Adiós a Francisco Nieva, el surrealismo bohemio
Francisco Nieva. Foto: Antonio Heredia
El dramaturgo, escenógrafo y director de escena ha muerto a los 91 años en su domicilio de Madrid. Autor de más de una treintena de piezas teatrales, así como de novelas y ensayos, la suya es la historia de una intensa vocación disfrazada de bohemia galantería.
Confesaba Francisco Nieva en sus memorias Las cosas como fueron (Espasa, 2002) que en su adolescencia decidió "ser artista porque para un chico tímido el mejor modo de imponerse a la larga era declarar que quería dedicarme al arte, en principio con plena aquiescencia de mis progenitores (...)". Relató también que cuando anunció que quería ser actor se creó una manifiesta consternación. Sin embargo, ya apuntaba maneras: durante la guerra civil residió en Sierra Morena, donde escribía pequeñas funciones de teatro y cuentos.
Esa estela literaria no se extinguió con el tiempo sino que se agudizó hasta convertirle en uno de los pilares de la profesión teatral de España durante más de medio siglo. Y es que la suya es la historia de una intensa vocación disfrazada de bohemia galantería.
La afición de su padre por el teatro le hizo tomar contacto con el mundo de la escena, especialmente a partir de 1941, cuando se trasladan a vivir a la capital. Allí, Francisco Nieva consiguió un trabajo como aprendiz de escenógrafo cinematográfico. En esa época su sentido de la observación le impulsó a pintar: "Durante un tiempo me inventé cosas teñidas de surrealismo, que sentía de un modo profundo". Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y participó en la creación del movimiento "Postista" en el que descubrió el arte de vanguardia. Además, esos años entró en contacto con André Breton y los componentes del surrealismo francés. Viajó a París, donde se le reconoce más su obra pictórica que la literaria. Son años de gran actividad y de intensas relaciones, sobre todo con Madame Allendy, quien le puso en contacto con las teorías de Artaud. Bajo la influencia de ese mundo artaudiano, esbozó El combate de Opalos y Tasia, en una primera concepción del Teatro Furioso.
Comienzan sus colaboraciones como escenógrafo en producciones para el Teatro de las Naciones. Entra en contacto con Genet, Beckett, Ionesco, Fernando Arrabal y conoce a Bertolt Brecht durante una representación de Galileo. En la capital del Sena escribe Pelo de tormenta, Es bueno no tener cabeza y El rayo colgado y esboza sus comedias de "Teatro de Farsa y Calamidad".
Sobrevivir a la censura
El espíritu inquieto de Nieva le llevó a abandonar París, donde ya se había asentado profesionalmente, y a sustituir sus grandes avenidas por los canales de Venecia. Allí sus servicios son requeridos por Pier Paolo Pasolini en su primera película, Accatone (1961). Pero Francia no le olvida y le premia con el prestigioso Premio Polignac, que comparte con Yehudi Menuhin. Su vuelta a España la provoca otro grande de la escena, Adolfo Marsillach, quien le propone realizar la escenografía y los figurines de Pigmalión. A partir de entonces, inicia una ascendente carrera como escenógrafo, ya que sus textos no se representaron por causa de la censura, y colabora con las figuras de mayor prestigio de nuestro teatro.Fue autor de los decorados de Romance de lobos, Biografía, y Marat-Sade. También coqueteó con la ópera, creando la escenografía de obras como Tosca, Cenicienta y Capricho español. Aunque durante casi diez años su actividad pública se limitó a la realización de escenografías, Nieva fue creando durante estos años una extensa obra dramática propia y numerosas adaptaciones de obras clásicas.
Con el inicio de la transición a la democracia se produjo una auténtica eclosión de su trabajo, innovador tanto formalmente como en sus contenidos, y que él mismo considera influenciado por Jarry y Valle-Inclán. En 1980 recibe el Premio Nacional de Teatro por la adaptación de Los baños de Argel, de Cervantes. Durante la década de los 80 el director Guillermo Heras estrenó Nosferatu, aunque su actividad disminuye. Retoma el ritmo en los 90, cuando recibe numerosos reconocimientos: el premio Mariano de Cavia 1992 por su artículo Música maestro, y en 1992 recibe el premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Nacional de Teatro. Juan Carlos Pérez de la Fuente lleva al Centro Dramático Nacional una de sus obras cumbre: Pelo de tomenta.
En 1994 publica su primera novela El viaje a Pantaélica, y a continuación su segunda obra narrativa, Granada de las mil noches. En 1997 publica Centón de teatro y dos años más tarde dio a conocer dos piezas menores bajo el título De frailes y monstruos. En 2001 publica su libro de cuentos Argumentario clásico y en marzo de 2002 aparecen sus memorias Las cosas como fueron, que el autor divide en tres partes: Funeral y pasacalle, Fragor y juventud y Residencia en el otro. Ese mismo año adapta y dirige Manuscrito encontrado en Zaragoza en el Teatro La Latina de Madrid. En 2011 dirigió Tórtolas, crepúsculo... y telón, escrita en 1972 y estrenada en el Teatro Valle-Inclán. La revisión de esta obra le valió el Premio Valle-Inclán ese mismo año. Su último estreno fue Salvator Rosa, de 1988, presentada en el María Guerrero en marzo de 2015, a las órdenes de Guillermo Heras.
La capilla ardiente se instalará en la sala principal del Teatro María Guerrero de Madrid.