Dos hermanos que huyen de una madre con delirios mesiánicos y su regreso al hogar, décadas después, para rescatar a sus hermanas menores, convertidas en un grupo de pop católico que arrasa en YouTube y retenidas por unos progenitores que han hecho de ellas las portavoces de una fe mal entendida.
Resumir en apenas cuatro líneas el argumento de La Mesías (desde este miércoles, 11, en Movistar Plus+) es hacerle un flaco favor a una propuesta expansiva, una serie-río que abarca tres tiempos y tres generaciones, en la que Javier Calvo y Javier Ambrossi despliegan, a lo largo de ocho horas, un torrente de erudición en el que conviven Víctor Erice, Stanley Donen o Carlos Saura, pero también Mary Poppins, Sonrisas y lágrimas o las películas de Rocío Durcal.
Pregunta. En el episodio final, Enric (Roger Casamajor) contempla una pequeña mesa atestada de objetos de culto que pertenecen a religiones muy distintas. Cuando le pregunta a Alicia (Cecilia Roth) el porqué de esa mezcla, ella le responde: “si no ves todo, no ves nada”. Esa máxima podría aplicarse a la confección de la propia serie, que mezcla un gran número de referencias, ¿cómo se logra que eso funcione de manera orgánica?
Javier Calvo. Creo que, de algún modo, representa quienes somos. La serie es un collage de todo el cine que nos gusta, y eso es algo que hemos utilizado para crear este relato que, a pesar de beber de muchos lugares, tiene una entidad propia. Eso es de lo que más orgulloso me siento. Hemos podido explorar distintos géneros y distintos estilos, pero mi percepción es que La Mesías tiene personalidad propia.
Javier Ambrossi. Con respecto a la frase que citas de si no lo ves todo, no ves nada, creo que está en el centro de la propuesta. Partimos de ahí a la hora de escribir la serie y después, a la hora de imaginarla, ya fuimos añadiendo referentes cinematográficos. El núcleo pasaba por abordar cómo se afrontan las distintas creencias, no únicamente desde el punto de vista de la religión, que era algo que ya habíamos tocado en La llamada (Javier Calvo & Javier Ambrossi, 2017), sino creencias que van desde entender el cine como un vehículo sanador, creencias en el más allá, en los alienígenas… Si te fijas, todos los personajes tienen pequeños gestos que le hacen entender al espectador dónde se posicionan con respecto a las creencias, incluso aquellos personajes puntuales, como el de Nora Navas cuando habla del horóscopo.
"En 'La Mesías' hay menos ganas de demostrar y más ganas de reflexionar". Javier Calvo
»A partir de ese planteamiento fuimos desarrollando otras cuestiones, como la de la creación de comunidades de personas que se juntan para apoyarse, desde los que van a una rave a bailar hasta los que toman ayahuasca. En el fondo, se trata de reproducir la idea de familia, detrás de la cual subyace la idea de circularidad, de repetición de un patrón. Sobre esa base, fuimos añadiendo todo nuestro conocimiento cinematográfico, nuestros gustos, lo que nos mueve, lo que nos fascina y lo que nos apasiona, pero en ningún caso es algo buscado, simplemente nos guiamos por nuestra intuición.
J.C. Además, la vida no es solo una cosa. Es divertida, triste y dramática, por eso me gustan las películas que no se corresponden con un género puro. ¿Qué es Toni Erdmann (Maren Ade, 2016)? ¿Es una comedia, un drama, qué es? Pienso también en Lars Von Trier. Hizo un musical y le salió Bailar en la oscuridad (2000). O en Alice Rohrwacher que hace películas realistas como El país de las maravillas (2014) en la que de repente aparece Monica Bellucci vestida de virgen o cantan ‘T'appartengo’ de Ambra. O en The Leftovers (Damon Lindelof & Tom Perrotta, 2014-2017), que también es un referente muy claro, que era un thriller, un drama familiar y que se interrogaba sobre la trascendencia. Eso es lo que a mí me gusta, que esas películas no sean solo una cosa y se puedan mirar desde muchos ángulos, jugando incluso a la contra del género al que pertenecen, siendo lo que no deberían ser.
J.A. Y después hay algo que tiene que ver con nosotros mismos como personas: siempre hemos reivindicado la posibilidad de ser un poco todo, de poder hacer todo lo que queramos y nos gusta e intentar hacerlo bien.
