creaciones domésticas en torno a la pandemia y luego acabó acogiendo hasta un festival de artes urbanas, con una competición de hiphop incluso. Este escenario va a seguir vivo porque tiene mucho potencial.
P. ¿Podrá salvar lo que se cayó?
R. De lo nacional, el cien por cien. De lo internacional, sólo dos compañías nos han dicho que no porque ya no tenían previsto seguir girando con el espectáculo con el que iban a venir. O sea, casi todo.
P. ¿Y en el plano creativo, tuvo tiempo de adelantar algo de sus coreografías?
R. Llevo dos años preparando mi nueva pieza. Como es un espectáculo que recurre a la realidad virtual, todo lo relacionado con esta sí que lo hemos podido avanzar. El equipo estaba desperdigado por todo el mundo pero nos reuníamos por internet e íbamos tomando decisiones, dándole forma.
P. Supongo que se refiere a La viuda alegre, el que está inspirado en la famosa opereta de Franz Lehár.
R. Sí, ahora se va a llamar Le bal de Paris.
Viaje a otra dimensión
P. Pero ¿sigue estando inspirado en esa opereta?
R. Decidí reescribirlo todo porque sentía la necesidad de hacer algo más contemporáneo. Ahora tanto el libreto como la música son originales. Cuenta una historia de amor. El público llega y se encuentra con una fiesta donde todos estamos bailando. Luego entra en la realidad virtual durante unos 40 minutos. Los espectadores llevan unos captores en los pies y en las manos y un ordenador a la espalda. Así pueden crear su propio avatar. Cada uno elige su aspecto y su forma de vestir. Tú ves a todos y todos te ven a ti, eso es lo divertido. Al final, regresan a la fiesta del principio. Va a ser la primera vez que se desarrolle una experiencia de este tipo con danza y música y trece personas físicamente en un espacio virtual. Tecnológicamente, es un auténtico estreno.
“En Le bal de Paris los espectadores llevarán un ordenador a la espalda y podrán crear su propio avatar”
P. ¿Y lo veremos/viviremos ya el próximo curso en el Canal?
R. Sí, sí, así está previsto.
Será una nueva pieza suya que entra en España por el Canal. En los últimos diez años ha presentado todos sus trabajos en sus escenarios (Robot, Solsticio...). Por eso es tan especial para ella dirigirlo. “Es que ya hasta tenía cierta confianza con los técnicos. Es importante esta experiencia previa como una artista más para poder gestionarlo después. Conozco bien todas las posibilidades que tiene”. Llega a su dirección con la maleta repleta de experiencia cosmopolita. Con 17 años dejó Madrid, a donde había llegado desde su Granada natal con solo ocho, para ampliar su formación en Nueva York. Volvió y siguió estudiando aquí. También intentó abrirse paso con una compañía propia. Pero el proyecto no cuajó por el raquítico circuito nacional. Se instaló entonces en París, luego se fue a Berlín, otra temporada la pasó en Marruecos, regresó a España para dirigir el Centro Andaluz de Danza, después se asentó nuevamente en Berlín, donde se hizo cargo del ballet de la Komische Opery, tras ese enriquecedor periplo, fijó su residencia otra vez en la capital gala, hasta que recibió la llamada del Canal.
P. ¿Teme no poder completar su plan al frente del Canal al estar su mandato muy ligado a los vaivenes políticos por haber sido designada directamente por la Consejería de Cultura?
R. No siento inseguridad porque cuando acepté el puesto estaba muy claro que podría estar un año, dos, tres...Yo me concentro en hacerlo lo mejor que puedo y dejar el terreno abonado para quien me sustituya. Entretanto disfruto de hacer lo que amo, de estar en contacto con otros artistas, y trabajo con muchas ganas y con la máxima honestidad posible. Espero que el fruto sea que compañías que hayan trabajado aquí circulen por el mundo con el sello del Canal.
P. ¿Le dio alguna pauta la consejera cuando le encomendó esta tarea?
R. Marta [Rivera de la Cruz] confía plenamente en mí, me deja trabajar. Para ella era muy importante el apoyo a los creadores nacionales y de Madrid concretamente, que tengan un sitio de referencia en el Canal. Ahora, tras el impacto de la pandemia, es más importante todavía. Me abrió las puertas con toda confianza. Yo le expliqué mi proyecto y, después de varias conversaciones, creyó en mí.
P. El contrato con Clece [empresa que decide parte de la programación] termina a finalesde 2020. ¿Qué va a pasar con él?
R. No le puedo decir absolutamente nada porque no tengo ni idea de en qué punto está, justamente por la pandemia.
Precariedad crónica
P. De lo que sí estará al tanto, y más ahora, es de la situaciónde la danza en España. ¿Cómo la ve?
R. Es una realidad muy precaria, falta mucha infraestructura, mucha ayuda, más solidez en los proyectos. Porque, si no, como hemos visto, surge una adversidad y tiene efectos catastróficos. Mejorar esto tiene que salir de los gobiernos, con apuestas a largo plazo. No es algo que yo pueda arreglar desde el Canal. Hace falta una política cultural sólida y decidida para superar esa precariedad.
“Puedo estar en el Canal un año, dos, tres… yo me concentro en dejar el terreno abonado para quien me sustituya”
P. Entró en la Real Academia Francesa el año pasado, prueba del prestigio cosechado en Francia. ¿El nombramiento del Canal le hace sentirse profeta en su tierra al fin?
R. Es emocionante, sobre todo después de estar tantos años fuera, poder estar aquí dirigiendo un maravilloso teatro, acercándome de nuevo a tanta gente que hacía mucho que no veía, en mi ciudad y cerca de mis amigos. Es una vuelta casa pero más bonito aún porque lo hago con una misión importante, que espero hacer bien. Que te reconozcan en tu país tiene mucho valor. Aunque haya estado muchos años fuera, me he adaptado muy rápidamente y me siento muy bien. La verdad es que cuando estoy haciendo lo que me gusta estoy a gusto en cualquier sitio, tengo esa suerte. Si trabajo, soy feliz.