Image: Friedrich Cerha

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Escenarios

Friedrich Cerha

"Mi música es enemiga de las tendencias nacionalistas"

29 marzo, 2013 01:00

El compositor Friedrich Cerha. Foto: Eric Marinitsch.

Han querido la Orquesta y Coro Nacionales de España dedicar los siete conciertos monográficos de su 'Carta Blanca' al compositor vienés. A sus 87 años, Friedrich Cerha, figura fundamental de la vanguardia y autor del tercer acto de la 'Lulu' de Berg, habla del pasado y futuro de la composición.

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  • Friedrich Cerha (Viena, 1926) es un compositor de altura, musical y cartográficamente hablando. "En la soledad de las montañas tirolesas, donde me refugié tras desertar del ejército alemán en 1945, logré encontrarme a mí mismo", cuenta el compositor austriaco, al que la Orquesta y Coro Nacionales de España dedican, del 3 al 14 de abril, su Carta Blanca. "Fue una especie de segundo nacimiento, de volver a nacer y una increíble liberación".

    Más tarde, su nombre quedaría ligado para siempre al de Alban Berg ("que casualmente significa montaña", aclara al teléfono) tras concluir el tercer acto de la ópera Lulu, que se estrenó completa en París en 1979. Le dedicó 17 años a esta partitura, convencido de que su música albergaba las violentas contradicciones de una Europa en vísperas del nazismo. "Una lacra que no se ha extinguido del todo, tal y como confirman los archivos, recientemente desempolvados, de la Filarmónica de Viena".

    Los siete conciertos del ciclo monográfico del Auditorio Nacional, los dos encuentros en la Universidad Complutense y la Residencia de Estudiantes y el documental que proyectará la Filmoteca reivindican su espíritu antifascista. "Mi música es enemiga de las tendencias nacionalistas". Recuerda Cerha que, ya en sus primeros veranos en Darmstadt, veló, a pesar de las dificultades, por la independencia creativa. "De Josef Polnauer aprendí que la música ha de ser tan inmune al rechazo como a la alabanza". Hoy, en activo a sus 87 años, Cerha mira la vida desde lo más alto. "Consciente de que, a mi edad, la cima es ya más cielo que montaña".

    -Los monográficos pueden resultar peligrosos. A menudo los compositores de la Carta Blanca se debaten entre las obras favoritas y las más representativas. ¿Por qué ha optado usted?
    -Dependemos siempre de cuestiones prácticas, que en este caso me han impedido programar una de mis obras más importantes, Spiegel, pues habría sobrepasado las posibilidades de los ensayos. Así que he elegido Spiegel VI y he procurado situar todo en un contexto coherente, que permita el tránsito del concierto de percusión a la posterior Amériques de Varèse.

    -Sorprende que sus 25 años de dedicación al Die Reihe no constriñeran su música al formato camerístico. ¿Por qué?
    -La importancia de Die Reihe radica en su empeño por difundir el legado de Schönberg, Webern, Berg y otros compositores fundamentales del siglo XX. Sin embargo, como compositor estaba obligado a mirar más allá, a seguir haciéndome preguntas. En ese sentido, la Carta Blanca prueba la diversidad de mis intereses musicales. Sólo lamento que mi primera ópera, Baal, inspirada en Bertolt Brecht, no pueda llevarse a cabo por falta de disponibilidad de los cantantes.

    -Como en Baal, muchas de sus obras profundizan en la relación entre el individuo y la masa. ¿Se puede calificar su música de ideológica o política?
    -Sólo hay una obra en todo mi catálogo que surge como reacción a un acontecimiento de índole política. En 1963, uno de los años más tensos de la Guerra Fría, compuse Und Duse, una pieza radiofónica en la que colaboró Günther Anders, filósofo y uno de los representantes más importantes del movimiento anti-atómico. Durante el proceso de composición traté de no privilegiar mi malestar y de que la música sirviera de estímulo a la conciencia.

    -¿Se puede hablar, hoy en día, de vanguardia?
    -Ars nova, Nuova musica o Stilo moderno demuestran que siempre ha habido motivos para hablar de vanguardia. En el siglo XX, la II Guerra Mundial requirió de un nuevo principio musical. No todos los productos de este periodo vanguardista tuvieron una estima duradera, pero un buen puñado de obras seriales sobrevivirán a los tiempos, aunque hoy en día apenas se programen. Jóvenes compositores, como Hèctor Parra, nos hacen pensar que todavía sigue habiendo mucho horizonte que conquistar.

    -Lo que más se echa en falta es el público. ¿Se ha explicado bien la música contemporánea?
    -Explicar la música es una tarea compleja. Porque no se puede traducir, a pesar de que en Die Reihe acostumbrábamos a hacer incursiones en otras artes. Aquello dio sus frutos y conseguimos abrir el apetito de mucha gente por la música contemporánea. Hay que reconocer que el repertorio del siglo XX es muy exigente, por lo que supone para el oído el uso de esquemas armónicos atonales. Para mí, sin embargo, sigue siendo un misterio la ruptura con el público en los años cincuenta.

    -¿Existe hoy un Darmstadt, una capital de la vanguardia?
    -No en el sentido riguroso, desde luego, aunque todavía se pueden encontrar ciudades en Europa donde se siguen debatiendo asuntos importantes con la misma pasión que en las Jornadas de Música de Vanguardia de Witten.

    -¿Alguna vez se ha sentido eclipsado por Lulu?
    -Es algo que se ha insinuado y que, en parte, es cierto. No hay más que comparar la repercusión internacional del tercer acto de Lulu con la de los estrenos de Spiegel. Pero sabía dónde me metía y era consciente de la polémica que había provocado esta ópera inacabada. Si me decidí a elaborar el tercer acto fue porque, tras estudiar las particellas de Berg y la reducción para piano de Erwin Stein, sentía que podía aportar algo en tanto que mi música compartía un parentesco emocional con Berg.

    Estrenos octogenarios

    -Además de compositor, ha sido profesor, director y gestor. ¿Cómo se complementaban todas estas facetas?
    -Mi agenda no siempre ha sido un reflejo de mis intereses. El profesorado era más bien una carga, excepto en los últimos años, cuando tenía menos alumnos, todo lo contrario a mi actividad como director y gestor. Sin embargo, echaba de menos el silencio, la calma, la soledad y el tiempo para pensar. Ahora dispongo de todo eso y puedo dedicar toda mi energía a componer. A mis 87 años tengo tres obras en la cabeza, una de ellas para orquesta. Se estrenará en el Festival de Donaueschingen de 2014. ¿Llegaré a terminarla? Quién sabe...

    -¿Cuánto está afectado la crisis a la creación musical?
    -No hay crisis lo suficientemente fuerte como para alterar la trayectoria del arte. Aun así, debemos mantenernos en guardia. Los jóvenes compositores deben tener claro que lo importante no es estrenar sino reponer con cierta regularidad...

    -Ya que lo dice, ¿qué espera que pase con su música cuando usted ya no esté?
    -Cómo se me valorará entonces y qué pasará con mi música son cuestiones que no me preocupan en absoluto. Allá cada sociedad con su conciencia.