López Cobos exige la rectificación de Mortier
"Apenas trabajaba con la orquesta y tuvimos que despedirle", asegura el gestor belga en una entrevista publicada en un diario austriaco
28 febrero, 2013 01:00Jesús López Cobos. Foto: J.M. Lostau.
El director zamorano, que reside actualmente en Suiza, no ha tardado en hacerse eco de las duras declaraciones y ha solicitado, a través de un burofax remitido al director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, una rectificación inmediata al considerar tales afirmaciones "absolutamente falaces". Asegura López Cobos en la carta que las palabras de Mortier atentan contra su dignidad, menoscaban su reputación y lesionan su propia estimación (conforme al artículo 7.7 de la Ley de Protección al Honor), toda vez que fue él mismo quien a principios de septiembre de 2008 decidió no prorrogar su contrato como director musical del Teatro Real. "Resulta contradictorio el señor Mortier al declarar, en primera persona del plural, 'tuvimos que echarle', cuando en la fecha en la que decidí no prorrogar mi contrato no ocupaba cargo alguno". Si transcurrido el plazo de siete días desde la recepción del burofax Gerard Mortier y el Teatro Real no se aviniesen a una rectificación, López Cobos solicitará el amparo de su derecho al honor por los pertinentes cauces legales.
No parece casual la última boutade de Mortier (que se defiende con el alemán mucho mejor que con el castellano) ni su insistencia en reabrir la herida del foso. En el momento de su nombramiento se habló mucho de los riesgos derivados de una figura musical rotatoria (sin la dedicación exclusiva de un director titular, como fue López Cobos) que condicionara la calidad de la Sinfónica de Madrid. Asegura una y otra vez el gestor belga que los músicos han mejorado desde su llegada, aunque tuvo a bien sustituirlos por las huestes de la Orquesta de la Radio de Baden Baden para el concierto de celebración del 15° aniversario de la reapertura del teatro. Fue aquel un Moisés y Aarón con el que el Teatro Real se debatía, una vez más, entre los delirios de excelencia y el provincianismo más rancio.