Momento de El lago de los cisnes del ballet de Zúrich

El Teatro Mariinsky, el Bolshoi, la Opera de Zúrich, el Covent Garden y el Teatro Real, entre otros escenarios, celebran estos días los 200 años del nacimiento del bailarín y coreógrafo Marius Petipa. Analizamos su revolucionaria aportación a la danza y hablamos con Tamara Rojo, José Carlos Martínez, Lucía Lacarra, José Antonio y Alexei Ratmansky.

200 años después de su nacimiento, el francés Marius Petipa se mantiene en el trono que lo distingue como uno de los coreógrafos más representados en el mundo y personifica el vínculo entre el romanticismo y el siglo XX, ya que son sus versiones de ballets como Giselle, Paquita (de Jules Perrot) o Coppélia (de Arthur Saint-Léon) las que se conservan, retocadas para los enormes teatros rusos, así como la técnica que desarrollaban los bailarines.



Bailarín intrépido y coreógrafo de éxito, llevó la danza académica francesa a la corte imperial rusa, aliándose con compositores como Chaikovski, Glazunov o Minkus. El Ballet del Teatro Mariinsky de San Petersburgo -al que estuvo vinculado Petipa desde su llegada en 1847 hasta su muerte en 1910- , presenta esta temporada Don Quijote, La bella durmiente y El lago de los cisnes y celebra una gala el 11 de marzo, cumpleaños del coreógrafo, con los principales solistas de la compañía, y cuya orquesta dirigirá Valery Gergiev. El Bolshoi también presenta una gala con alumnos de las principales escuelas de danza de Rusia y una Coppélia que recupera la versión de Petipa y Cecchetti, de 1894.



El ballet que Petipa llevó a Rusia desde Francia volvería más tarde a Europa occidental envuelto en los oropeles de la Rusia Imperial y deslumbrando al público. Para la bailarina Tamara Rojo,

Todavía hoy carreras y reputaciones en la danza se miden por la capacidad de ejecutar el repertorio de Petipa". Tamara Rojo

directora del English National Ballet, "bailar sus obras significa un reto tanto para las compañías como para sus bailarines", explica a El Cultural. Por su exigencia técnica, estos ballets "son fundamentales para el desarrollo técnico y artístico de los bailarines porque a medida que los trabajas evolucionas como intérprete. Dan espacio para que puedas aportar algo; si tienes equilibrio, puedes mostrarlo, si puedes saltar, o girar… ¡también!", explica. Además, "una de sus características esenciales es su concepto de clasicismo aplicado a la danza que muestra tanto en la coreografía de solos como en la de grupos. Su uso de las líneas y las diagonales, su armonía y equilibrio, son extraordinarios", añade. "Todavía hoy -matiza Rojo- carreras y reputaciones se miden por la capacidad de ejecutar estos grandes ballets del repertorio clásico".



Excusas y retoques

Sin embargo, admite, "en la época de Petipa la dramaturgia de los ballets era casi una excusa para salir al escenario y bailar, pero no me parece algo sostenible a largo plazo y al público de hoy no le basta con eso. Ahora debemos ser muy cuidadosos con la puesta en escena de sus coreografías". Quizás por esa creencia los ballets de Petipa sufrieron retoques por otros coreógrafos posteriores, tal como como él había hecho con sus predecesores. El Royal Ballet de Londres presenta una producción nueva de El lago de los cisnes con incorporaciones de Liam Scarlett, coreógrafo residente de la compañía, sobre el original de Petipa y su asistente Lev Ivanov, que podrá verse en el Teatro Real de Madrid el próximo mes de julio.



Petipa fue el artífice del renacer de El lago de los cisnes, que se había estrenado de forma discreta en 1877 con música de Chaikovski y coreografía de Julius Reisinger en el Bolshoi de Moscú; en 1895, dos años después de la muerte del compositor, Petipa presentó en San Petersburgo El lago del que derivan las versiones actuales, reorganizando la partitura y coreografiando los actos I y III, mientras delegaba en Ivanov los ‘actos blancos' II y IV, protagonizados por cisnes. Alexei Ratmansky -coreógrafo residente del American Ballet Theatre (ABT) y ex-director del Ballet Bolshoi- ha recuperado las versiones originales de dos célebres ballets de Petipa -El lago y La bella durmiente- a partir de la documentación que se conserva en la Universidad de Harvard. "Al reconstruir las notaciones me dio la sensación de tener un diálogo directo con el propio Petipa", explica Ratmansky a El Cultural.



Descubriendo los pasos creados por el francés, se sorprendió de "cuánto Petipa podemos encontrar en coreógrafos posteriores como George Balanchine y principalmente en las piezas de Frederick Ashton, pero también cuánto había tomado prestado Petipa de los ballets de sus maestros y colegas, como Mazillier, Perrot o Coralli", añade. El lago recuperado por Ratmansky, que podrá verse en la Ópera de Zúrich el próximo junio, devuelve humanidad a la protagonista Odette (‘princesa-cisne' en las versiones actuales pero mucho más humana en el original) y desvela el carácter principesco de su antagonista Odile quien, en su origen, no fue el popular ‘cisne negro' que hoy conocemos sino sólo la hija del diabólico Rothbard. Ese ballet de 1895 es, de entre todos los de Petipa, el favorito de Ratmansky: "Creo que las versiones originales que se conservan anotadas son mucho más interesantes que todos los cambios y ‘mejoras' que se fueron añadiendo años después". El ruso ve "muy poca influencia de Petipa en los coreógrafos de hoy, pero es cierto que, en general, todo el vocabulario de la danza clásica, especialmente lo creado para las mujeres, viene de sus ballets". En el año del bicentenario, Ratmansky prepara su nueva versión de Harlequinade, a partir de la coreografía original del francés, que presentará en el Metropolitan Opera House de Nueva York esta primavera el ABT junto a otros ballets míticos de Petipa: El lago, Don Quijote y La Bayadera.