P. A propósito del tema de la circularidad, en el quinto episodio asistimos a una reunión familiar rodada con un travelling en 360º que solo se detiene cuando la madre, que es quien ejerce el dominio sobre el resto del clan, lo decide. La serie está llena de detalles de puesta en escena y de ello se deduce que hay un trabajo formal mucho más desarrollado que en los proyectos anteriores. ¿Es así?
J.C. Me alegra que lo veas porque es a lo que le hemos dedicado todo este tiempo. Cuando dimos el salto de Paquita Salas (2016) a Veneno (2020) quisimos hacer algo más elevado técnicamente, de hecho fue una serie en la que queríamos demostrar de lo que éramos capaces, teníamos ganas de mover mucho la cámara y probar que sabíamos hacerlo. En La Mesías hay menos ganas de demostrar y más ganas de reflexionar sobre cuestiones como por qué ponemos la cámara donde la ponemos, sobre cómo diseñamos una secuencia en la que el espectador pueda entender o sentir qué sucede sin que nadie tenga que hablar…
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»¿Cómo se hace eso? Pues viendo mil películas y fijándote en distintas soluciones que luego te permitan, por ejemplo, filmar un reencuentro entre dos hermanos sin que sea algo azucarado ni melodramático: en esa secuencia vemos solo el abrazo entre ambos y luego la cámara los abandona, y escuchas el tráfico. Rodarlo de esa forma tan seca hace que te sientas más inquieto, pero el espectador entiende perfectamente qué es lo que está pasando.
»Al final se trataba de pensar al detalle cada plano de manera que el lugar en el que colocásemos la cámara contase algo sobre la escena. De hecho, algo que me gustaría hacer en algún momento es diseccionar la serie plano a plano y explicar por qué se ha filmado así y no de otra manera, porque detrás de cada emplazamiento hay una razón narrativa.
P. Hay cambios en los personajes que solo se explican de manera visual, como le sucede a Enric cuando regresa al hogar y se reencuentra con su madre.
J.A. Tienes que buscar la manera de que la cámara apoye un sinfín de pequeños detalles para hacérselos entendibles al espectador sin caer en el subrayado pero sin quitarles la magia. En realidad, en el ejemplo que pones, Enric tampoco sabe qué le está pasando exactamente, es una sensación muy frágil.
J.C. Es verdad que Roger (Casamajor) no entendía ese cambio, y no entendía qué le sucedía a Enric porque estaba tan metido que leía los guiones desde el personaje y se cabreaba. Nos decía que cuando Enric regresa a casa lo normal es que monte un pollo, que él no se creía esa reacción. Ahí hubo que decirle que confiase, que escuchase lo que le decía Montse (Carmen Machi), aquello de “te pasas todas las noches intentando recordar la cara de tu madre”, para después irnos a una toma en la que está él, a contraluz, con la madre desenfocada detrás, como un espectro que le ronda, como en esas noches en las que él está en la cama y percibe la presencia latente de la madre como si fuese un fantasma… Tengo que decir que ha sido una delicia hacer este trabajo con Gris (Jordana) -la directora de fotografía-, es lo que más me ha apasionado.
"Le hemos dedicado a este proyecto tres años de nuestra vida entre escribir y planificar. No hay nada dejado al azar". Javier Ambrossi
J.A. Creo que, por fin, además de tener más confianza en nosotros mismos, que es algo que nos dio Veneno, también hemos tenido mucho más tiempo. Le hemos dedicado a este proyecto tres años de nuestra vida entre escribir y planificar. Empezamos a planificar hace un montón de tiempo, y cada decisión que afecta a cualquier departamento está pensada al detalle. No hay nada que esté dejado al azar. Todo está pensado y medido, y luego tienes que contar con la gracia del momento y si toca improvisar se improvisa, pero llegábamos al set con todo muy preparado.
J.C. Pensado no es lo mismo que encorsetado. Existe esa falsa creencia de que para ser bueno técnicamente hay que llegar al rodaje con unas ideas muy férreas y decirle al actor qué es lo que tiene que hacer en cada momento, casi como si le obligases a resolver una ecuación de segundo grado. Me parece que eso es una concepción errónea, porque nuestro trabajo pasa por hacer que la cámara apoye la narración y la verdad de lo que se cuenta y eso implica que haya libertad para el actor, por eso a veces mantener un plano fijo y dejar que la vida suceda delante de la cámara es tan importante. No es lo mismo tener pensado cómo vas a rodar una secuencia determinada que encorsetar a los actores y que nada de lo que surja de ahí transmita verdad alguna.
