Yasmina Reza este fin de semana en el Teatro Pavón Kamikaze

La esquiva dramaturga francesa visita España con motivo del montaje de Arte, su pieza más icónica, que estos días puede verse en el Teatro Pavón Kamikaze.

Más de dos décadas han pasado ya desde que Yasmina Reza (París, 1959) escribió Arte, la pieza teatral contemporánea más representada de la historia, que llegó a España en 1998 de la mano de Josep Maria Flotats. Por ello, enfrentarse de nuevo a su obra desde la platea es “una experiencia distinta en el tiempo. Cuando la empecé a ver en otros idiomas comencé a ver nuevas posibilidades, pero es una canción que he oído demasiadas veces, y me he convertido en la peor espectadora. Aprecio el resto”, aseguró alabando el peso que le han dado al desgarro de la amistad, clave en la obra, donde es tratada “como una pasión amorosa”, los actores Cristóbal Suárez, Roberto Enríquez y Jorge Usón, dirigidos por Miguel del Arco, “pero del texto ya no sé ni qué opinar”. Poco pródiga en apariciones públicas, la dramaturga francesa ha compartido este fin de semana un encuentro con el público en el Teatro Pavón Kamikaze en el que ha charlado con el director madrileño, que estas fechas repone en el escenario su aclamada versión de la obra.



Tras tantos años, la autora reconoce que no le preocupa que su nombre esté atado únicamente a esta obra, “ya que, por fortuna, otro de mis textos, Un dios salvaje, también tuvo mucho éxito. Aquí no hubo una buena producción”, asegura aludiendo al montaje de la británica Tamzin Townsend, “pero en otros países sí, y esto ha borrado en parte la huella de Arte. Popularmente no soy autora de una sola obra y, de todos modos, me siento más cercana a otras piezas mías más arquitectónicas y atmosféricas”, reconoce.



Sin embargo, Reza continúa defendiendo Arte, de la que asegura que fue enamorándose paulatinamente. “Al principio me parecía una pieza interesante, pero no genial. Hasta que vi la interpretación que hizo de ella Ricardo Darín (en 1997) no me di cuenta de lo buena que era”, reconoce. La dramaturga asegura que en Francia la pieza, una ácida diatriba contra la hipocresía social con el mundo del arte como epicentro, fue muy criticada. “Me acusaron de antimodernista y de reaccionaria, e incluso me han dicho que la obra es espantosamente misógina, ya que todas las mujeres que aparecen (siempre fuera de escena) eran horribles”, explica Reza. Pero es mucho más sencillo que todo eso. La chispa que alimentó la obra fue un suceso real. “Un amigo mío compró ese cuadro que describo por 200.000 francos (unos 40.000 euros). No tenía mucho dinero, fue una locura, y todos nos reímos, pero lo que narra la obra sucedió después más o menos así”, recuerda la autora.



Una tragedia clásica

Pero más allá del hecho en sí, Reza reivindica que a pesar de los momentos hilarantes que contiene, “Arte es una tragedia, que nadie se olvide”, afirma categórica. “Tiene el veneno de Molière” apunta del Arco, quien asegura que le recuerda al Misántropo “ya que es una comedia aparentemente banal protagonizada por personajes profundos y dramáticos. La obra tiene una profunda oscuridad porque asistes a la demolición de una amistad. El público se divide, unos se ríen y otros se enfadan porque el resto se ríe”.



Escritora de géneros mezclados e inclasificable, Reza asegura no perseguir objetivos al escribir. “Ninguno, sigo una línea misteriosa que solo responde al criterio de si me gusta o no. Decir que mi obra es un clásico… Hay muchas posibilidades de que no sea así, necesita madurar en el tiempo. Si dentro de 100 años sigue funcionando quizá sí se pueda hablar de ella de ese modo”, opina modestamente la dramaturga. Sin embargo, para Del Arco sí que lo es, “porque la obra nos pregunta de forma muy directa, no va a envejecer porque sus preguntas seguirán siendo efectivas e interpelando al espectador, como Hamlet o el Misántropo”, remacha el director.