Figurines diseñados por Robert Perdziola para la Harlequinade de Ratmansky.

La bailarina Lucía Lacarra -próxima directora del Víctor Ullate Ballet- sí percibe la presencia de Petipa hoy en los escenarios: "Todos los coreógrafos del siglo XX se inspiraron de alguna forma en Petipa y más tarde, de ellos, partieron los actuales, que han ido rompiendo la base clásica que él creó, pero que permanece en la danza neoclásica y a veces hasta en la contemporánea".



Para Lacarra, Petipa fue un innovador: "Hizo bailar a los hombres de una determinada forma mientras contaban historias. Sus ballets siguen gustando porque son obras maestras, están llenas de magia y belleza que emociona a la gente, y por eso el público está dispuesto a seguir viendo mil versiones diferentes de todos ellos". Obras que, a pesar de los considerables triunfos del coreógrafo, en su momento no fueron siempre tan bien recibidas. "Pasa con todas las disciplinas, algunas obras empiezan a apreciarse y admirarse con el paso de los años. Pienso que si él viera hasta dónde ha evolucionado la danza, estaría entusiasmado", dice la bailarina. "Sería muy interesante ver lo que Petipa podría crear hoy en día". Más prudente se muestra José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza, que afirma riendo: "Si nos viera bailar hoy sus ballets, creo que el pobre Petipa se pondría a hacer piruetas en su tumba".



"Las posibilidades técnicas del bailarín -añade- han evolucionado tanto que en algún momento nos hemos equivocado buscando exageraciones que se salen de lo que debía de ser la danza en su época; por un lado estaba el unísono del cuerpo
Pese a su formación, España marcó muchísimo a Petipa. Hay poquísimas obras suyas que no contengan alguna referencia". José Antonio


de baile, y por otro los personajes principales que te contaban la historia; eso era lo importante, y no a qué altura se levantaba la pierna o cuántas piruetas hacías. Ni los trajes ni las coreografías estaban pensados de esa forma".



Martínez recuerda cómo sus primeras interpretaciones de Petipa en la Ópera de París fueron en las versiones de Nureyev: "Había añadido muchísimas dificultades técnicas, sobre todo para el hombre. Cuando después bailé en Moscú o San Petersburgo versiones más fieles, entendí lo que era la esencia de Petipa; no era simplemente luchar contra las dificultades, sino la belleza de contar tu propio personaje con el lenguaje clásico".



Geometría en movimiento

Para el director de la CND, la mayor influencia de Petipa en los creadores posteriores de vocabulario clásico fue la forma de estructurar al cuerpo de baile, "esa geometría en movimiento que gustaba tanto en la época, de donde vienen los 24 cisnes. Después han querido romper esas formas, desestructurarlas, pero si por ahí no hubiera pasado Petipa, no habríamos tenido esa evolución". También se aventura a afirmar que "los coreógrafos actuales que usan vocabulario clásico tienen miedo a que lo que hagan se parezca a Petipa, y por eso van complicando tanto el fraseo coreográfico. Petipa iba a lo esencial, ilustrando lo que se contaba de una manera muy musical. Creo que a veces nos perdemos por no querer inspirarnos en lo que pasó antes".



De la estancia de Petipa en el Teatro Real de Madrid, entre 1844 y 1847, germinaron los temas y estampas españolas que intercaló en sus ballets. "Lo que impresionó a Petipa es algo que todavía dos siglos después sigue fascinando al mundo; ese exotismo nada sofisticado, tan arraigado en el pueblo español", nos dice José Antonio (coreógrafo y exdirector del Ballet Nacional de España). "Petipa debía ser un gran curioso de la cultura y por eso viajó, se empapó de nuestras costumbres, aprendió a tocar las castañuelas… A pesar de toda su formación y su bagaje, España le marcó muchísimo. De hecho, hay poquísimas obras suyas que no contengan alguna referencia".



No es casualidad que el primer ballet que Petipa coreografiara en San Petersburgo se titulara La estrella de Granada. "Su conocimiento de lo español era lo que le distinguía de los demás". José Antonio, coreógrafo habitual y venerado en el Mariinsky, cree que esa pasión de Petipa influyó en la admiración que en Rusia se tiene por la danza española; "En 1966 el Ballet de Antonio ‘El bailarín' visitó el país y aunque era la primera vez que una compañía española actuaba allí, el público nos acogió con entusiasmo. Petipa fue el primer gran descubridor de toda la riqueza de la danza española para el mundo, aunque los exiliados republicanos y las aportaciones de artistas como Gerardo Viana aumentaran después ese interés". Desde la perspectiva actual, explica José Antonio, "nos parece que el uso que hace de lo español está lleno de tópicos y de guiños, pero en aquella época suponía una riqueza impresionante. Por cosas así se sigue admirando hoy a Petipa".



@ElnaMatamoros