Claudio Tolcachir presenta en Madrid Emilia, su cuarta obra como dramaturgo.
El director y dramaturgo estrena en los Teatros del Canal de Madrid su cuarta obra, 'Emilia', con Gloria Muñoz, Malena Alterio, Alfonso Lara, Daniel Grao y David Castillo.
Algo parecido sucedió en Argentina en la época del corralito, con la diferencia de que en el país suramericano el teatro independiente ya era tradición. En 2003, año y pico después de las primeras caceroladas, Claudio Tolcachir fundó Timbre 4 en su propio piso de la avenida Boedo de Buenos Aires: un teatro, una compañía y una escuela, todo en uno, dando inicio a una nueva camada del teatro alternativo argentino.
Tras dirigir en 2010 Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, en el Teatro Español, Tolcachir desembarca en España de nuevo, esta vez con Emilia, su cuarta obra como dramaturgo. Acostumbrado a escribir sus textos pensando en un elenco predefinido de actores y moldeando el texto a partir de su trabajo con ellos, en esta ocasión ha probado un camino distinto: "Es la primera obra que escribo en soledad. Ha sido una experiencia difícil, porque necesito trabajar con otros, es lo que más me divierte y excita. Esto ha sido un desafío grande, complejo y costoso, he tenido que transitar por situaciones dolorosas. Pero ha sido una experiencia gratificante porque me gusta cambiar de método y probar cosas nuevas", confiesa el dramaturgo.
Lo que sí tenía claro desde el principio es que habría dos versiones, una argentina y otra española, con elencos diferentes. La primera se estrenó en abril del pasado año. En septiembre, Tolcachir vino a ensayar con la troupe española, compuesta por Gloria Muñoz, Malena Alterio, Alfonso Lara, Daniel Grao y David Castillo. Tras estrenar en Avilés, hicieron una breve gira por el norte del país y ahora recalan en los Teatros del Canal de Madrid, donde estarán un mes.
Emilia explora el amor en múltiples variantes: como salvación, como perdición, como sacrificio, como refugio... El personaje que da título a la obra es una niñera que se reencuentra con Walter, el niño que crió hace décadas. La obra narra el inesperado encuentro y reconstruye los pasos de ambos, los que condujeron a Emilia a un destino desgraciado y a Walter a la construcción de una familia cuyos cimientos ahora se tambalean.
Después de su exitosa trilogía compuesta por La omisión de la familia Coleman, protagonizada por una familia desestructurada y marginal, Tercer cuerpo, donde indagaba en las relaciones humanas llevadas al límite, y El viento en un violín, donde exploraba el vínculo entre madres e hijos, Tolcachir presenta en esta obra dos elementos que la diferencian de las anteriores, como él mismo explica: "En Emilia he investigado un espacio más abstracto y he introducido ingredientes del thriller. Es una obra en la que se dicen muchas cosas pero lo más importante es lo que se calla".
La obra parte de una experiencia personal que le sirvió como punto de partida: "Hace un par de años, con motivo del cumpleaños de mi hermano, pasé a recoger a la que había sido nuestra niñera. Durante todo el trayecto y toda la tarde, me contó cosas de mi infancia muy importantes, muy definitorias, que yo no recordaba. Eso me supo mal, sobre todo al ver con cuánta precisión y amor contaba aquellas historias. Cuidarme fue su trabajo, pero le puso mucho más. La diferencia con Emilia es que a ella después le fue muy bien, pero eso en teatro no tiene gracia...".
Pero más allá de ese punto de partida, la obra no es autobiográfica, "por suerte, porque de lo contrario sería tristísimo", apunta. "Nunca escribí de forma autobiográfica, porque eso no es el teatro para mí, pero mis emociones y mis miedos sí que están en todo lo que escribo".
A Tolcachir, las obras se le condensan como una nube en la cabeza, en un proceso que puede durar más de un año. "Junto papelitos, anoto textos, situaciones, nombres, y hasta me dejo mensajes en mi propio contestador...". Entonces, de pronto, comienza a llover y el dramaturgo se sienta a escribir en la última y a menudo más rápida fase del proceso. Aunque durante la escritura y la puesta en común con los actores el texto puede sufrir profundas e inesperadas transformaciones, porque para el dramaturgo lo fundamental del teatro es el trabajo actoral, "hacer compañía": "Esa es la razón por la que hacemos teatro. Nos gusta jugar, pero jugar en serio, con toda la sangre en el escenario. Eso nos hace felices. He comprobado que los actores trabajan mejor y disfrutan más en un clima de comodidad y complicidad. El director tiene que ser un cómplice, no un jefe ni un rector. Que te invite a jugar y te cuide, te acompañe, te abra puertas nuevas, te estimule para que trates de ir lo más lejos posible, más allá de su propia búsqueda estética".
El teatro de la necesidad
Diez años después de fundar la cooperativa Timbre 4, Tolcachir recuerda vívidamente aquellos inicios: "La crisis de 2001 estalló de forma violenta. La gente, en las calles; los bancos, con nuestros ahorros; cinco presidentes en dos semanas... Fue una crisis profunda que venía de mucho tiempo atrás. En los 90 tuvimos aparentemente bonanza económica, pero se vació la estructura industrial y cultural del país. Había una postura liberal falsa que nos hizo creer que éramos del primer mundo cuando no lo éramos. En ese panorama, con amigos emigrados o sin trabajo, fundamos Timbre 4 sin demasiada conciencia, como acto de supervivencia. Nos metimos en mi casa, con mis compañeros de toda la vida, y nos pusimos a hacer teatro, a entrenar, a dar clases. Era eso o quedarse mirando el lapicero y suicidarse".Para el autor de Emilia, aquella escena y la que hoy se vive en España tienen el mismo germen: "Podemos llamarlo teatro de la necesidad. No son proyectos económicos necesariamente, nacen porque necesitas hablar de ciertas cosas, hacer un teatro vivo y vibrante. El teatro independiente no tiene por qué ser el mejor, pero es bueno que exista un tipo de teatro donde investigar y renovarse".
La envidiable escena porteña
La escena alternativa de Buenos Aires goza de una cartelera inagotable y la generación de Tolcachir ha heredado un público que de toda la vida fue de teatro independiente y cineclubs. "Hay muchísimas salas y grupos y en un fin de semana puedes ver nueve obras si vas corriendo de una sala a la otra porque hay funciones en horarios muy diferentes. Obviamente no todo es bueno, y hay gente que incluso considera que hay demasiada oferta, pero yo no estoy de acuerdo. ¿Qué mal le hace a nadie que haya tanto teatro?".Aquí estamos lejos de esa ebullición, pero vamos por buen camino. "Lo importante es no resignarse, no esperar a que un proyecto esté perfectamente armado para sumarse, sino buscar, generar y autoproducirse. Lo más valioso en teatro es asumir riesgos. Yo tuve la suerte de tener una profesora que nos mostró siempre que se podía hacer teatro en cualquier lado y construirlo con las propias manos".