Septiembre de 1941. Faedellpark, Copenhague. Dos físicos, dos premios Nobel, el alemán Werner Heisenberg y y el danés Niels Bohr, maestro y alumno, invasor e invadido, mantienen una de las conversaciones más famosas de la historia. No trasciende su contenido pero se especula que el encuentro abordó la obsesiva y desafiante carrera nuclear de la Alemania nazi. ¿Desveló Heisenberg a Bohr los planes de Hitler? ¿Dejaron acta notarial de los peligros de la era atómica que se avecinaba? ¿De qué forma anticipó aquel enigmático diálogo el Proyecto Manhattan? De las especulaciones sobre lo que ocurrió aquel final de verano ha habido reflejo literario con el trepidante En busca de Klingsor, de Jorge Volpi, y, cómo no, con el texto del dramaturgo británico Michael Frayn (Londres, 1933), obra que lleva el nombre de la capital danesa donde se produjo la famosa conversación, estrenada en 1998 en el National Theatre de Londres y que Román Calleja trajo a España en 2003.
Dilemas éticos
Claudio Tolcachir (Buenos Aires, 1975) ha querido adentrarse en los profundos dilemas éticos que plantea el autor de obras como Democracia y Qué desastre de función a través de un montaje interpretado por Emilio Gutiérrez Caba(Heisenberg), Carlos Hipólito (Bohr) y Malena Gutiérrez (Margrethe). Para hacer Copenhague, que se estrena este viernes, 15, en Avilés y que llegará el 23 de mayo a La Abadía de Madrid, el director solo ha tomado como referencia la versión que hace casi veinte años realizó el argentino Carlos Gandolfo. "Fue una versión excelente que me produjo una gran impresión", explica a El Cultural.
Inteligente, profunda, dinámica y original. Estos son los calificativos que Tolcachir utiliza para definir el texto de Frayn, que ya ha impactado en nuestro imaginario cultural tanto como el propio encuentro: "Durante la lectura devoré la historia. Interpretada por estos actores es directamente un festín. Copenhague propone un abanico de temas esenciales como la moral, la responsabilidad, la pasión y las contradicciones del ser humano". En la puesta en escena, reconoce Tolcachir, están en el mismo plano las emociones de los personajes, su humanidad y las discusiones científicas, capaces de marcar a fuego el futuro de la humanidad. Todo ello nos permitirá contemplar a dos auténticos genios que discuten, que se provocan, que trabajan y que se ayudan mutuamente: "Siempre busco en el teatro la mayor verdad posible y que los hechos fluyan. El espectador no va a tener dificultad para seguir estas discusiones. El relato es perfectamente permeable".
Todo lo que toca Tolcachir lleva elementos que chocan frontalmente con pedazos de actualidad. Es su particular fórmula para trasladar al escenario el principio de incertidumbre: "Esta obra viene a cuento por muchas cosas. Por la responsabilidad de nuestros actos, por la violencia institucionalizada, por el valor que le damos a la vida, por nuestras contradicciones, por la lucha por la dignidad... Fundamentalmente en estos tiempos en los que todo intenta simplificarse entre el bien y el mal. El teatro viene a abrir nuestras mentes, a decirnos que todo es más complejo."
En la obra el personaje de Heisenberg se cuestiona la paradoja de aquella visita: "Todo el mundo entiende ya el Principio de Incertidumbre pero nadie comprende por qué fui a Copnehague".