Judith Jáuregui: “Schumann es mi lengua materna”
La pianista retrata la fructífera relación entre Robert y Clara Schumann en su último disco, 'El alma romántica', que ofrece sugerentes contrastes entre la expansividad emocional y el recogimiento íntimo
30 junio, 2020 09:24Consagró su primer álbum a Schumann, en 2010. En estos diez años ha confirmado todas las promesas que apuntaba entonces: exquisita sensibilidad, claridad interpretativa y actitud emprendedora. Virtudes, ahora en sazón, que se amalgaman en su regreso discográfico al compositor germano. En El alma romántica (Ars Produktion) interpreta su Concierto op. 54 con la Orquestra Simfònica Camera Musicae de Tomàs Grau, aparte de desgranar, en solitario, otras tres piezas de Robert y Clara Schumann. El resultado es un emotivo retrato de su relación, que Jáuregui reivindica como referente del romanticismo más puro y elevado. Tras el encierro en su habitación con vistas a Chamberí, la pianista está deseando reencontrarse con el público. Lo hará en la Schubertíada de Valdegovía (18 julio) y, por partida doble, en el festival Pamplona Reclassics (28 de julio y 1 de agosto).
Pregunta. De niña empezó leer música con con el Álbum de juventud de Schumann. ¿Cómo marca empezar así?
Respuesta. Schumann es mi lengua materna. Me divertía imaginar los escenarios que proponía en su Soldatenmarsch, cantar la melodía de la Stückchen, montar a caballo con el Wilder Reiter… También crecí buscando la emoción de la Erster Verlust, admirando la belleza de la primera Melodie y descubriendo sentimientos como la nostalgia en Erinnerung y la ternura y la intimidad en Mignon. Todo esto entre los 5 y los 8 años. Me veo nítidamente feliz en mi piano Pleyel vertical y pienso que Schumann es parte fundamental de quién soy como persona.
P. El Concierto op. 54 nace en parte del deseo de Robert de complacer a Clara, que quería que le compusiera un concierto para piano con pasajes de bravura. ¿Hasta qué punto la música de ambos está marcada por la su cercanía íntima?
R. Hasta el punto de que es muy difícil, por no decir imposible, entender a Robert sin Clara ni a Clara sin Robert. Estuvieron unidos desde casi el inicio de sus vidas. Cuando se enamoraron, les unía el piano. Robert dedicó esa época a escribir prácticamente para piano solo, era su manera de sentir cerca a Clara. Una vez casados, la influencia mutua es incalculable. Lo que escribía Robert lo tocaba Clara, esta editaba las partituras, los temas se compartían, ambos componían… La línea divisoria es muy fina.
Horizonte esperanzador
P. Cierra el disco con el Arabeske en do mayor, tras dos piezas en modo menor. ¿Es un contraste deliberado?
R. Sí, quise rematarlo así porque hasta ese instante tiene un fuerte componente dramático y llama a una introspección intensa. El Arabeske es una de mis obras favoritas por su inocencia y su luz tan especial. Es un do mayor cargado de hondura y belleza. Se quedó fuera del álbum de 2010 y sentí que era ahora el momento de incluirlo para cerrar con esperanza.
P. Otro contraste llamativo es el salto del Schumann orquestal al camerístico. ¿Son dos Schumanns muy diferentes, o no tanto?
R. Obviamente el sinfónico es más expansivo pero en el Concierto también hay pasajes muy camerísticos, como el precioso dúo con el clarinete del primer movimiento o todos los juegos con la flauta. Como siempre, en Schumann encontramos a las dos personalidades, Eusebius y Florestán.
P. El disco es una exaltación del romanticismo. ¿Considera este periodo el núcleo duro de su repertorio como pianista?
R. Es la etapa en la que el piano comienza a brillar como instrumento en todo su esplendor, en la que los compositores explotan todas las posibilidades dinámicas y expresivas. Sí, como pianista encuentro un placer muy especial en Schumann, Brahms, el último Beethoven, Schubert, Chopin…
P. Fue Beethoven el que le conectó por primera vez con la Orquestra Simfònica Camera Musicae, en 2015. ¿No tuvieron la tentación de aprovechar la ola del aniversario para hacer un disco beethoveniano?
R. No, nos decantamos sin dudarlo por Schumann. Para Beethoven siempre es buen momento, no necesita de aniversarios. Quizá más adelante…
P. De todas formas, la huella de Beethoven es muy perceptible en este Concierto op. 54.
R. Schumann es consecuencia de Beethoven, de Schubert, de Mendelssohn, por lo que la huella existe desde la base en toda su obra y es ahí donde es más perceptible: en la forma, la estructura. Y aunque el Concierto fue concebido inicialmente como una fantasía, se aprecia la herencia de la forma sonata que Beethoven encumbró.
P. ¿Durante el encierro preparaba programas de conciertos apalabrados? ¿Qué música ensayaba?
R. Ha habido diferentes etapas. En las primeras semanas me fui a las Invenciones de Bach. Necesitaba comenzar cada día con limpieza de espíritu. Después recuperé varios estudios de Chopin para mantener la forma. He leído obras nuevas, como la Sonata nº 2 de Chopin, que estoy deseando tenerla lista para futuros recitales.
P. ¿Le ayudó a suavizar el trauma?
R. He sido una privilegiada al tener el instrumento al lado. Los momentos en el estudio han sido un bálsamo, porque desde mi habitación en Chamberí he tenido la posibilidad de viajar a diario con la música. Ese es su poder, darnos una realidad paralela e ilimitada a la que escaparnos, en la que refugiarnos, contemplar, sentir, vivir.
P. Volver a tocar ante el público será muy especial después de todo esto, ¿no?
R. Desde luego. En estos meses ha habido iniciativas digitales muy interesantes. El recital que di para la Primavera Online de Música en Segura lo voy a recordar siempre. Pero nada supera la comunión del directo, el silencio compartido, la mirada a los ojos y el abrazo que creo que voy a sentir como si fuera la primera vez.