Cocinero antes que fraile

Tras años dedicada a la escritura, Yasmina Reza ha vuelto a asumir recientemente el papel de dirección en una de sus obras. Este año se ha puesto al timón de la obra Bella figura, escrita a petición del director alemán Thomas Ostermeier, que la ha estrenado en Berlín, y que ella ha llevado a las tablas en París. “Vengo de una escuela de teatro en la que también dirigíamos, y era una pena que mi propia versión de mis textos no fuera expuesta. Me encanta dirigir actores y tuve muy buena acogida, así que seguiré haciéndolo”, valora Reza. “En mi caso la dirección es una prolongación de la escritura. Busco lo mismo que cualquier director de escena, pero tengo la ventaja de tener el sentido rítmico del texto, y en esto soy implacable con los actores”, advierte sonriente.



Al igual que ocurre con Del Arco, que de actor se transformó en dramaturgo y director, Reza reconoce que, en su caso, “ha sido fundamental haber sido previamente actriz, nunca hubiera escrito sin saber lo que es el ritmo, la escena, el silencio… Muchas veces escribiendo ya pienso en la interpretación. He tenido suerte porque a los actores les gustan mis obras y entran en ellas”. Aunque de las tres facetas que componen un montaje, la dramaturga reconoce sin darle muchas vueltas que “los actores y la puesta en escena del director son lo más importante, mucho más que el texto dramático. Un gran texto con malos actores y mal trabajado se convierte en algo atroz, se muere. Al revés, puede resultar salvable”.



Libertad y compromiso

Siempre amable y sincera, pero con un humor sardónico, se advierte que para Reza supone un esfuerzo hablar de su obra, porque cree en el misterio de su creación y no le gusta ser identificada como ‘Artista' con mayúsculas. “No me gusta el estatus social que comporta ser reconocida como artista, porque con él todos los peligros están acechando. Hay algo del artista que debería ser asocial”, expone la dramaturga. “En el mundo contemporáneo los artistas están muy relacionados con el exterior y la política, pero deberían mirar hacia dentro y mantener siempre un punto de rebeldía para no quedar atrapados dentro del pensamiento común”. Porque en opinión de Reza, “lo que define a alguien que crea es la libertad, y eso está reñido con los honores sociales. Por eso no me gustan las entrevistas, no hago televisiones ni firmas de libros: para protegerme”, reconoce la dramaturga.



“De todos modos, no estoy tan loca como para pensar que soy absolutamente libre”, dice sonriendo. “No estoy comprometida con nadie, ni siquiera conmigo misma, aunque sí hay cierto compromiso con la libertad creativa, que nunca es completa, pero sí trato de que sea la mayor posible”. Este mismo postulado mantiene Reza en lo referente al compromiso político que debe adoptar el creador, en lo que se muestra tan contundente como en sus demás opiniones. “Estamos en una sociedad política y, de esto es imposible abstraerse. Incluso el no querer decir nada público es una opinión, es posicionarse. Todo lo que escribimos hoy es político, si no, es que no es de nuestro tiempo. A mi juicio los escritores no deben expresar sus opiniones políticas, porque esto destiñe la forma en la que la gente lee su obra, le da un color y condiciona el pensamiento de los lectores”.



Teatro que aporte algo

Cada vez más suelta a medida que avanza la charla, Reza regala alguna anécdota, como lo que le ocurrió con su primera obra, Conversaciones después un entierro. “Tras mucho esfuerzo y autoexigencia por mi parte fue estrenada con éxito y ganó varios premios. Un año después, me llegó la carta de rechazo de la radio nacional francesa, a donde la había enviado para ser leída en antena”. La anécdota ilustra la dificultad de los comienzos, que para la autora se ha recrudecido en la actualidad. “Cuando yo empecé a escribir era extremadamente difícil que tu texto viera la luz, pero ahora lo es todavía más porque la tendencia general del teatro en Alemania, Francia o algunos países anglosajones es la de no hacer espectáculos basados en obras dramáticas”, opina.



"Ahora las piezas se basan en novelas o son happenings. El autor dramático vivo molesta, el muerto no, porque se le puede cortar, modificar..., algo que yo jamás consentiría”. A este respecto, la dramaturga finaliza ofreciendo un consejo a futuros navegantes. “Hace un par de años impartí una clase magistral en la Bienal de Venecia para jóvenes dramaturgos y les dije que estuvieran seguros de que tenían que aportar algo”, sentencia tan categórica como es habitual en ella. “Porque una obra de teatro no es necesaria hoy para el teatro. Los actores pueden estar magníficos en una improvisación, o con textos de cualquier tipo. Hay que ser muy modesto y esperar que el texto dramático se quede como una rama más de la literatura”. Palabra de Reza.