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P. Los dos primeros episodios son muy fragmentarios, se mezclan tiempos, se abren muchas tramas y se abordan temas muy distintos. ¿No existe el miedo a que el espectador se sienta avasallado por una propuesta tan arriesgada, o cierto temor a que se pierda en ese torbellino?
J.A. No, no, para nada. Se vieron los dos primeros episodios en la Academia de Cine y los tres primeros en el Festival de San Sebastián y hemos comprobado que el espectador entra en la propuesta y que se genera intriga suficiente como para que quieran seguir viéndola. En estos dos primeros episodios queríamos demostrar que íbamos a hacer lo que nos diese la gana y que teníamos el tiempo suficiente para contar quienes eran esos personajes en función de sus necesidades. Si pensamos en Montse (Ana Rujas/Lola Dueñas/Carmen Machi) es alguien a quien contamos muy desde el principio y con mucha calma. Sabemos todo lo que le pasa, los giros que experimenta, vemos todas sus inquietudes. Queríamos que esos dos primeros capítulos sirvieran para presentar los personajes de Montse, de Enric y de Irene (Macarena García) para que el espectador pudiera comprenderles y, a partir del tercer episodio, volar.
"Los tres primeros capítulos son rompedores y presentan una forma de contar que no habíamos trabajado antes". Javier Calvo
J.C. Yo antes sí que tuve ese miedo de decir, “ay, esto se hace largo”, pero al final se trataba precisamente de huir de eso. Las películas que me gustan no son aquellas que están todo el rato dándome inputs y que poseen un ritmo espídico. Estar viendo a un personaje y ser capaz de sentir lo que él siente, me engancha. Una conversación que transmita verdad, engancha. Y eso es lo que hemos intentado hacer, empezando por no tomar al espectador por tonto.
»Podríamos haber arrancado la serie en el cuarto episodio, que es cuando empiezan los fuegos artificiales, pero entonces no llegaríamos a los lugares que pretendemos porque se perderían capas de emoción. La gente hubiera dicho, “ah, estos chicos vuelven a hacer lo que saben hacer” y se trataba justo de lo contrario. Por eso creo que los tres primeros capítulos son rompedores, porque te presentan una forma de contar que no habíamos trabajado antes y que no deja de ser muy nuestra.
J.A. Después hay una cuestión sobre la que conviene pararse a pensar. En un mundo en el que la cantidad de contenido audiovisual es tan grande y en el que la cantidad de comentarios y opiniones que se vierten al respecto es todavía mayor, se nos olvida de dónde salen esas cosas. Esta serie no nace de una plataforma que quiere hacer un thriller con el único objetivo de la que la gente lo vea. Esta serie parte de dos personas que han escrito, dirigido y producido los capítulos, que han volcado sus inquietudes, sus miedos y su amor por el cine en un proyecto.
»Esto no está hecho pensando en cómo se va a recibir, ni obedece al dictado de un algoritmo, ni está depurado con la única intención de que funcione. Es algo más primitivo y Movistar Plus +, en ese sentido, nos dijo muy claramente “haced la serie que queráis”, que sea grande y que mantenga vuestro sello. Esto es una superproducción de autor que no ha pasado por el filtro de lo que se tiene que ver, de lo que funciona. Podemos decir que es una serie bruta, como cuando alguien se enfrenta a una novela en la que tiene todo el tiempo para volcar sus inquietudes y contar lo que quiere y la narración va y viene.
J.C. ¿En Drive My Car (Ryûsuke Hamaguchi, 2021) es necesario contar toda la historia de la mujer del protagonista que tiene sueños, que trabaja en televisión? Podrías empezar directamente contando la llegada del tipo a la isla para montar la obra de teatro. Pero es que Hamaguchi quería contarte eso y ahí está lo fascinante de la historia. En realidad, creo que se está perdiendo el concepto de autoría porque entran en juego otros factores que están por encima de los intereses del creador. Por ejemplo, hay ejecutivos de plataformas que utilizan el concepto de recompensa que te dirían que ese inicio de Drive My Car no le ofrece ninguna recompensa al espectador... Pero es que la recompensa es ver a un autor creando.
J.A. La recompensa es el arte. La recompensa es la creación en sí misma.
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P. ¿Por qué al final el cine y las series se han convertido en una ecuación matemática?
J.A. Nosotros no trabajamos así. Creo que es importante reivindicar que lo industrial viene después de lo artístico, que la crítica viene después de lo artístico, que lo primitivo es contar historias y que contar historias no va con el añadido de cómo se van a recibir ni ni de cómo se van a monetizar. El contar historias es lo que está conectado a nuestra alma. Después de siglos de evolución ese proceso se ha industrializado y se han creado conceptos como crítica o público, pero lo que es genuino, lo que va en crudo es contar historias y nosotros hemos contado una historia tal y como nos la hemos imaginado.
J.C. De todas formas yo creo que La Mesías es la demostración de que, a pesar de tratarse de un acercamiento autoral al thriller y de que no se sigan las reglas marcadas (sólo hay que ver la música que ha hecho Raül Refree), es una serie que engancha, que gusta muchísimo y de la que la gente quiere ver más. Prueba de ello es que en el festival de San Sebastián hubo mucha gente que se quedó ocho horas viéndola entera.
»Creo que las reglas que nos dicen cómo deberían ser las películas, las series o los géneros nos han llevado a hacer la fotocopia de la fotocopia de la fotocopia. Por eso son tan interesantes los thrillers de antes, las comedias de antes o los dramas de antes, mientras que ahora lo que más me interesa son aquellas películas que nacen libres y que quieren contar una historia de una manera que nadie te ha contado antes, pienso en películas como Érase una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan, 2011) o Winter Sleep (Nuri Bilge Ceylan, 2014). Eso es lo que a mí me interesa.
J.A. Y a mí lo que me interesa es la idea de que las reglas nacen después de muchos años de creación. Primero viene la creación, luego las reglas. Lo curioso es que hay gente que dice que no, que para crear hay que utilizar esas reglas y es cómo “no, cariño, las reglas vienen después de muchos años de creación libre”. Después esas creaciones se someten a un proceso de análisis y se extraen unos denominadores comunes que se supone que funcionan y luego se repiten. Los pioneros son los creadores, después vienen los analistas.
"Esta serie no nace de una plataforma que quiere hacer un 'thriller', ni obedece al dictado de un algoritmo". Javier Ambrossi
P. Al igual que sucedía en La llamada, aunque desde un ángulo muy distinto, aquí se aborda el tema de las creencias de manera más genérica. ¿Es La Mesías una serie no contra la fe pero sí contra el dogmatismo?
J.A. Creo que la gente que nos conoce sabe donde nos posicionamos. Estamos totalmente a favor de la libre creencia pero totalmente en contra del dogmatismo. A mí la idea de que haya gente que te diga lo que tienes que pensar a todos los niveles, ya sea espiritual, cultural o personal, me parece peligrosísima, más aún si se encuentra en una posición de poder y le impone a una minoría lo que puede hacer y lo que no, lo que debe pensar y lo que no. La serie es un grito contra la opresión. Va más allá de hablar de religión y de creencias.
P. Para cerrar el círculo, y aun a riesgo de que algún lector nos castigue por hablar del episodio final, sería interesante indagar en el paralelismo que se establece entre Montse, sobre todo la Montse encarnada por Carmen Machi, y la gurú que aparece en las secuencias finales de La Mesías
J.C. Nosotros queríamos acabar con esta mujer gurú, que existe, y fuimos a la India a grabarla, arriesgándonos a no poder rodar con ella porque nos dijo que primero necesitaba conocernos y después ya decidía si nos daba permiso o no. Cuando llegamos allí, a un templo con 5.000 personas, lo primero que veo según entro es que, mientras cantaba, la señora movía las manos hacia arriba igual que Montse y me dije, me cago en la mar, es que es muy fuerte que esta señora no solo transmite esa idea de que Montse puede ser vista como un gurú sino que es Montse a todos los niveles, en sus movimientos, en la manera de cantar, en la disposición de la gente detrás de ella...
»A final, esa idea de “si no lo ves todo, no ves nada” seguía estando presente porque todo es lo mismo, todos buscamos lo que tuvimos de pequeños, es imposible salir de ese bucle de lo que hemos aprendido, siempre estamos repitiendo patrones, buscando lo que nos han enseñado. Fue muy iluminador ese viaje a la India y para mí es el final perfecto para la historia.